Y comenzamos a hacer la lista: Violeta
Menjívar fracasa al frente de la alcaldía de San Salvador, y la hacen
viceministra y luego ministra de Salud. También Blandino Nerio y El Diablito
Ruiz, luego de su desastrosa gestión como alcaldes, resurgen como diputados. A
Javier Martínez su propio partido le quita la alcaldía de Suchitoto por falta
de liderazgo, pero luego de un período de exilio como gobernador de Cuscatlán lo
elevan a viceministro de Seguridad, sin que tenga la mínima experticia o
experiencia para este cargo.
Sigue la lista: Luz Estrella
Rodríguez, luego de no poder convencer como
alcaldesa de Apopa, termina recibiendo como premio de consolación el cargo de
viceministra de Economía. Zoila Quijada fracasa en su intento de defender la
alcaldía de Apopa, pero no cae en el vacío: el partido le da una diputación.
Sigfrido Reyes ejerció el cargo de presidente de la Asamblea Legislativa con
una arrogancia que lo convirtió en hipoteca política para su partido, pero el
presidente Sánchez Cerén, quien no es conocido por ser amigo de Reyes, se ve
obligado a nombrarlo presidente de la agencia PROESA, con un salario superior a
lo que ganó en la Asamblea…
¿Qué hay detrás de esta tendencia de
premiar a los fracasados? Podría ser una mala concepción de solidaridad: Por
más grande que sea tu cagada, tu partido no te deja caer… O puede ser que ahí realmente
se expresa la profunda desconfianza ideológica contra la idea de la
meritocracia: Por más que nos jodan con esta paja de la meritocracia, nosotros
valoramos más la fidelidad partidaria que la preparación profesional o
académica.
Un partido, sobre todo un partido de
gobierno que administra al Estado, tiene que sancionar a los funcionarios que
no cumplen bien sus responsabilidades – y premiar y promover a los funcionarios
capaces. La resistencia del presidente actual de relevar a los ministros
fracasados, incluso en casos tan graves como Seguridad, demuestra que el Frente
no comparte esta concepción. Por esto tampoco este gobierno está interesado en
la mejor iniciativa de ley que en 6 años han presentado ellos mismos: la ley
que reforma la administración pública, elaborada bajo el liderazgo de uno de
sus pocos funcionaros competentes, Antonio Morales.
Solo podemos esperar que cuando llegue a
ganar ARENA, no prevalezcan en su gobierno los que comparten esta aversión
contra la meritocracia, sino cuadros ejecutivos que en la administración
pública aplican los mismos altos estándares de calidad y de rendición de
cuentas que exige el sector privado. También en ARENA existe el mitos de la
camisa sudada como requisito para cargos de alta responsabilidad - y me
recuerdo de la controversia que se generó cuando reclamé a uno de los líderes
de ARENA que saliera en una foto a la par de un afiche que dijera: “Vale más una
onza de lealtad que cien libras de sabiduría”.
Uno puede tener cierta confianza que
ARENA sea más dado a privilegiar la meritocracia sobre la cherocracia y la
partidocracia, ¿pero con qué criterios llegó Alberto Romero a jefe de fracción
o Jorge Escobar a la Junta Directiva de la Asamblea? Tienen que haber sido remanentes
de los criterios de una ARENA en la cual Francisco Merino pudo llegar a
vicepresidente de la República, Walter Araujo y Antonio Salaverría a presidente
del COENA, Mario Acosta a ministro de Gobernación, y Guillermo Gallegos a jefe
de fracción…
También, para ser justos, hay que
preguntar: ¿Por qué Rodrigo Ávila, quien como jefe de la PNC y viceministro de
Seguridad no supo combatir la violencia, nuevamente es vocero de su partido en
el tema Seguridad? ¿Habrá sacado conclusiones de su amplia experiencia,
revisando todas las políticas de Seguridad de la postguerra, para proponer al
fin un nuevo rumbo, con nuevas estrategias? Que yo sepa, no.
El partido que logre convencer a los
ciudadanos que en sus filas (y en su gobierno) solo avanzan los más capaces,
ganará las elecciones con facilidad.