Luego de 10 años de tener Suchitoto como mi segunda residencia, hoy nos despedimos. Ya no tendremos casa en nuestro barrio Concepción, ya no pasaremos todos los fines de semana en Suchi. Pero siempre regresaremos, ya no de vecinos, sino de visitantes.
Conocí Suchitoto en medio de la guerra. Estuve con los refugiados de La Bermuda cuando los trasladaron al penal de Suchitoto; estuve en Aguacayo dos días luego de que el ejército lo borrara del mapa; estuve en Palo Grande con el batallón de artillería. Estuve en la calle a Aguilares cuando el ejército trató de abrirla y no pudo. Todo esto de fotógrafo. Luego regresé a La Bermuda, pero ya llevando además de la cámara un fusil, La cámara para registrar la destrucción total de la hacienda; el fusil para abrirnos paso para cruzar la calle nueva y subir nuevamente a Palo Grande, donde esta vez habían morteros de los compas...
Al terminar la guerra pocas veces llegué a Suchitoto, mi corazón había quedado anclado mas bien en los cerros de Morazán...
Esto cambió en Semana Santa del 2001. Luego de pasar dos meses viajando por todos los pueblos destruidos por los terremotos, haciendo fotos de casas y vidas destruidas, llegué a Suchitoto para descansar. Cuando vimos las casas paradas, con sus puertas abiertas, Daniela y yo decidimos que era ahí donde queríamos tener una casa para compensar el stress de San Salvador, del trabajo, de la vida en medio del caos y del miedo...
Suchitoto nos acogió, de turistas nos convirtió en vecinos, en parte del barrio...
Lastimosamente ya no tenemos tiempo los fines de semana para pasarlos en el pueblo. La vida cambió. Dejamos la casa, pero siempre regresaremos al pueblo, a sus portales, a sus vecinos tan generosos. Ya no como residentes, pero siempre como amigos.
Quería mandarte, Suchitoto, una carta de adiós, y me salió una carta de amor. Así como siempre me pasó con novias de las cuales la vida me separó...
Paolo Lüers
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