En diciembre 2008 yo te ofrecí un deal: “Let’s make a deal: I’ll never try to be an actor – and you’ll never again try to be a journalist. So I can keep admiring you as an actor and don’t have to worry about you interviewing Latin-American presidents giving them free publicity.” (“Hagamos un trato: Yo nunca voy a tratar de ser actor, y vos no vas a intentar ser periodista…”)
Obviamente, nunca me respondiste. Pero de
todos modos, yo cumplí mi parte del deal – y te sigo admirando en la
pantalla. Pero vos seguís jugando a reportero VIP. Y esta vez realmente
la cagaste, más allá del ridículo que ya te hiciste publicando
“entrevistas” de elogio y relaciones públicas a Fidel Castro y Hugo
Chávez. Esta
vez trataste de vendernos una entrevista al Chapo Guzmán, que es
cualquier cosa, menos una entrevista. Lo lamentable es que Rolling Stone
publicó esta pieza así como vos la mandaste (y como El Chapo la
autorizó) – en vez de convertirla en un reportaje sabroso sobre el
encuentro de dos narcicistas cínicos: el Chapo Guzmán y Sean Penn.
Porque en esta historia de múltiples
vanidades (la del narco, de la actriz Kate del Castillo y del “rebelde
de Hollywood” Sean Penn) por supuesto había muchísima madera para
producir buen periodismo. Si vos supieras escribir como sabés actuar, y
si no fueras tan narcisista que todo lo que escribes termina
satisfaciendo tu propia vanidad, tal vez hubieras podido publicar una
pieza fantástica sobre un narco enloquecido por la preocupación de como
el mundo lo ve.
Muchos periodistas de verdad hubieran
arriesgado su vida para tener la oportunidad que vos no aprovechaste:
topar al Chapo, confrontarlo con sus mentiras, romper el mito, desarmar
la leyenda… Bueno, no lo hiciste con Hugo Chávez, y no lo hiciste con el
Chapo.
Tu pecado no es, como algunos dicen,
haber hablado con un criminal. Claro que un periodista o un escritor
puede hablar con criminales y escribir sobre ellos. Lo que no puede
hacer es usar la figura y la leyenda del criminal para seguir tejiendo
su propia leyenda. Si la suerte te da la oportunidad de entrevistar a
alguien como el Chapo, solo hay dos opciones: reconocer que no tenés los
huevos de encararlo con las preguntas de rigor, y entonces no aceptar
la oferta – o aprovechar tu suerte y toparlo con todas las preguntas que
hay que hacerle. La primera reacción sería perfectamente aceptable –
nadie está obligado a tomar riesgos incalculables con un hombre que es
una de los responsables de muchos reporteros asesinados.
Y la segunda opción obviamente tiene
riesgos pero no tiene garantía de éxito. Lo más probable es que el tipo
no te va a contestar las preguntas yucas. Pues sí, ahí viene la decisión
gruesa que va a definir si alguien tiene ética y huevos, o no: Si el
tipo, en su vanidad, te invita a entrevistarlo, y no te responde, otra
vez tenés dos opciones: puedes hacer de esta actitud del narco el centro
de tu crónica, escribir sobre el hombre macho que no tiene el valor de
enfrentar preguntas incómodas; o puedes decir: chis, no me salió la
entrevista, pero siempre puedo hacer una pieza de Relaciones Públicas y
proyectarte como el macho codeándose con el hombre más peligroso del
mundo.
Esto es lo que hiciste, Sean Penn, y por
este pecado te están cayendo las críticas. No es por envidia. No es
porque aceptaste el reto del Chapo. Es porque no lo supiste aprovechar –
no sé si porque te valió madres, o porque no te atreviste…
Cuando tuve oportunidad de hablar con
jefes de las pandillas, que son responsables de mucha muerte y
sufrimiento, siempre entré en las entrevistas dispuesto a inmediatamente
apagar la grabadora (y al final mejor no publicar nada) si no sentía
que yo estaba listo para desafiarlos con las preguntas pertinentes, o
que ellos no estaban dispuestas a contestarlas. De hecho, de las muchas
entrevistas que tuve oportunidad de hacer a los cabecillas, solamente
publiqué muy pocas.
La primera entrevista a los cabecillas de
la MS la abrí diciendo: “¿Es cierto que ustedes tienen amenazados de
muerte a mis colegas de El Faro? Porque si es cierto, esta entrevista se
termina antes de comenzar.” Me dictaron una declaración, clara
garantizando a los periodistas de El Faro que no hay amenaza contra
ningún periodista. Vos a los docenas de periodistas mexicanos asesinados
por narcos ni siquiera los mencionaste..