Creer en la energía nuclear significa: Creer que los beneficios a corto plazo justifican los riesgos y daños a largo plazo. Así de simple. Los beneficios a corto plazo parecían sumamente atractivos: una fuente de energía renovable que reduce la dependencia del petróleo; una fuente de energía "limpia" que no contamina el aire como las plantas que queman petróleo, carbón o gas. Una industria rentable.
El problema es que la energía nuclear solamente es "limpia" y rentable mientras el sistema funciona. En el caso (poco probable pero de ninguna manera descartable) de un accidente grave que escapa del control de la alta tecnología, la contaminación radioactiva es devastadora. Los alemanes tienen para este caso el término GAU (Grösster Anzunehmender Unfall - el accidente más grave posible). Una cadena de reacción fuera de control.
Los que creen en la energía nuclear sostienen que esto es muy poco probable. Pero ya ha pasado en 1986 en Ucrania, donde los soviéticos perdieron el control sobre el centro nuclear Chernobyl. Este GAU expuso a toda Europa a una contaminación radioactiva desastrosa. Y aceleró la caída del bloque comunista.
Volvió a pasar un GAU ahora en Japón, donde el terremoto y el subsiguiente tsunami dañaron tanto al centro nuclear de Fukushima, que varios reactores se quedaron sin sistema de enfriamiento, lo que está provocando la fundición incontrolada de los reactores. Consecuencia: radiación libre; contaminación de suelo, aire, agua y productos agrícolas; generación de enfermedades y muerte lenta para miles. Una amenaza a la supervivencia de la metrópolis Tokio.
Fukushima está enseñando al mundo que la tecnología nuclear, por más sofisticada que sea, no puede asegurar seguridad y control en situaciones extremas: terremotos, ataques terroristas, accidentes extremos como la caída de un avión sobre un reactor nuclear.
Pero la cosa es mucho más grave: aun en ausencia de desastres extremos, los centros nucleares pueden sufrir un GAU y sus operadores pueden perder el control, sólo por la suma de accidentes pequeños debidos al desgaste y su combinación con errores humanos. Bajo el impacto del desastre a cámara lenta en Japón, en Alemania se han comenzado a publicar los reportes de accidentes en los centros nucleares. Y los alemanes se dieron cuenta que varias veces estuvieron cerca de un GAU, sin terremoto, sin tsunami, simplemente porque toda tecnología y todo personal técnico son falibles.
Toda tecnología conlleva riesgos. Nada es gratis. Para un avión de pasajeros el GAU es que caiga sobre edificios habitados. Es un riesgo controlable. No es el inicio de una cadena de reacción, como en el caso de la energía nuclear fuera de control. Es un riesgo calculable: pueden morir muchas personas, pero su número es limitado. Desastres como Chernobyl o Fukushima causan la muerte lenta de miles de personas sobre décadas. Simbolizan el uso irresponsable de una tecnología que por definición sale del control en casos extremos. No hay dispositivo de seguridad que resista a un GAU.
Si incluimos todo esto en el cálculo de costo de la energía nuclear, de repente ya no es rentable. Es rentable para sus operadores, pero no para la sociedad. Si no es rentable y tampoco "limpia", entonces ¿qué sentido tiene para la sociedad asumir los incalculables riesgos que implica?
Alemania decidió hace 10 años la salida de la energía nuclear (Atomausstieg), de forma gradual sobre un período de 20 años. Este "acuerdo nuclear" que negoció el gobierno de socialdemócratas y ecologistas con las cuatro compañías que operan los centros nucleares, fue revertido por el actual gobierno de conservadores y liberales: negociaron un nuevo acuerdo, regalando a las compañías 10 años adicionales para operar los centros nucleares viejos. Ganancia pura.
Inmediatamente después del desastre de Fukushima, la opinión pública alemana exigió al gobierno y la industria la salida más rápida posible de la tecnología nuclear. Ahora ya no hay partido que quiera mantener los centros nucleares más allá del 2020.
Y es una meta realista, porque desde que el gobierno impuso en el 2000 el plan de la salida (gradual, pero en última instancia total) de la energía nuclear, la industria comenzó a invertir en serio en tecnologías alternativas de energía renovable. Bajo los impactos de los altos precios del petróleo, estas inversiones en nuevas tecnologías se multiplicaron. De manera que ahora para Alemania la salida del sueño fatal de la energía nuclear ya no es un paso al vacío. Por lo contrario, la industria alemana ya sabe que con las tecnologías alternativas va a ganar igual o más que con la tecnología nuclear. El hecho de haber decidido, hace más de 10 años, la salida de la energía nuclear, generó a Alemania una ventaja tecnológica e industrial. Hoy, luego de Fukushima, cuando todo el mundo quiere invertir en energías renovables, Alemania está en condiciones de proporcionar la tecnología y las plantas.
La energía nuclear con sus incalculables riesgos, ya es tecnología del pasado.
(El Diario de Hoy)