Así que admitieron un recurso que quiere abolir la ley de amnistía y llevar a las cortes los crímenes cometidos en el marco de la guerra. Yo, como siempre defiendo a ustedes, dije inmediatamente: Tranquilitos, admisión de un recurso no significa su aceptación. Puede ser que lo admitieron con la intención de limpiar la mesa y declarar, de una vez por todo, constitucional la amnistía...
Bueno, lo mismo dije --tengo que confesar
mi error-- cuando ustedes admitieron el recurso contra el nombramiento de David
Munguía Payés como ministro de Justicia y Seguridad, y de Francisco Salinas,
como director general de la PNC – no por actos inconstitucionales, sino por
haber sido militares. Y ustedes fallaron contra ellos, descabezando, de un solo
tajo, al gabinete de Seguridad. Quitaron las dos cabezas que habían logrado
comprender y cuidar la oportunidad histórica que se había abierto al país con
la decisión de las pandillas de acordar una tregua entre ellas y dar los
primeros pasos en el proceso de su reinserción a la vida productiva y el estado
de derecho. Todavía pienso que atentar contra la tregua no fue su intención,
pero ciertamente fue la consecuencia. La gran paradoja: La política de
Seguridad no puede estar en manos de militares, aunque propongan soluciones
civilizadas, pero sí en manos de civiles, aunque regresen a políticas
represivas que ya sabemos que no dan soluciones...
Optimista que soy (y además fiel defensor
del esfuerzo histórico que ustedes hacen para establecer la independencia del
órgano judicial) vuelvo a depositar mi confianza en su sensatez y
responsabilidad. Francamente, no me puedo imaginar que ustedes querrán demoler
uno de los pilares del proceso de paz, de reconciliación y de la reconstrucción
conjunta del país: la amnistía. A la hora de analizar el recurso que tienen
sobre la mesa, ustedes tienen que tomar en cuenta que la amnistía es mucho más
que la ley que ahora solicitan abolir. La amnistía es la capacidad y voluntad
de entenderse mutuamente, incluyendo los errores y abusos de cada uno. La
amnistía es la esencia no sólo del cese de la guerra, sino de la reconciliación
y de la incorporación de la guerrilla y de los paramilitares a la vida
política. La amnistía es la base de un acuerdo entre las dos partes
beligerantes de no sólo dejar de matarse, sino de dejar de verse como enemigos
y comenzar a trabajar juntos para crear una sociedad donde quede erradicada la
violencia como método de llegar o defender el poder político.
Es inconcebible que alguien sensato
quiera destruir esta concepción de la amnistía. Tal vez encuentren fallas
legales en la ley de amnistía aprobada en el 1992. Bueno, repárenlas, si lo
consideran pertinente. Pero sin demoler la base sobre la cual tenemos ya 20
años de convivencia. La amnistía es la regla básica baja la cual todos nos
metimos en este juego de la democracia. Las reglas se pueden perfeccionar, pero
no cambiar de fondo.
En este país, en esta situación
específica de transición de la guerra a la paz en El Salvador, tomamos la
decisión de decretar esta forma de amnistía. Escogimos un camino diferente que
en otros países. Tal vez en Sudáfrica encontraron una fórmula más justa de
equilibrar la paz con la justicia. Pero no podemos reescribir nuestra historia
20 años después, y ciertamente no con una sentencia de la Sala de lo
Constitucional.
Confiando en su sabiduría, les saluda
Paolo Lüers
(Más!/EDH)