Estimada Celina:
Estoy seguro que te pondrás incómoda al ver publicada esta carta. Eres de la
gente que le da pena convertir sus aportes al país en publicidad. Dirías:
Trabajo en proyectos sociales por sentido de responsabilidad, no para proyectar
a mi persona..
Pero el jueves pasado, en la noche de los
Premios ASI, cuando la Asociación Salvadoreña de Industriales te otorgó el
premio Empresario Benefactor y tu tomaste el micrófono para hablar a la élite
empresarial y política ahí reunida, tú dijiste lo que para mi fue la frase de
la noche: “Tenemos que aprender a contar nuestra historia.” Entonces, te voy a
tomar de la palabra.
De paso sea dicho: No me gusta mucho el
nombre del premio que recibiste. Empresario
benefactor suena a caridad. Pero lo que tú tienen años de hacer, trasciende
mucho la caridad o el trabajo humanitario. Lo tuyo nace de responsabilidad
empresarial. El trabajo tuyo al frente de la Fundación Gloria Kriete no se
conforma con llevar alivio a personas que viven en pobreza y con falta de
salud, educación y oportunidades, sino intenta a sacarlos de esta exclusión. Y
esto es lo que necesitamos, y donde empresarios visionarios pueden y deben dar
aportes sostenidos. Por esto, el premio que recibiste, mejor debería llamarse Empresario Responsable, y no Empresario Benefactor.
Y tienes toda la razón, Celina: Sobre
esta responsabilidad empresarial, y sobre el aporte que puede dar a la sociedad
para superar la pobreza y la exclusión, hay que empezar a discutir en público.
Empezando con contar todo lo que se está haciendo en este campo: los logros,
los errores, los retos. Hay que contar los buenos ejemplos, hay que salir del
anonimato y de la pena de hablar de sus logros - para que el trabajo de
inversión social de las empresas se vuelva parte esencial de nuestra estrategia
de desarrollo, para que sea reconocido por la ciudadanía y al fin se convierta
en un imperativo, no solo ético sino también dictado por razón económica y de
desarrollo.
El problema es: ¿Cómo contar estas
historias de empresarios responsables y visionarios que hagan inversiones en
salud, educación, creación de oportunidades para superar la pobreza? El dilema
es: ¿Cómo contar estas obras sin caer en una publicidad utilitaria que da pena
a personas decentes como tú?
Yo me hice esta pregunta el año pasado,
cuando la empresa Albapetróleos comenzó a intervenir en la campaña electoral
con su masiva publicidad, proyectando los negocios controlados por el partido
FMLN y su aliado Venezuela como empresas con fin social que financian becas y
computadoras para estudiantes de familias pobres, remodelación de escuelas,
campañas de salud preventiva, etc.
Todo lo que Albapetroleo echó al asador
electoral para hacer ganar a su dueño, el partido FMLN, varias fundaciones del
empresariado salvadoreño lo están haciendo desde hace años. Pero sin promoverlo
en miles de spots de TV. Y sin convertirlo en campaña electoral.
Programas como Supérate, Comunidades Sostenibles, Fútbol Forever, Oportunidades, y
decenas de otros, financiados y ejecutados por fundaciones empresariales, y
otros directamente operados por numerosas empresas salvadoreñas, han hecho
inversiones en la superación de la pobreza mucho más grandes y ejecutados con
más profesionalidad y mejores resultados que las “obras” tan publicitadas de
ALBA. Hay que contar esta historias, precisamente para que lo que ahora es
asunto de unos visionarios, se convierta en parte esencial de nuestra
estrategia de desarrollo como país.
Que bueno que tú, Celina, has dado el
primer paso. Déjeme felicitarte por el reconocimiento que te dio la comunidad
empresarial. Si alguien lo ha merecido eres tú, que podría vivir la vida
despreocupada de la esposa de un hombre de grandes negocios, y estás trabajando
más que tiempo completo en proyectos de inversión social.
Saludos, Paolo Lüers
(Mas!/EDH)