jueves, 30 de mayo de 2013

Columna transversal: El saquismo. Lo que nos faltaba.

Desde que yo vivo en El Salvador, nunca he escuchado hablar a nadie de movimientos políticos que lleven el nombre de su fundador o dirigente, convirtiéndolo en caudillo. Hasta ahora.

Argentina produjo el peronismo, Venezuela el chavismo, España el franquismo, en cada caso con consecuencias terribles. Panamá inventó el arnulfismo, en Honduras muchas veces los movimientos políticos toman los nombres de sus líderes. Pero en El Salvador, nunca oí hablar del duartismo, d’abuissionianismo o funismo. Ni siquiera la izquierda que en Nicaragua se puso el nombre sandinismo, cayó tan bajo en El Salvador. Incorporaron el nombre de Farabundo Martí en el nombre de su frente guerrillero y luego partido, pero solamente los más retrazadas se definieron como farabundistas. Padecemos de muchas aberraciones, pero no de esta del caudillismo. Hasta ahora...

De repente surge el saquismo. Claro, como la candidatura de Elías Antonio Saca no puede sustentarse sobre los partidos que lo lanzan (Gana, PCN, PDC), porque son aun más desprestigiados que los dos partidos grandes que Saca quiere desplazar, tiene que sustentarse en el líder. Nace el saquismo. Nace por primera vez una campaña electoral a partir de una persona que aspira al poder y que se construye una alianza de partidos, la bandera personal, el programa personal... todo confeccionado a la medida de él.

Es irónico: Gran parte del profundo cansancio y del desencanto de la ciudadanía con los dos partidos grandes es debido a su resistencia de democratizarse. Y de institucionalizarse, o sea convertirse de maquinarias electorales y verticales en organizaciones plurales e incluyentes de ciudadanos. La gente ya no acepta que los partidos sean dirigidos por todopoderosos buros políticos que de dedo ponen candidatos. Es este desencanto que ha abierto espacio para una tercera fuerza. Pero lo absurdo es que lo nuevo es peor que lo viejo: Como alternativa a los partidos donde se pone de dedo a los candidatos, surge un candidato que de dedo pone movimiento. Si lo que pasó en ARENA y FMLN no es democrático, lo que pasa en Unidad es aun más caudillista, más vertical, centrada en un líder. Por esto, correctamente, la gente y los medios empiezan a hablar del saquismo.

Otro aspecto: Los ciudadanos son cansados del excesivo peso de las ideologías en los dos partidos grandes. Se abre el espacio para una fuerza que se evidentemente no tiene ideología. Pera no es que supera la ideología aplicando la razón y buscando el interés común, sino simplemente porque no tiene principios ni valores. Surge una alianza donde todo se vale, donde todos caben, porque no hay principio. Venden esta alianza como la superación de la polarización, pero no es que las ideologías hayan sido superadas, simplemente se hizo un truco: aquí no importa en qué creés, aquí podés seguir pensando lo que querrás: aquí la política es un negocio. Y este negocio tiene un dueño que es generoso y va a dejar suficiente sobre la mesa para que todos coman. Esto ya no tiene que ver con derecha o izquierda, así gobierno en Nicaragua Daniel Ortega, y así va a gobernar aquí Elías Antonio Saca. Nació el saquismo como la negación a las ideologías...

En este vacío caben todas las ideas y todas la personas, de derecha y de izquierda, de buena y de dudosa reputación. Así son los movimientos anti-partidos: plataformas de egos y los oportunistas que les sigan.

En el camino que falta recorrer hasta las elecciones, la ciudadanía, sobre todo su componente juvenil y crítico, va a tener que entender que si en un acto de rebeldía contra lo inmóvil, lo aburrido y lo poco sexi que son los partidos tradicionales, toman la decisión desesperada de apostar al saquismo, realmente se meterán de la lluvia a la tormenta.

Obviamente hay que rebelarse en contra de la estúpida ideologización que vuelven a expresar en sus campañas los dos partidos grandes, y en contra de la forma que han escogido candidatos – pero no apostando a una opción aun más autoritaria, vertical y centralista que es el caudillismo. Insisto: la única manera eficiente de rebelarse contra las bastiones del autoritarismo es tomárselas por asalto y transformarlas. 
(El Diario de Hoy)