Leopoldo López, el dirigente opositor venezolano convertido en oreso poltico por Nicolás Maduro, encabeza la corriente dentro de la oposición que quiere provocar "la salida", o sea una ruptura rápida con el régimen chavista, mediante movilizaciones pacficas pero permanente, y desobedencia civil. Por esto lo echaron preso.
Esta estrategia ha generado un debate fuerte dentro de la oposición y dentro de los analistas que acompañan criticamente al proceso democrático en Venezuela.
En este contexto publicamos en Siguiente Página el debate entre Fernando Mires, un politólogo chileno radicado en Alemania, quien es uno de los más respetados e influyentes comentaristas del proceso venezolano - y Leopoldo López. El dirigente opositor, desde la cárcel, le dirige una carta al analista, comentando unas críticas que le había publicado. Y Fernando Mires le contesta. Documentos de un debate vivo, abierto, tolerante. Por esto lo queremos documentar.
LEA TAMBIÉN los textos de Mires comentados por Leopoldo López en su carta, que repdoducimos a continuación.
Paolo Luers
Carta de Leopoldo López a Fernando Mires
Cárcel de Ramo Verde, 5 de julio de 2014
Estimado profesor Mires,
Le escribo esta carta desde mi celda en
Ramo Verde con la esperanza que le pueda llegar a sus manos; esperanza
incierta, ya que una de las violaciones a las que estamos sometidos los
presos políticos en Venezuela es a la violación a la correspondencia. No
sólo buscan leer todo lo que entra y sale, han llegado al punto de
confiscarnos correspondencia en las tantas requisas a las que hemos sido
expuestos.
Pero hablarle sobre nuestras condiciones
de reclusión no es lo que me motivó a escribirle esta carta. La
motivación es darle directamente mi punto de vista sobre lo que ha
ocurrido y sigue ocurriendo en Venezuela. Le escribo a usted por la
admiración y respeto que le tengo a su trabajo académico y también como
una forma de agradecerle la permanente atención que le presta al
complejo proceso venezolano. Armar el rompecabezas de lo que ocurre en
nuestro país no es fácil, pero siendo usted un armador paciente y
meticuloso de todas las piezas espero pueda contribuir en algo con esta
reflexión.
El 22 de marzo, cuando cumplía un mes y unos días en prisión, tuve la oportunidad de leer un artículo suyo titulado “No es el gobierno, es el sistema”.
Ese artículo lo leí, lo volví a leer y lo guardé. Le di importancia a
ese escrito porque en su título está resumida nuestra lucha. No es
Maduro, es el sistema; no es el gobierno, es el sistema. Algo similar a
la famosa frase durante la primera campaña de Bill Clinton, “Es la
economía, estúpido”. Es el sistema. En Venezuela es el sistema
antidemocrático, corrupto, ineficiente y nutrido artificialmente por la
bonanza petrolera desde hace ya una década.
Hoy es 5 de Julio, Día de la
Independencia en nuestro país. Celebramos el hecho de que un grupo de
venezolanos, luego de tres días de deliberación, decidieron declararse
independientes y soberanos. No tenían el poder; el territorio y sus
instituciones todavía dependían de España, de la España tomada por
Bonaparte, pero dependían de otros. Y sin tener el poder ni la fuerza,
pero sí el compromiso y el sueño de la libertad y la independencia,
decidieron asumir el riesgo de declararse independientes. Había
comenzado entonces la lucha que daría muchos años, vidas y dificultades
antes de hacerse una realidad. Hoy 5 de Julio volví a leer un artículo suyo en donde afirma que nuestra propuesta de La Salida al desastre, la salida precisamente de la trampa del sistema, fue inoportuna.
Respetuosamente difiero de usted usando
sus propios argumentos. Es el sistema, no el gobierno, lo que debemos
cambiar. Y ése fue nuestro llamado en enero y febrero de este año, y por
ese llamado, por las palabras que dije al llamar a un cambio de
sistema, hoy estoy preso. Honrosamente preso, puesto que mantengo en
mayúsculas cada una de las palabras que me trajeron hasta Ramo Verde.
