sábado, 16 de mayo de 2009

La primera baja de ‘el cambio’


Vino ‘el cambio’, con su primera baja: William Meléndez, recién despedido director del noticiero Hechos y entrevistador del canal 12.

William ahora está pagando dos pecados: primero, aceptar el cargo de Mauricio Funes, cuando a él lo echaron del canal en el 2005. Funes demandaba que todo el personal se solidarizara con él, pero muchos dijeron, como William Menéndez: Como jefe, durante años nos trataste con las patas, no te debemos nada...

El segundo pecado: su independencia. Durante los años al frente del noticiero y de la entrevista, William no se dejó mangonear ni presionar de nadie. Ni del gobierno, ni del Frente, ni de Mauricio.

Cuando los mexicanos de TV Azteca compraron el Canal 12, al rato entraron en conflicto con Funes, quien bajo la tutela del fundador del canal, Jorge Zedán, se había ganado un poder ilimitado sobre la línea editorial del canal. Y sobre todo el personal editorial. Cuando los nuevos dueños querían reformar la estructura de la redacción, con una distribución más funcional de tareas y responsabilidades, Funes se negó. Terminó despedido, y cualquiera que se negaba a solidarizarse con él, se convirtió en enemigo personal y en traidor a la causa del periodismo crítico como lo entendía Funes.

Cuando años después Funes se convirtió en candidato presidencial, y cuando las encuestas le dieron buenas posibilidades de asumir el poder, muchos se hicieron amigos de Mauricio Funes. Y el candidato, sabiendo que no le convenía apoyarse sólo apoyarse en el FMLN, buscó a nuevos amigos. Para impresionar a los poderes fácticos del capital salvadoreño que todos estaban apoyando a su rival arenero, se hizo amigo de varios magnates mexicanos. La presea mas valiosa: El hombre que había echado de su canal en El Salvador a Mauricio Funes cuando todavía era un periodista, o sea un don nadie: Ricardo Salinas Pliego, dueño de TV Azteca.

Don Ricardo seguramente siente que algo le debe a este periodista convertido en candidato. Le empieza a recompensar. Cuando el candidato considera pertinente expresarse en las pantallas del canal 12, William Meléndez no recibe llamadas del comando de campaña de Funes, sino de México DF, comunicándole el día y la de la entrevista a realizarse con el señor candidato.

Otro pecado de William Menéndez: a pesar de que es sumamente extraño que desde al cuartel general de México le programen entrevistas, no se opone. Pero las conduce como Dios (o más bien la ética profesional) manda: con criterio independiente, no excluyendo preguntas críticas e incómodas. De estos raros reencuentros entre Funes y Meléndez en la pantalla del 12 salen entrevistas interesantes, muy diferentes a las realizadas en otros canales nacionales. Nada de entrevista lite, nada de periodismo de cortesía...

Una vez que Funes es presidente electo, los favores que consigue por parte de su nuevo amigo mexicano -quien cuatro años antes era enemigo suyo, del periodismo independiente de la humanidad al echarlo del 12- aumentó el nivel de favores. Ahora le presta a Funes su avión privado para viajar de manera más cómoda y plantosa a cumbres presidenciales. Parece que está dispuesto a prestar aún más: su canal de televisión. Hoy, a pocos días del traspaso oficial del poder, Funes recibe el favor que realmente borra el pasado y sella la nueva amistad: la cabeza de William Meléndez.

Así de simple: A William Meléndez echaron para quedar bien con el señor presidente. No es que no tienen el derecho de hacerlo. Nadie está llorando, a diferencia del año 2005, cuando un entrevistador desempleado se presentó como víctima del sistema represor y puso a llorar a toda la izquierda del país, comenzando así su carrera hacia la presidencia. No, los dueños del canal tienen derecho a poner en su pantalla a las caras que consideran conveniente.

Pero Funes y el Frente mejor dejen de hablar sobre ‘la defensa de la independencia del periodismo contra los oligopolios’.

William Meléndez es la primera baja en la guerra sobre el control de los medios que se va a desatar con la llegada de ‘el cambio’. Para no asumir que detrás de su despido haya algo tan bajero como un colega resentido que toma venganza al llegar al poder...

(El Diario de Hoy, Observador)