Estimado señor Zelaya:
Luego de un buen rato de no escribirle, hoy le mando mi última carta, la de despedida, para decirle adiós. La historia lo dejó atrás. O más bien: Usted, en vez de hacer historia, eligió un callejón sin salida.
Mañana el pueblo hondureño elegirá a su nuevo presidente - ¿y Zelaya? Acampado en la embajada de Brasil, resentido, deprimido, frustrado, solo. Los únicos amigos que hoy le quedan son los que lo metieron en este desmadre: Hugo Chávez, Daniel Ortega, y los conspiradores de la izquierda radical hondureña que necesitaban a un tonto útil para ayudarles a botar la Constitución.
Sus amigos brasileños al rato le van a pedir que abandone la embajada. Los gringos ya le mostraron la espalda en el momento que se dieron cuenta que la mayoría de los hondureños apostaba a las elecciones, no a un ex-presidente que recibía ordenes desde Caracas.
Así que, estimado señor Zelaya, mañana se le acaba la peseta. Honduras tendrá a un nuevo presidente electo libremente – y ustedes no lo han podido evitar.
A usted sólo le quedan dos alternativas: salir de su refugió con la frente en alta, para encarar la justicia – o salir del país como entró, clandestinamente, como un capitán que abandona al barco, dejando a sus tripulantes a un destino incierto...
Ojala que tenga el valor de hacer lo primero.
Saludos, Paolo Lüers
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