Nuestra propuesta siempre ha sido
popular, democrática y constitucional. La protesta es un derecho pero no
un fin en sí mismo, es un medio para un fin, siendo el fin el cambio
del sistema por las vías que ofrece la Constitución venezolana. Lo
dijimos siempre: protestemos y hagamos de la indignación con el presente
y de la esperanza de un mejor futuro la fuerza necesaria para abrir
alguna de las compuertas que contempla la Constitución para un cambio de
sistema, un cambio que como usted ha descrito en varias oportunidades
es justificado cuando no hay legitimidad del desempeño democrático.
De las opciones que permite la
Constitución, hemos optado por proponer la convocatoria de una Asamblea
Constituyente que sirva como punto de encuentro para un verdadero
encuentro y diálogo nacional que, más allá de tener una nueva
Constitución, tengamos un nuevo pacto social que todos estemos
dispuestos a promover y defender. En su artículo de hoy, usted dice que
no hay la fuerza para una convocatoria de este tipo, punto con el cual
también respetuosamente difiero. A diferencia de todas nuestras
constituciones previas a la de 1999, la Constitución vigente en
Venezuela le da la opción al pueblo a convocar por la vía de la
iniciativa popular a un proceso Constituyente. La Constitución no se
queda en el enunciado sino que delimita claramente cómo puede ser esta
convocatoria, con el 15% de los electores inscritos decididos a firmar
tal solicitud el Estado está en la obligación de activar un proceso
Constituyente.
Allí está la opción para que sea el
pueblo, la ciudadanía de manera directa, tenga la posibilidad de cambiar
el sistema. Fácil no es, claro que no, como tampoco fue fácil la
conquista de la Independencia en el siglo XIX o la conquista de la
democracia en el siglo XX. Pero lo que sí es cierto es que si no
comenzamos hoy, nunca llegará el mañana en que podamos efectivamente
instalar una democracia vigorosa y fuerte que tenga como principal
compromiso y aspiración la conquista de Todos los Derechos para Todas
las Personas, una verdadera democracia social entendida desde el derecho
de cada venezolano y la obligación del Estado de garantizar que todos
seamos dueños de nuestros derechos.
Sé que esta propuesta es idealista y
como tal ha entrado en el terreno de la fatalidad del pragmatismo. Pero
le pregunto a usted, ¿qué proceso de cambio profundo, de cambio de
sistema, no ha estado precedido por el sueño idealista de quienes
deciden enfrentar el autoritarismo para cosechar libertad y democracia?
Un proceso Constituyente con el apoyo de
millones de Venezolanos que plasman su firma sin miedo es una
oportunidad para poner el debate donde tiene que estar, en la búsqueda
de un cambio profundo hacia la democracia.
Ante la encrucijada en la que nos
encontramos tenemos la obligación de alzar la mirada y soñar con una
mejor Venezuela, una Venezuela de paz, bienestar y progreso que hoy está
negada para casi la totalidad de los Venezolanos, una negación que fue
la mecha que encendió la indignación de los jóvenes que salieron y
seguirán saliendo a la calle a protestar por un mejor futuro.
Nos toca asumir riesgos, ya que sin
riesgos no habrá victoria y la victoria que proponemos es para todos los
Venezolanos, incluyendo a quienes nos adversan y oprimen.
Estimado profesor Mires, me despido de
usted con mucho respeto y admiración esperando poder tener respuesta
suya ante las inquietudes que aquí expongo.
Un fuerte abrazo.
Fuerza y fe.
Respuesta de Fernando Mires a Leopoldo López
Por Fernando Mires
| 12 de Julio, 2014
Muy estimado Leopoldo López
Que usted, eludiendo la censura de la
cárcel de Ramo Verde me escriba una carta, es para mí un honor. ¿Quién
soy yo al fin? Un profesor jubilado de una universidad del norte de
Alemania. Otro chileno, uno de los tantos que una vez buscaron refugio
en las lejanías para rehacer vidas alteradas por una vil dictadura y que
desde entonces, como otros, decidió pronunciarse en contra de toda
dictadura, venga de donde venga. Por eso, recibir esa carta escrita con
la mano de un luchador por la democracia, padeciendo injustamente en las
cárceles de un régimen arbitrario, me ha hecho pensar en que tal vez yo
no he escrito en vano. Permítame entonces, Leopoldo, darle, antes que
nada, las gracias.
