lunes, 31 de julio de 2017

Adiós a Chamba Ruano, un alcalde de calle

Alcalde que no te encontrás en la calle, no sirve. Alcalde que tenés que buscar en su despacho para hablarle de un problema, no sirve. Chamba Ruano fue uno de estos alcaldes que pateaba la calle. Su muerte deja un gran vacío en Ilopango. Sobre todo en las comunidades afectadas por marginación y violencia.


Conocí a Chamba el 22 de enero del 2013, cuando me invitaron de testigo a la firma del “Pacto Municipal de No Violencia” enfrente de la alcaldía de Ilopango. Fue el primero de 11 actos de este tipo, en 11 municipios del país, gobernados por alcaldes de diferentes partidos. Chamba fue el primer alcalde que tuvo el valor de pararse en plaza pública para dar la mano, y luego el micrófono, a los líderes de la MS13 y del Barrio 18 en su municipio. La plaza estaba repleta de ciudadanos, reporteros, pandilleros, policías del CAM y de la PNC. También estaban presentes el ministro de Justicia y Seguridad, David Munguía Payés, monseñor Fabio Colindres, el pastor David Rivas, empresarios y líderes comunitarios. Entre todos ellos y los pandilleros se firmó el compromiso de erradicar en Ilopango la violencia y las extorsiones, pero también la exclusión social. Se firmó un pacto para construir la paz social y para abrir oportunidades para todos. El gobierno se comprometió a aportar los recursos para este reto que asumió Ilopango.

A pesar de que el gobierno nunca cumplió su palabra, Chamba sí cumplió la suya. Se convirtió en mediador, se metió en las comunidades para hacer realidad el compromiso con la no violencia. No se quedó solamente retando a los pandilleros de cumplir su palabra, sino que les ofreció sus buenos oficios para poder cumplir. Estuve con Chamba en discusiones con los pandilleros de las comunidades, hablando con ellos con firmeza, retándolos, regañándoles, pero también ayudándoles a buscar formas no violentas de resolver conflictos. Muchos veces lo amenazaron, pero comenzaron a respetar su valentía y su compromiso con las comunidades.

Ilopango comenzó a cambiar. El diálogo y la mediación comenzaron a desplazar el uso de la violencia para resolver conflictos entre pandillas rivales y las comunidades que controlaban, entre ellos y las autoridades municipales y policiales. El ejemplo más contundente es Apulo: las pandillas siguen existiendo, pero han dejado a aterrorizar y extorsionar a los vecinos y comerciantes – y el turismo volvió a reactivarse en el Lago de Ilopango.

Muchos de estos logros se han mantenido a pesar de la indiferencia del gobierno de Funes y de la hostilidad del gobierno de Salvador Sánchez Cerón, con su decisión de sustituir la guerra contra la violencia por una nueva guerra violenta contra las pandillas. Gracias a las confianzas que ha creado Chamba Ruano, se ha logrado evitar que la nueva ola de violencia, desencadenada en 2015/16 en todo el país, convirtiera Ilopango de nuevo en uno de los municipios más violentos del país.

Muchos, incluso en su propio partido ARENA, han criticado a Ruano por su papel protagónico en el intento de sustituir la violencia por caminos de diálogo, inclusión y mediación. Contrincantes fuera y dentro de su partido trataron de desbancarlo, pero la gente de Ilopango lo siguieron apoyando. Ganó con gran mayoría las elecciones primarias de ARENA por la candidatura a alcalde, y sin duda se hubiera reelegido en marzo del 2018. En múltiples visitas a varias comunidades de Ilopango, algunas con Chamba otras sin él, pude constatar que este alcalde de barrio, de calle, de permanente discusión con su gente era un líder casi sin competencia en su municipio. El hecho que armara pleitos con la cúpula de ARENA, obviamente le hizo daño en el partido, pero en Ilopango le ganó más apoyo y credibilidad.

Tuve discusiones conflictivas a acaloradas con Chamba, chocando con su terquedad, tratando de moldearlo, enojándome porque no se dejaba. Muchas veces resolvimos estas discusiones con unos tragos, abrazándonos al final. Nunca me tomó mal la crítica, ni yo a él sus ataques de locura.

Su repentina muerte me impactó mucho, porque las andanzas conjuntas y riesgosas forjan amistad. Fui al velorio en Ilopango. Docenas de personas desconocidas me agradecieron por haber sido amigo de Chamba Ruano cuando otros lo atacaron. Para ellos, Chamba ha sido un alcalde que se pudo equivocar, cometer errores, echarse demasiado tragos, armas demasiados pleitos – pero a quien respetan porque nunca los traicionó. Esta gente no quiere tener líderes impecables, políticos streamline, con discursos pulidos y políticamente correctos. Quieren líderes de carne y hueso que dicen lo que piensan y hacen lo que dicen.