La triste realidad: Tenemos una crisis de
gobierno, pero también una crisis de oposición. Esto se traduce en algo
realmente grave: una crisis de país. No hay rumbo.
ARENA, en crisis desde que permitió que
Toni Saca se apoderara del partido, ha logrado sobrevivir. Cuando en el 2009 sufrió
la pérdida del poder y el intento de dividir y destruir el partido por parte de
Saca y Gallegos, ARENA sobrevivió - contra todos los pronósticos. Resucitó como
primer fuerza en las elecciones del 2012. Pero sobrevivir no es suficiente en
política. No tuvo la audacia de renovarse, cuando tuvo la oportunidad de oro
con la salida de su ala populista, que se agrupó en GANA. Tuvo la capacidad de
ganar en 2012, pero sin renovación consecuente, sin una selección rigurosa de
sus liderazgos y diputadas. Así que rápido perdió lo ganado nuevamente ante la
compra de voluntades por parte de Saca y Funes.
Luego de 5 años de un gobierno desastroso
de Funes-FMLN-GANA, y contra el candidato más inadecuado que podía postular el
FMLN, el comandante Sánchez Cerén, ARENA se mostró incapaz de ganar las
elecciones presidenciales del 2014. Llegó cerca en la segunda ronda, gracias a
una movilización sin precedentes desde la sociedad civil nuevamente sobrevivió.
Pero sobrevivir en política no es
suficiente. Hay que ganar y definir el rumbo. Y para esto hay que ser audaz, hay
que superar los fantasmas del propio pasado, hay que saber renovar sus
propuestas y su liderazgo. Muchos en ARENA lo entendieron luego de la campaña
del 2014, e impulsaron los pasos correctos en su Congreso de renovación.
Resultado de esto: Nuevamente ARENA resucitó como primera fuerza del país en
las elecciones parlamentarias y municipales del 2015. ARENA dio todos los pasos
correctos, pero “too little, too late” - y nunca con la audacia y contundencia
que marcan la diferencia en sobrevivir y ganar.
Hoy, en medio de una encuesta de LPG
Datos que registra una desastrosa pérdida de confianza de la ciudadanía en el
FMLN y su gobierno, sale una evaluación de los principales liderazgos de los
partidos. Y a pesar de las malísimas notas que los ciudadanos encuestados dan
al gobierno del FMLN, los líderes de la oposición salen peor evaluados, con
menos aprobación, que los fracasados del FMLN. No solo la nueva estrella del
populismo, el alcalde Nayib Bukele, sino también políticos tan marginados como Oscar
Ortiz y tan cuestionados como Mauricio Funes salen con más aprobación ciudadana
que los líderes de ARENA. La principal carta de ARENA, Ana Vilma de Escobar,
sale debajo de Sánchez Cerén, el presidente peor evaluado de la postguerra - y
apenas encima de Tony Saca. Uno puede cuestionar la metodología de esta
evaluación y decir que principalmente mide el grado de fama de los líderes, más
que su calidad. Pero el problema no desaparece.
Obviamente ARENA tiene un serio problema
de comunicación. Pero detrás de este problema hay otro aun más grave: No ha
definido qué quiere comunicar. No ha traducido el análisis del fracaso del FMLN
en una propuesta de soluciones. Y no ha definido el rumbo de su propio partido
en cuanto a liderazgo y apertura consecuente hacia las inquietudes, angustias y
críticas de la sociedad.
ARENA, sin definir su rumbo con claridad,
no puede cumplir su rol de oposición ante un gobierno sin rumbo. Es por esto
que ARENA no es capaz de capitalizar el descontento manifiesto y la
desconfianza creciente hacia el FMLN y su gobierno. Es por esto que ARENA aún
no ha podido construir una nueva mayoría capaz de ejercer una oposición que
evita que el FMLN y GANA, en los 4 años que van a seguir gobernando, terminen
de arruinar del todo el país; y capaz de asegurar que para las elecciones del
2018 (de Asamblea) y 2019 (de presidencia) exista una alternativa de poder
creíble, consistente y renovadora.
La oposición no puede darse el lujo de
quedar suspendida entre el conservadurismo de su pasado y los intentos de
renovación. Tiene tres años para transformarse en la fuerza del progreso que
necesita el país. O muestra audacia, o se nuevamente se conforma con
sobrevivir, gracias al mal gobierno del FMLN, pero sin capacidad de ganar y
definir el rumbo del país.