He seguido y sigo con mucha atención lo
que sucede en Venezuela. Como usted dice, un rompecabezas muy difícil de
armar. Ya era difícil de armar durante Chávez cuyo gobierno poseía una
naturaleza doble. Por un lado era popular -popularidad legitimada en
continuas elecciones- y por otro, autocrático y militar. Hoy, bajo el
gobierno Maduro, ha cambiado el carácter político del chavismo. Maduro
es mucho menos popular y su gobierno es mucho más militar y militarista
que el de Chávez.
Esa fue la razón -pese a que no
compartía los argumentos que cristalizaron en la, para mí, poco feliz
fórmula de “La Salida” (Maduro vete ya)- por la cual saludé su llamado a
protestar en las calles del Febrero venezolano. Ese llamado apareció en
el momento justo, cuando en el amplio campo de la oposición parecía
reinar cierta resignación o apatía.
Como es sabido, en las elecciones
municipales de 2013, pese a que la oposición había obtenido una
extraordinaria votación, ganando además en los centros más poblados del
país, no alcanzó el objetivo que ella misma se había propuesto, a saber,
la de convertir las elecciones en un plebiscito que crearía condiciones
para una salida política constitucional.
No habiendo sido alcanzado ese objetivo,
la tarea del momento debía ser, a mi juicio, otra. La podemos resumir
así: sobre la base de la crisis económica provocada por el gobierno, se
hacía necesario pasar a la fase de acumulación de fuerzas, lo que no
excluye, pero sí incluye, la movilización en las calles. Y bien, esa
tarea era y es, si tomamos en cuenta la profundidad de la crisis,
perfectamente posible.
En efecto, yo mantengo la opinión de que
un salto cualitativo en las luchas democráticas solo es realizable
sobre la base de un crecimiento cuantitativo. Eso pasa en Venezuela por
atraer a amplios sectores que una vez fueron seguidores del chavismo,
como también a quienes no se sienten identificados ni con el gobierno ni
con la oposición. Como apuntaba Hannah Arendt, mientras la violencia
solo requiere de instrumentos, el poder será siempre el poder de las
mayorías. Y ella, que conste, no se refería solo a los países
democráticos.
Cuando yo escribí entonces que la lucha
encabezada por los estudiantes venezolanos era en contra de un sistema
de dominación, jamás sostuve que ese sistema podía ser cambiado en su
totalidad. El artículo que usted menciona fue publicado originariamente
en Chile (El Mostrador) y estaba destinado a contrarrestar una opinión
de la señora Bachelet quien había afirmado, en relación a los
acontecimientos venezolanos, que “no se trata de derribar gobiernos
legítimamente elegidos”. Yo sostuve que los manifestantes, en su
mayoría, no salían a derribar al gobierno, sino a luchar en contra de un
sistema de dominación. Debo en ese punto quizás ser un poco más
explícito. Cuando los comunistas, es un ejemplo, dicen, nuestra lucha es
para deribar el capitalismo, no piensan que el capitalismo va a
terminar en un plazo corto. O a la inversa: cuando los demócratas
cubanos dicen: nuestro objetivo es liquidar al sistema castrista, saben
que ese derribamiento ha estado y estará precedido por un larguísimo
proceso. Derribar un sistema, a diferencias de derribar un gobierno, no
es cosa de días sino de años. Usted lo puede ver en el mundo árabe. Caen
y caen gobiernos, pero los sistemas de dominación se mantienen
incólumes.
Más aún, hay elementos del sistema
anterior que pueden y deben ser continuados por otros gobiernos. Por
ejemplo, durante su campaña presidencial, Capriles planteó, y con razón,
que las “misiones” –uno de los pilares del sistema chavista– no serían
suprimidas en caso de ser él elegido presidente. En Chile, es otro
ejemplo, el gobierno de Bachelet todavía gobierna con la Constitución de
Pinochet.
