El jueves de la semana pasada, el presidente de la República terminó su gira por los canales de televisión con una entrevista en canal 12. A menos que luego de sus largas entrevistas en cuatro canales piense ‘ir a los cantones’, como dicen los estrategas de campañas electorales. Todavía podría pedir audiencia en los canales religiosos y en los canales locales, por ejemplo el canal 23 de Will Salgado en San Miguel...
Mi colega Joaquín Samayoa ya explicó atinadamente esta ofensiva mediática: es ‘damage control’, el intento de limitar y suavizar el daño que le empiezan a causar al presidente sus erráticas políticas.
Cuando uno revisa la secuencia de las cuatro entrevistas presidenciales, salta a la vista la escalada de agresividad. Parece que las entrevistas en TCS, Megavisión y Canal 33 eran ensayos para el ataque frontal que lanzó en el Canal 12. Parece que el señor presidente de la República ha identificado dos adversarios principales: ANEP y los demás gremios empresariales; y el Diario de Hoy y sus comentaristas.
Que el presidente de la República identifique a un periódico como uno de los principales obstáculos para su gestión, no tiene nada de malo. No habla muy bien de él, pero sí del periódico en cuestión, de su independencia. Parece que por lo menos uno de los periódicos está haciendo bien su trabajo de fiscalizador del poder.
Como periodista me siento mucho más cómodo cuando existe distancia crítica entre los medios y el gobierno. Es bueno para la profesión. Es bueno incluso para los gobiernos, aunque normalmente no lo vean así. Cuando se borra esta distancia crítica entre prensa y gobernantes, como aquí era la regla durante décadas, pierden credibilidad ambos, gobierno y prensa, aunque pueden tener beneficios a corto plazo.
Lo sorprendente es que el actual gobierno, supuestamente ‘del cambio’, ha logrado mantener la mayoría de los medios como aliados o acobardados. Donde la administración de Tony Saca trató a los medios con una política de zanahoria, ‘el cambió’ lo hace diferente: mantuvo la zanahoria, pero la combina con el garrote. La zanahoria siendo la enorme pauta publicitaria del gobierno, para los medios, y múltiples prácticas de soborno, para los periodistas y editores; el garrote siendo el regaño público por parte del presidente, la suspensión de la pauta, y el cerco informativo, o sea la negación del acceso a la información pública a los periodistas y medios que no aceptan cantar en el coro orquestado por Casa Presidencial...
El ataque sistemático y, en el caso de la entrevista en Canal 12, desenfrenado del presidente a la empresa privada y sus gremios es un invento genuino del gobierno ‘del cambio’. El presidente está tan furioso con los dirigentes empresariales, porque se niegan a asumir la mitad del costo político por el próximo paquetazo de impuestos. Al gobierno se le está rompiendo el empaque de ‘pacto fiscal’, con el cual querían disfrazar la reforma tributaria y los nuevos impuestos que están preparando.
El conflicto público entre ejecutivo y empresariado sobre la concepción de un pacto fiscal evidencia que los gremios empresariales, al fin, están recuperando plenamente su autonomía frente al poder político, empeñada por malas prácticas de sumisión durante el gobierno de Tony Saca. El proceso de recuperación de la autonomía de los gremios empresariales, además en el contexto de un cambio de gobierno, obviamente generó conflictos, tanto dentro de los gremios, pero sobre todo con un gobierno que interpreta la defensa de intereses empresariales como boicot al gobierno y la oposición a sus propuestas como intento de desestabilización. ¿Cómo no va a ser conflictiva la relación con un gobierno que interpreta cualquier crítica a su esquema de pacto fiscal como muestra que la empresa privada no quiere pagar sus impuestos?
El gobierno habla de un pacto fiscal, cuy única finalidad es cobrar más impuestos. La empresa privada habla de un pacto fiscal, cuya finalidad es hacer más eficiente y más transparente el gasto del Estado. Sobre esta diferencia es difícil ponerse de acuerdo en cualquier sociedad, en cualquier país. Pero se vuelve imposible con un gobierno y un partido de gobierno que quieren más Estado, más gobierno, más regulación y más impuestos - no como un mal necesario, sino por principio, por convicción ideológica y para construir un ‘nuevo modelo económico’. ¿Cómo llegar a una visión conjunta del futuro de la nación con un gobierno y un partido gobernante que están profundamente convencidos que los empresarios son una banda de contrabandistas y evasores?
Los ataques tan viscerales que el presidente de la República hace al Diario de Hoy y los gremios empresariales son buena y mala noticia a la vez. La buena es que hay menos sumisión y más autonomía frente al poder presidencial. La mala es que hay, por parte del presidente, poco tolerancia frente a la insubordinación.
El presidente sabe que atacar a ANEP le da cierto rédito político, por lo menos a corto plazo y con las bases del FMLN. Aparentemente no le preocupa que este rédito viene con un alto costo a largo plazo: incertidumbre, falta de confianza, menos inversión. Este precio no le preocupa mucho, porque lo pagamos todos nosotros.
(El Diario de Hoy)