Está sobre la mesa el presupuesto, pero solamente el ordinario. El presupuesto extraordinario, su complemento indispensable para entender las prioridades políticas y sociales del gobierno, se menciona frecuentemente, pero no ha sido entregado. Quiere decir que el gobierno Funes solicita a la Asamblea aprobar un presupuesto parcial sin conocer números confiables del complemento extraordinario. Propuesta indecente.
Hay otro documento que se menciona, del cual incluso a veces se sueltan párrafos y números parciales, pero que nadie afuera del gobierno tiene en sus manos para analizarlo: la reforma fiscal. O, como el ministro de Hacienda lo llamó el otro día: la ‘revisión’ fiscal.
Entonces, la cosa es más grave: El gobierna además solicita a la Asamblea a aprobar un presupuesto ordinario (que por ley tiene que ser financiado), reservándose debajo de la manga los mecanismos de cómo realmente financiarlo. Solicitud perversa.
Sólo conociendo, analizando y debatiendo los tres documentos juntos (presupuesto ordinario, presupuesto extraordinario, y la reforma fiscal completa), la Asamblea puede aprobar el presupuesto – y la empresa privada, los inversionistas, los ciudadanos podemos (o no) tener confianza en la política tributaria y fiscal del nuevo gobierno.
Los diputados deberían negarse a debatir el presupuesto hasta que el gobierno no haya puesto sobre la mesa todas las cartas. Todas las cartas: el presupuesto regular, el presupuesto extraordinario, los préstamos, los impuestos, la base tributaria. Donde piensan aumentar el gasto social, pero también donde van a reducirlo.
Sobre la mesa también los paquetazos: Todas las condiciones que imponen los señores del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial, del Banco Interamericano, para seguir prestando.
¿Se recuerdan de los gritos de la izquierda contra los ‘paquetazos’ de Duarte y luego contra los ‘paquetazos neoliberales’ de Cristiani? Hoy que la izquierda es gobierno, ya no los llama ‘paquetazos’, pero siguen siendo lo mismo. Y paquetazos vienen, esté quién esté en el gobierno...
Entonces, queremos sobre la mesa todo el paquete fiscal – lo que afecta a los ricos, lo que afecta a los pobres, todo... No sólo lo que llaman ‘revisión’ y ‘lucha contra la evasión’, sino también el impuesto predial y el impuesto sobre los ahorros. Y también, de una sola vez, los planes que tienen de aumentar en tres puntos el IVA en el 2010. O sea, la revisión y la reforma.
También habrá que discutir los vacíos, lo que no aparece en el paquete. Hablan de ‘ampliar la base tributaria’, pero esto es un término tan técnico que asusta a nadie. Urge hablar abiertamente de cómo cobrar IVA y renta al sector informal, que incluye no sólo negocios precarios de pobres, sino también negocios florecientes que mueven millones de dólares. Pero todas la medidas fiscales que hasta ahora se han mencionado, se concentran en cómo cobrarle más a los negocios que son contribuyentes, y no en los negocios que nunca han pagado. Hay que cobrarle a todos, incluyendo todo el sector informal. A los que venden poco, poco. A los que venden mucho, mucho.
¿O simplemente no quieren decir a los buseros que en vez de cobrar subsidios les tocará pagar impuestos? ¿O a los mayoristas detrás de las ventas callejeras, que ya no podrán hacer competencia desleal al comercio formal que paga impuestos?
Nada de cartas debajo de la manga para sacarlas después, o sea una vez aprobado el presupuesto ordinario. Una vez que todas las cartas –todas las propuestas, todos los impuestos, todas la medidas, todos los planes de ampliación de la base tributaria al sector informal, todos los planes de ahorro- estén sobre la mesa, se puede iniciar un debate nacional y llegar a acuerdos sólidos. Un debate donde todo el mundo sabe qué está en juego y qué viene después.
Eso se llama construir confianza. De todos modos, si en el proceso no se construye confianza entre gobierno, oposición, consumidores, empresarios e inversionistas, de nada sirve un presupuesto ni una ‘revisión’ fiscal. Sin esta confianza, de todos modos no arrancará la economía.
Sólo en los próximos meses, que el gobierno necesita la aprobación del presupuesto ordinario y de los préstamos (incluidos en el presupuesto extraordinario) tiene sentido hacer este debate y esta negociación entre todos. Una vez que los presupuestos están aprobados, ya no hay nada que negociar...
