El Salvador es un país con 21 mil kilómetros cuadrados, con una línea costera de 321 kilómetros, sí tomamos la definición de franja costera de 20 kilómetros al interior de la dicha línea, entonces un tercio del país es costa y sí le agregamos la extensión de mar, según la definición en el artículo 84 de la Constitución, que son hasta las 200 millas náuticas desde la línea de marea más baja. Eso hace unos 100 mil kilómetros cuadrados de océano salvadoreño. Conclusión, El Salvador es más mar y costa que tierra firme.
En tierra firme nos cansamos de convivir con la miseria. De convivir con la gañanería política. Son innumerables las historias de pequeños truhanes que se aprovechan de su pequeño círculo de poder para tratar de llevarse algunos pesos de más. "Ponete vivo que si no el otro se lo lleva", parece ser la frase insignia de muchos salvadoreños. Comprensible por el hacinamiento en que vivimos, pero inadmisible como sociedad. Convivimos en infierno legal entorno al derecho sobre las tierras, sino pregunten a cualquier dueño de una pequeña parcela o gran finca si no ha tenido problemas.
En tierra firme abundan quienes tratan de mover un cerco para que su casa de playa tenga jardín más grande o por la necesidad de cultivar unos metros más de milpa. No quiero hacer un juicio de valor sobre sí en un caso está bien y en el otro no, el asunto es que no hay seguridad jurídica. Y eso sólo por poner unos cuantos ejemplos, ¿y si miramos al mar?
En el mar de nuestro país sucede de todo. Está en el olvido, nuestra ciudades, nuestras preocupaciones y nuestro diario vivir sucede de espaldas al mar. Tiramos la basura a los ríos y quebradas que van a parar al mar; utilizamos plaguicidas, fertilizantes y madurantes que van a parar al mar; dejamos que pasen narcolanchas; nuestra fuerza naval no tiene gasolina para mover sus botes; dejamos pescar a la flota camaronera en las tres millas náuticas que están prohibidas por ley; dejamos que se aletee tiburón; dejamos que exista piratería, cuántos no han sido robados mar adentro; dejamos que nuestros pescadores sean parte del circuito de narcomenudeo; permitimos que delfines y tortugas mueran por barcos que pescan con redes de arrastre; permitimos que se pesque hasta el agotamiento de nuestros recursos; permitimos que se pesque langosta de tallas que no han llegado a la edad reproductiva; permitimos que se arponee sin control (delfines, meros, etc.); permitimos que se pesque con dinamita; permitimos que se pesquen tiburones bebés; permitimos que en Acajutla los barcos descarguen las aguas de lastre sin ningún control e investigación; permitimos la pesca con palangre y centenares de tiburones, tortugas y delfines quedan enganchados con anzuelos hasta que mueren y le decimos pesca incidental; permitimos que barcos con bandera taiwanesa aleteen tiburón en nuestras mares; permitimos que ciudades hagan sus descargas de aguas negras en el mar sin tratamiento alguno, y cuantas cosas más que no nos enteramos.
El problema de nuestro mar es grave, ahí van a parar todos los desechos de la tierra, ese maravilloso océano que tenemos frente a nuestras costas merece respeto y admiración; ese recurso tan valioso que lo hemos tenido a nuestras espaldas merece mucho trabajo para protegerlo. Este no es un llamado solamente conservacionista, es una necesidad para comenzar de una vez por todas a ordenar El Salvador; a utilizar las maravillas que tenemos en una forma positiva y solventar nuestros problemas y porque esta vez no lo hacemos… ¡desde el mar hasta el Pital!
Publicado originalmente en EDH 20 de mayo de 2013: http://www.elsalvador.com/mwedh/nota/nota_opinion.asp?idCat=50839&idArt=7898740