En cualquier caso, un cambio de sistema presupone generalmente un cambio de gobierno o, por lo menos, un cambio en el
gobierno. Y para eso, en Febrero de 2014 no había ninguna condición
objetiva. Mucho menos si tomamos en cuenta que la oposición es política y
socialmente hablando, muy heterogénea. Por eso escribí durante Febrero:
“Si los estudiantes se adecuaran al ritmo de la MUD, sería un error.
Pero si la MUD se adecuara al ritmo de los estudiantes, sería una
locura”. También podríamos decir: “Sin voluntad de cambio nunca va a
suceder nada, pero reducir la acción política a los actos de la pura
voluntad, se paga muy caro”. Créame, lo último se lo digo por
experiencia propia.
Mi escepticismo con respecto a “la
salida” es el mismo que hoy mantengo frente a la alternativa que usted
en estos momentos defiende, la de una Asamblea Constituyente.
¿Qué es una Asamblea Constituyente? Las
palabras lo dicen. Es un acto convocatorio destinado a constituir
políticamente a una nación, es decir, se trata de ratificar
electoralmente una nueva Constitución. Por eso mismo una Asamblea
Constituyente es un acto fundacional, o por lo menos re-fundacional. Eso
es y ha sido así desde la Asamblea Constituyente de 1789 en Francia, la
que certificó el fin del régimen monárquico.
La Asamblea Constituyente no certifica
un cambio de gobierno sino un cambio de régimen. Eso presupone que,
previamente a la Asamblea, el régimen anterior ha sido derrotado o
derrocado. Quizás me equivoco, pero creo que en la historia moderna no
hay ningún caso en el que un régimen haya sido cambiado por una Asamblea
Constituyente, pero sí, algunos en los cuales la Asamblea ha surgido
para dotar constitucionalmente a un régimen que de hecho había sido
cambiado de modo previo a la votación constitucional. De más está decir
que en Venezuela el régimen (o sistema) no ha cambiado, nadie ha sido
derrocado y nadie desde la oposición ha tomado el poder.
Distinto fue el caso de la Asamblea
Constituyente de 1999. El propósito de Chávez en ese momento era trazar
una marca histórica que señalara claramente un “antes” y un “después” de
Chávez, es decir, el fin de la “cuarta república”. Y evidentemente, ese
propósito, por lo menos a nivel simbólico, fue logrado. La Constitución
de Venezuela fue una Constitución, en sus orígenes, chavista.
Pero, atención, escribí “en sus
orígenes”. Tantas veces ha sido violada esa Constitución por Maduro y su
antecesor, que a la oposición en su conjunto no le quedó más
alternativa que acogerse bajo su protección. Una de las últimas
violaciones constitucionales fue la que llevó a Leopoldo López a la
prisión por el delito de haber hecho uso legítimo del derecho a
protesta, consagrado por esa misma Constitución.
Todos sabemos, por lo demás, que a
Chávez, “su” Constitución (“La Bicha”) le molestaba, hasta el punto que
intentó cambiarla por otra más “socialista”. El 2.12-2007 sin embargo,
el pueblo venezolano, en magnífico acto de soberanía, negó a Chávez esa
posibilidad, infligiendo la primera derrota electoral al chavismo. A
partir de ese día la Constitución de origen chavista dejó de ser
chavista y pasó a ser de todo el pueblo. Esa fue la razón por la cual la
oposición la convirtió en símbolo y escudo. En otras palabras, la
oposición adoptó e hizo suya a la Constitución.
Más todavía, en nombre de la defensa de
la Constitución han sido obtenidas muchas victorias municipales y
parlamentarias. ¿Cuántos candidatos opositores han levantado en alto el
pequeño libro azul? No, Leopoldo. El problema principal de Venezuela no
es constitucional ni constituyente; es mucho más profundo; es social y
es político a la vez.
Una Asamblea Constituyente es, además,
un acto electoral. Y ahí ocurre otro problema. El llamado a la Asamblea
aparece en un horizonte en el cual ya se dibujan las elecciones
parlamentarias que tendrán lugar en el 2015. ¿Está el pueblo venezolano
en condiciones de soportar dos elecciones tan existenciales en un breve
lapso? ¿O el llamado a las elecciones constituyentes excluye a las
parlamentarias? La respuesta está en el aire, y al no aparecer, hay
desconcierto, confusión, y sobre todo, división.
