El hecho que Neto Muyshondt y Norman
Quijano critican abiertamente al presidente del partido, Jorge Velado no tiene
nada de mal. El hecho que uno de los tradicionales donantes de ARENA le haya
declarado la guerra abierta a Jorge Velado, sin que el partido le haga caso, me
parece una maravilla. La manera como los diputados nuevos bloquearon el intento
de alistar los votos de ARENA para reelegir al fiscal saliente Luis Martínez;
el hecho que Johnny Wright crítico ante los micrófonos de la Asamblea (y no en
reunión interna a puerta cerrada) la manera poco transparente cómo su partido
había llegado a un acuerdo con el FMLN sobre el nuevo fiscal general Douglas
Meléndez; el debate que esto provocó entre los diputados; las diferencias entre
los miembros areneros de la Junta Directiva sobre el seguro privado de la
Asamblea; la propuesta de Juan Valiente de reducir la Junta Directiva de la Asamblea
y la oposición dentro de la fracción a esta iniciativa… todo esto son muestras
de apertura y amplitud de ARENA. Por tanto son síntomas de fuerza, no de
debilidad.
La crítica que yo haría a los
participantes de todos estos debates internos no es que lleven a conocimiento
público las diferencias, sino que no las profundizan con más claridad. Quisiera
ver claramente definidas las posiciones políticas e ideológicas que defienden
los que quieren desbancar a Jorge Velado. Quisiera que la crítica permanente
que le hace Norman Quijano y Neto Muyshondt vaya acompañada con posiciones
claras sobre el proceso de renovación y apertura que facilitó Velado en su
partido.
Quisiera que los renovadores del partido que apoyan a Jorge Velado
obliguen a don Tomás Regalado a que deje de esconderse en el anonimato y
que argumente en público porque está en campaña para sustituir al
actual presidente del COENA. Desde afuera de ARENA y su contorno
se percibe que se avecina un enfrentamiento entre los conservadores y los
liberales; entre los que quieren mantener vivo el carácter mercantilista de
ARENA y quienes quieren avanzar en la renovación para erradicarlo de una vez
por todas. Pero esta disputa, hasta ahora, queda en lo oscuro, sin que nadie
tome posiciones claras. Se habla de cargos, pero no de ideas.
ARENA tiene dos opciones de cómo lidiar
con sus diferencias: evadirlas, siempre buscando arreglos, pero no sobre la
base de definiciones políticas, sino de repartición de cuotas; o llevar las
diferencias a definiciones y hacerlas públicas.
Creo que urge que opten por la definición.
ARENA, para tener éxito electoral en el 2018/19, tiene que mostrar que en su
seno hay pluralidad, tolerancia y libertad de debate. Pero esta amplitud no
puede significar que sigan coexistiendo tendencias no compatibles. Con la
necesaria renovación democrática y liberal de ARENA no son compatibles las
viejas mañas de sectores económicos que quieren favorecer sus negocios mediante
el partido y el gobierno. Con la apertura a la sociedad civil y el libre debate
interno no es compatible que haya poderes fácticos que piensan que con unas llamadas
telefónicas pueden desbancar a presidentes del partido o poner candidatos. Si
estos sectores, ante el avance de la democratización en el partido, inician una
lucha por el control para detener este proceso y preservar sus privilegios, el
partido debe aceptar el reto, derrotarlos - y mostrar al público que la vieja
ARENA dominada por estos sectores económicos ya no existe.
La alternativa sería evadir el conflicto
hacer pactos con el diablo – siempre y a nombre de la unidad. Lo que pasa es
que esto no es alternativa, pensando en la nueva relación que necesita
establecer el partido con la sociedad civil para poder construir una nueva
mayoría y cambiar el rumbo del país en los años 2018/19.
(El Diario de Hoy)