Les nombré 8 logros:
1. La desmilitarización de la sociedad
salvadoreña. Con una Fuerza Armada que ya no se mete en política ni viola los
Derechos Humanos.
2. La creación de una policía de carácter
civil.
3. Una Procuraduría de DDHH que vigila al
Estado.
4. Una justicia que no se presta a
persecuciones políticas.
5. Garantía absoluta de la libertad de
expresión.
6. Un acuerdo nacional amplio y profundo
de erradicar toda forma de violencia política, tanto para llegar al poder, como
para defenderlo.
7. Garantía de elecciones libres y
justas.
8. El pluralismo político con la plena
incorporación de la izquierda al sistema político.
Los primeros cuatro de estos logros
principales hoy están en peligro y en diferentes estados de erosión. La mitad –
un balance preocupante.
La desmilitarización ha sido el corazón
de la nueva República fundada por los Acuerdos de Paz. Y el más grande de sus
éxitos. La Fuerza Armada se ha mantenido, de manera impecable, al margen de la
política. Esto, por suerte, no está en peligro y no hay erosión. Pero por la
políticas implementadas por el actual gobierno, la Fuerza Armada nuevamente se
ve involucrada en violaciones de Derechos Humanos, por el excesivo rol que el
gobierno le ha asignado en Seguridad Pública, en particular en su
“enfrentamiento frontal” contra las pandillas. Este rol ya no ex transitorio y
excepcional, como manda la Constitución, sino permanente, regular y masivo. Esto
es un problema muy serio para la Fuerza Armada, porque tiene miles de efectivos
en el terreno, actuando en la guerra contra las pandillas, pero tiene cero
control de la planificación, de la elaboración de los lineamientos y de la
conducción de sus acciones. Todo esto está concentrado en la PNC y el
ministerio de Seguridad dirigido por un policía.
Con esto llegamos al otro pilar de la
democratización del país que hoy, mucho más que la Fuerza Armada, enfrenta una
seria y profunda erosión de sus valores y principios fundadoras: la PNC. El
real problema de militarización que enfrenta hoy el país no reside en el
excesivo uso de la Fuerza Armada en misiones de Seguridad, sino en la
militarización de la misma policía. Con los resultados que todos conocemos,
pero que pocos quieren enfrentar o denunciar: violaciones masivas de Derechos
Humanos por parte de una policía cuyos operativos ya no se concentran en la
localización y detención de delincuentes, sino en el objetivo de comprometerlos
en enfrentamientos de carácter militar y eliminarlos. A esta militarización de
la PNC y de sus modo operando se suman las ejecuciones extralegales, cometidos
por policías o por comandos de “limpieza social” con apoyo y encubrimiento de
la policía.
Ante esta situación, la Procuraduría de
Derechos Humanos, otro de los logros de los Acuerdos de Paz, debería permanente
e insistentemente investigar y denunciar los abusos policiales o militares.
Lastimosamente, la Procuraduría, desde que la izquierda asumió el gobierno en
2009, ha dejado de ejercer con rigurosidad e independencia su mandato central:
vigilar al Estado en cuanto a Derechos Humanos.
El cuarto de los logros principales del
proceso de paz igualmente está en peligro de erosión y perversión. Renace el
viejo fantasma: Nuevamente, la justicia está siendo usada para persecución
política. Los casos de CEL-ENEL y del ex presidente Flores se han manejado con
intenciones y métodos políticos, creando pre-condenas mediáticas que impiden
juicios penales justos. En el actual “caso tregua”, lamentablemente el nuevo
fiscal general usa el mismo método: fabricar una acusación eminentemente
política, dirigida contra una política pública oficial del gobierno anterior,
pero sin poderlas calificar como delitos - para aterrizar en imputaciones de
delitos concretos de menor escala y con pruebas muy débiles o inexistentes.
Esto da para una impactante acusación mediática y política, y para una muy
débil acusación penal.
Por suerte, en el sistema de justicia hay
contrapesos comprometidos con una justicia no politizada y con juicios justos.
La batalla no está perdida, ni para los políticamente perseguidos, ni para la
democracia. Pero los peligros persisten.
La buena noticia es que los últimos 4
logros democráticos de mi lista permaneces sólidos, por una simple razón: han
sido asimilados a profundidad por toda la ciudadanía – tan así que nadie puede
atentar contra ellos sin pagar un altísimo costo político y electoral. La
libertad de expresión es sacrosanta en El Salvador, igual que la libertad del
voto. cualquier tipo de violencia política enfrenta un rechazo social inmediato.
El pluralismo -incluyendo la alternancia en el ejercicio del poder- son pasos
irreversibles. Estos 4 logros hay que defender y fortalecerlos con todo el
poder de la ciudadanía, porque solo así tendremos la fuerza para reparar el
daño ya causado a los primeros 4 logros de la paz y de la democracia. Para
decirlo de otra manera: Sin hacer uso valiente de la libertad de expresión, no
lograremos enfrentar el nuevo militarismo.
(El Diario de Hoy)