De hecho la oposición venezolana está
dividida frente al llamado a la Constituyente. Según me informan, no hay
más de tres partidos, de los muchos que la conforman, que están de
acuerdo con ese llamado. Pero aunque fueran muchos más, el hecho es que
ese llamado no suma, solo resta; no multiplica, solo divide. Y con una
oposición dividida, la Constituyente, si es que llegara a tener lugar,
solo significará una derrota inapelable para toda la oposición. No
ocurrirá así con las elecciones parlamentarias.
La unidad que ha alcanzado la oposición
es antes que nada una unidad electoral, y elecciones tras elecciones la
votación opositora ha ido ascendiendo. Ese es un hecho objetivo. Las
elecciones periódicas, han sido, además, la oportunidad que ha tenido el
conjunto de la oposición para desplegar su política en calles, barrios y
cerros.
A diferencia de una elección
constituyente, donde los electores votan por una fría palabra, “si” o
“no”, en las parlamentarias votan por personas de carne y hueso. Más
allá de los resultados, la oportunidad que tienen los candidatos de
entrar en contacto directo con los problemas de la gente, es única. En
las campañas electorales, la política entra a la calle. Usando una
imagen, podríamos decir que en esas campañas tiene lugar una lucha
“cuerpo a cuerpo”.
¿Para qué desperdiciar una oportunidad,
quizás la única que se tiene para integrar las luchas sociales con las
luchas políticas? Comparando la efervescencia social que produce una
elección parlamentaria con un llamado a cambiar la Constitución, yo
diría que la primera es más radical y la segunda más conservadora,
aunque sea defendida por sectores considerados radicales.
Hace un tiempo escribí un artículo cuyo título es una tesis: “Cómo transformar las elecciones en protesta social sin que dejen de ser elecciones” Justamente de eso se trata. Así lo demostraron las elecciones en San Diego y San Cristóbal.
Como ya he manifestado en otras
ocasiones, elecciones sin protesta social están destinadas a perderse;
protestas sociales sin elecciones en cambio, están destinadas a
estrellarse en contra del aparato militar y para-militar del régimen.
Leopoldo, yo estoy seguro de que si la
oposición se une, y las cosas se hacen bien, Venezuela se puede llenar
de muchos sandiegos y de muchos sancristóbales. Eso es, para mi al
menos, más importante y decisivo que una Asamblea Constituyente, que un
Congreso Ciudadano, o que cualquiera otra propuesta u ocurrencia
unilateral, por más brillante que esta sea.
La unidad, la unidad es el primer
requisito. En aras de la unidad, en momentos como los que vive
Venezuela, hay que sacrificarlo todo, incluyendo proyectos personales.
Naturalmente la unidad solo puede surgir frente a objetivos comunes.
Pero en ese mismo sentido estoy seguro de que lo que une a la oposición
es mucho más de lo que la desune.
Hay muchas razones para protestar unidos
en Venezuela. La situación económica, sobre todo la de los más pobres,
es desesperante. Inflación, escasez, trabajo precario, delincuencia, y
sobre todo, violaciones a los derechos humanos, son lacras que nadie
puede desconocer. Ese es el saldo del llamado socialismo del Siglo XXl.
Un régimen que ha unido el destino del
país con el de la dictadura militar cubana, un régimen militarizado que
miente día a día, un régimen que dispara a mansalva a estudiantes
desarmados, un régimen que persigue y encarcela a políticos para usarlos
como rehenes, mientras un ex ministro declara que el dinero de todos
los venezolanos es usado para financiar campañas oficialistas, eso y
mucho más, define de por sí a un régimen perverso. Solo la más absoluta
unidad podrá derrotarlo.
Leopoldo, no quisiera terminar estas
líneas, más allá de cualquiera divergencia, sin manifestar toda mi
solidaridad frente a los duros momentos que usted está viviendo.
Solidaridad que hago extensiva a su valiente esposa y a toda su familia.
Vendrán días mejores; de eso estoy seguro. Que Dios los proteja.
Fernando Mires
Gracias al sitio PRODAVINCI, que doumenta este tipo de dbates importantes