La oposición logró este triunfo a pesar
de todo: el control que el gobierno ejerce sobre la mayor parte de los medios
de comunicación; las múltiples violaciones de las leyes electorales por parte
del oficialismo; un Consejo Nacional Electoral parcial.
La mayoría parlamentaria opositora es el
inicio de la transición en Venezuela. Inicio de un proceso que será
extremadamente complejo, conflictivo y peligroso. En 17 años en el poder el
chavismo ha concentrado inmenso poder en la presidencia. Del ejecutivo, que
sigue en manos del chavismo, y no del poder legislativo depende el control del
Estado, incluyendo el sistema judicial, el aparato electoral, la fiscalía, y
obviamente las Fuerzas Armadas. Paralelamente el chavismo ha logrado, en estos
17 años, una permanente centralización del Estado – en un país que
históricamente fue un ejemplo de descentralización. Educación, sistema de
salud, carreteras, aeropuertos están en manos del gobierno central, dejando las
gobernaciones y alcaldías con pocos recursos y competencias. Seguridad pública
y policía, históricamente descentralizados, han pasado en gran parte a control
central.
Los chavistas van a usar esta enorme
concentración de poder en manos del ejecutivo para contrarrestar el poder del
legislativo cuyo control acaban de perder.
Esta noche, la oposición esta celebrando,
y tiene toda la razón de hacerlo, pero a partir de este lunes le espera un reto
nunca enfrentado. Requerirá de mucha unidad interna, mucha paciencia, disciplina
y capacidad negociadora por parte de la dirigencia opositora, si quiere
alcanzar la alternancia sin que el país pase por caos, violencia y guerra
interna. Solo si su liderazgo presenta al país un proyecto político nuevo, realista,
e incluyente, la oposición logrará consolidar la mayoría necesaria para revocar
en el 2017 el mandato del presidente Maduro, ganar las subsiguientes elecciones
presidenciales y –el reto más grande- sacar a Venezuela de la crisis económica.
El 6 de diciembre fue solo el primer
paso.
(El Diario de Hoy)