sábado, 30 de octubre de 2010

Carta a los diputados

Estimados amigos:

he llegado a una conclusión triste: detrás de sus permanentes ataques a la Sala de lo Constitucional se esconde pura envidia. Simplemente están celosos.

Supuestamente ustedes son los padres de la patria, el primer órgano del estado, las mujeres y los hombres más independientes del país: sólo tienen que obedecer a su conciencia...

Pero la práctica no es así: son empleados de los partidos. Todos los días les dicen cómo votar, qué decir, cuándo callar, por quién levantar la mano...

Así eligieron, hace un año, a los nuevos magistrados de la Corte. De arriba, de alguna negociación a la cual no fueron invitados, les vino una lista: Estos son los nuevos magistrados, ¡ratifíquenlos!

Siempre obediente, los ratificaron. Supuestamente para poner a funcionar una nueva Corte igualmente sumisa y obediente como las anteriores - y como ustedes.

Y de repente estos señores tienen huevos. De repente se toman en serio la independencia que por la Constitución les corresponde (igual que teóricamente les corresponde a ustedes los diputados). De repente los magistrados dejan de obedecer a los partidos que los pusieron. Sacan sentencias para reducir el poder de las direcciones partidarias. Empiezan a desmontar la partidocracia. Les tiran la pelota a ustedes, para que hagan las reformas necesarias.

Y ustedes, en vez de agarrar la pelota y apoyarlos, se acobardan. En vez de unir fuerzas con los magistrados para juntos construir más democracia, con instituciones más independientes, empiezan a conspirar para cortarles las alas a los magistrados. ¡Ya están preparando reformas para limitar la independencia de los magistrados!

Pura envidia. Ustedes ya son tan sumisos que ya no aguantan que otros se toman la libertad de ser independientes. Tan cobardes que no aguantan que otros muestren coraje.

El mundo al revés: la Sala abriendo caminos para que la Asamblea sea más fuerte, más independiente. Y ustedes atacándolos. Defendiendo sus cadenas.

Cuando la esclavitud (dependencia) se hace una condición mental, ya no es suficiente que alguien les quita las cadenas, para que busquen su libertad (independencia). Sobre todo cuando las cadenas son de oro...

Que triste.

Paolo Lüers

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