Luego de los 17 asesinatos que cometiera un adolescente en Alemania, la política se enfrasca en los debates usuales: prohibición de los juegos digitales de combate; endurecer la ley de armas; crítica a los clubes de tiro... Pero la verdad es: la política es impotente. Tienen que actuar los padres.
Los autores de los últimos masacres cometidos por jóvenes en Alemania (en Erfurt, Emstetten y Winnenden) provienen del cómodo centro de nuestra sociedad. Esto es lo que hace aun más inquietante el abismo en el borde del cual estamos parados. Pero esto significa que las consecuencias que tenemos que sacar de los hechos monstruosos no hay que buscarlas en nuevas leyes o en endurecer las existentes, sino en nosotros mismos.
La política ya no sabe qué hacer. Quien dice que sabe cómo arreglar ese problema desde arriba, miente. Los socialdemócratas quieren regular a los clubes de tiro, los democristianos quieren prohibir juegos de computación...
Es absurdo: En tiempos tranquilos el ciudadano común sospecha a Alemania de estar en proceso de convertirse en un estado autoritario que controla a sus ciudadanos. Pero luego de Erfurt, Emstetten y Winnenden gritamos por más control...
Después de los masacres de Erfurt (2002) y Emstetten (2006), el debate político se desarrolló igual que hoy. Dos veces se han endurecido las leyes de armas – y eso no sirvió nada para prevenir la tercera masacre cometida por un joven enloquecido (Winnenden, 2009).
Quien no sabe qué están haciendo sus hijos que qué los mueve, se vuelve culpable
Pero esa pregunta por la responsabilidad personal es la que menos nos hacemos. Sin embargo, esa es la pregunta clave. ¿Quién, si no los padres, es responsable por las acciones de sus hijos? Quien no se preocupa por sus hijos; quien no sabe qué es lo que los mueve, conmueve y angustia; quien no sabe qué películas están viendo, qué sitios de Internet frecuentas, se hace culpable – primero rente a sus hijos. Y tal vez, como en el caso de Winnenden, rente a su ciudad entera, rente a su país.
El padre del asesino de Winnenden tuvo una colección de más de una decena de armas de fuego en su casa – con una de ellos, su hijo cometió la masacre. Pero antes de condenar a la familia que no conocemos, pregúntese: ¿Cómo se llama el niño que comparte el pupitre con su hijo? ¿Qué libro está leyendo? ¿O no lee? ¿Cuántas horas su hijo pasó vagando ayer – y con quién? ¿Cuál profesor le dio rabia a su hijo? ¿Qué planes tienen su hijo y su hija para el próximo fin de semana? ¿Cuándo fue la última vez que usted le explicó a sus hijos algo con lo cual realmente pueden conectar?
Por supuesto, todo esto no es nada cool. Sin embargo, si su hijo a medianoche está jugando en la compu en vez de dormir, usted es el que tiene que apagarla. Educación no siempre está basada en consenso. Y computadoras no son babysitters, por más que sirvan para ponerlos ‘quietos’.
Y quien piensa que todo esto es problema de las familias marginadas, es ignorante. En la clase media sólo se disfraza mejor la ausencia de comunicación.
No se trata de volver a establecer la dictadura en los cuartos de los niños, sólo de mostrar interés. Hablar. Jugar. Compartir placeres. Mutuamente tomarse en serio. Estar uno para el otro. Eso se llama familia.
No importa si es una familia tradicional, en la familia compuesta por dos adultos y os hijos de cada uno, en la familia de una mujer sin esposo – tenemos que interesarnos por nuestros hijos. Obviamente, a veces los padres carecen de tiempo o de fuerza o de fantasía. En estos casos, acordémonos de nuestra propia infancia o adolescencia. En el fondo sabemos qué fue bueno para nosotros – y qué no lo fue. Un arsenal bélico en la sala seguramente no es parte de la memoria de nuestra felicidad infantil. Pero, sobre las leyes de armas y la prohibición de los juegos digitales ya se habló bastante. Ahí no está el problema.