Por el momento, todos estamos confundidos. No porque seamos tontos, sino porque el gobierno juega con cartas debajo de la manga. Si nos dicen claramente lo que viene y qué es lo que todos tendremos que pagar para que el país salga a flote, a lo mejor lo entendemos y le hacemos huevos juntos.
Hay otro documento que se menciona, del cual incluso a veces se sueltan párrafos y números parciales, pero que nadie afuera del gobierno tiene en sus manos para analizarlo: la reforma fiscal. O, como el ministro de Hacienda lo llamó el otro día: la ‘revisión’ fiscal.
Entonces, la cosa es más grave: El gobierna además solicita a la Asamblea a aprobar un presupuesto ordinario (que por ley tiene que ser financiado), reservándose debajo de la manga los mecanismos de cómo realmente financiarlo. Solicitud perversa.
Sólo conociendo, analizando y debatiendo los tres documentos juntos (presupuesto ordinario, presupuesto extraordinario, y la reforma fiscal completa), la Asamblea puede aprobar el presupuesto – y la empresa privada, los inversionistas, los ciudadanos podemos (o no) tener confianza en la política tributaria y fiscal del nuevo gobierno.
Los diputados deberían negarse a debatir el presupuesto hasta que el gobierno no haya puesto sobre la mesa todas las cartas. Todas las cartas: el presupuesto regular, el presupuesto extraordinario, los préstamos, los impuestos, la base tributaria. Donde piensan aumentar el gasto social, pero también donde van a reducirlo.
Sobre la mesa también los paquetazos: Todas las condiciones que imponen los señores del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial, del Banco Interamericano, para seguir prestando.
¿Se recuerdan de los gritos de la izquierda contra los ‘paquetazos’ de Duarte y luego contra los ‘paquetazos neoliberales’ de Cristiani? Hoy que la izquierda es gobierno, ya no los llama ‘paquetazos’, pero siguen siendo lo mismo. Y paquetazos vienen, esté quién esté en el gobierno...
Entonces, queremos sobre la mesa todo el paquete fiscal – lo que afecta a los ricos, lo que afecta a los pobres, todo... No sólo lo que llaman ‘revisión’ y ‘lucha contra la evasión’, sino también el impuesto predial y el impuesto sobre los ahorros. Y también, de una sola vez, los planes que tienen de aumentar en tres puntos el IVA en el 2010. O sea, la revisión y la reforma.
También habrá que discutir los vacíos, lo que no aparece en el paquete. Hablan de ‘ampliar la base tributaria’, pero esto es un término tan técnico que asusta a nadie. Urge hablar abiertamente de cómo cobrar IVA y renta al sector informal, que incluye no sólo negocios precarios de pobres, sino también negocios florecientes que mueven millones de dólares. Pero todas la medidas fiscales que hasta ahora se han mencionado, se concentran en cómo cobrarle más a los negocios que son contribuyentes, y no en los negocios que nunca han pagado. Hay que cobrarle a todos, incluyendo todo el sector informal. A los que venden poco, poco. A los que venden mucho, mucho.
¿O simplemente no quieren decir a los buseros que en vez de cobrar subsidios les tocará pagar impuestos? ¿O a los mayoristas detrás de las ventas callejeras, que ya no podrán hacer competencia desleal al comercio formal que paga impuestos?
Nada de cartas debajo de la manga para sacarlas después, o sea una vez aprobado el presupuesto ordinario. Una vez que todas las cartas –todas las propuestas, todos los impuestos, todas la medidas, todos los planes de ampliación de la base tributaria al sector informal, todos los planes de ahorro- estén sobre la mesa, se puede iniciar un debate nacional y llegar a acuerdos sólidos. Un debate donde todo el mundo sabe qué está en juego y qué viene después.
Eso se llama construir confianza. De todos modos, si en el proceso no se construye confianza entre gobierno, oposición, consumidores, empresarios e inversionistas, de nada sirve un presupuesto ni una ‘revisión’ fiscal. Sin esta confianza, de todos modos no arrancará la economía.
Sólo en los próximos meses, que el gobierno necesita la aprobación del presupuesto ordinario y de los préstamos (incluidos en el presupuesto extraordinario) tiene sentido hacer este debate y esta negociación entre todos. Una vez que los presupuestos están aprobados, ya no hay nada que negociar...
Por el momento, todos estamos confundidos. No porque seamos tontos, sino porque el gobierno juega con cartas debajo de la manga. Si nos dicen claramente lo que viene y qué es lo que todos tendremos que pagar para que el país salga a flote, a lo mejor lo entendemos y le hacemos huevos juntos.
(El Diario de Hoy/Observador)