El problema principal son padres que no hacen su trabajo.
(Spiegel-Online, Alemania. Traducción de P.L.)
Los autores de los últimos masacres cometidos por jóvenes en Alemania (en Erfurt, Emstetten y Winnenden) provienen del cómodo centro de nuestra sociedad. Esto es lo que hace aun más inquietante el abismo en el borde del cual estamos parados. Pero esto significa que las consecuencias que tenemos que sacar de los hechos monstruosos no hay que buscarlas en nuevas leyes o en endurecer las existentes, sino en nosotros mismos.
La política ya no sabe qué hacer. Quien dice que sabe cómo arreglar ese problema desde arriba, miente. Los socialdemócratas quieren regular a los clubes de tiro, los democristianos quieren prohibir juegos de computación...
Es absurdo: En tiempos tranquilos el ciudadano común sospecha a Alemania de estar en proceso de convertirse en un estado autoritario que controla a sus ciudadanos. Pero luego de Erfurt, Emstetten y Winnenden gritamos por más control...
Después de los masacres de Erfurt (2002) y Emstetten (2006), el debate político se desarrolló igual que hoy. Dos veces se han endurecido las leyes de armas – y eso no sirvió nada para prevenir la tercera masacre cometida por un joven enloquecido (Winnenden, 2009).
Quien no sabe qué están haciendo sus hijos que qué los mueve, se vuelve culpable
Pero esa pregunta por la responsabilidad personal es la que menos nos hacemos. Sin embargo, esa es la pregunta clave. ¿Quién, si no los padres, es responsable por las acciones de sus hijos? Quien no se preocupa por sus hijos; quien no sabe qué es lo que los mueve, conmueve y angustia; quien no sabe qué películas están viendo, qué sitios de Internet frecuentas, se hace culpable – primero rente a sus hijos. Y tal vez, como en el caso de Winnenden, rente a su ciudad entera, rente a su país.
El padre del asesino de Winnenden tuvo una colección de más de una decena de armas de fuego en su casa – con una de ellos, su hijo cometió la masacre. Pero antes de condenar a la familia que no conocemos, pregúntese: ¿Cómo se llama el niño que comparte el pupitre con su hijo? ¿Qué libro está leyendo? ¿O no lee? ¿Cuántas horas su hijo pasó vagando ayer – y con quién? ¿Cuál profesor le dio rabia a su hijo? ¿Qué planes tienen su hijo y su hija para el próximo fin de semana? ¿Cuándo fue la última vez que usted le explicó a sus hijos algo con lo cual realmente pueden conectar?
Por supuesto, todo esto no es nada cool. Sin embargo, si su hijo a medianoche está jugando en la compu en vez de dormir, usted es el que tiene que apagarla. Educación no siempre está basada en consenso. Y computadoras no son babysitters, por más que sirvan para ponerlos ‘quietos’.
Y quien piensa que todo esto es problema de las familias marginadas, es ignorante. En la clase media sólo se disfraza mejor la ausencia de comunicación.
No se trata de volver a establecer la dictadura en los cuartos de los niños, sólo de mostrar interés. Hablar. Jugar. Compartir placeres. Mutuamente tomarse en serio. Estar uno para el otro. Eso se llama familia.
No importa si es una familia tradicional, en la familia compuesta por dos adultos y os hijos de cada uno, en la familia de una mujer sin esposo – tenemos que interesarnos por nuestros hijos. Obviamente, a veces los padres carecen de tiempo o de fuerza o de fantasía. En estos casos, acordémonos de nuestra propia infancia o adolescencia. En el fondo sabemos qué fue bueno para nosotros – y qué no lo fue. Un arsenal bélico en la sala seguramente no es parte de la memoria de nuestra felicidad infantil. Pero, sobre las leyes de armas y la prohibición de los juegos digitales ya se habló bastante. Ahí no está el problema.
El problema principal son padres que no hacen su trabajo.
(Spiegel-Online, Alemania. Traducción de P.L.)