El segundo día después que arribé a este país, me senté en la arena a la orilla de la playa en Marina del Rey, cerca del aeropuerto internacional de Los Ángeles. Hacía dos semanas había dejado mi natal San Salvador, al concluir la guerra civil que durante dos décadas había impactado para siempre mi vida. Allí pensé en todos los cadáveres que en nombre de la democracia, el socialismo y el comunismo fueron sacrificados.
Una semana después estaba tomándome fotos frente a la casa blanca y por primera vez en toda mi vida, pude estar cerca de un policía sin sentir temor de él y tener que esconderme o estar listo para defender mi vida. Ese día, por primera vez en toda mi vida, sentí la paz que otorga vivir en un estado de derecho, de vivir en democracia.
Como yo, millones de compatriotas y hermanos latinoamericanos han experimentado ese mismo beneficio, el cual, durante los últimos ocho años se ha venido disminuyendo por medio de la opresión política ejercida por las políticas públicas anti inmigrantes, fomentadas por el presidente Bush y los republicanos en el senado y la cámara de representantes, que claramente son destinadas hacia los latinos en este país, a través de las redadas y deportaciones masivas.
En unas horas se escribirá una nueva página en la historia de Estados Unidos, y puede llegar a ser la más trascendental para la democracia universal, y que a la vez, logre transformar la manera histórica de hacer política en el mundo.
Al despertar de este nuevo siglo, este país amaneció gozando de una relativa paz mundial, así como, de las bonanzas de la riqueza, que las políticas económicas produjeron para los que vivimos aquí; sin embargo, mientras el alba del siglo crecía, se realizó un cambio en el liderazgo político, que ahora hereda una guerra y una crisis económica que no parece llegar a su fin, pero sobre todo, una disminución en las libertades democráticas para los nuevos inmigrantes en este país.
Afortunadamente, la democracia y el respeto al derecho de las libertades ciudadanas, tienen una esperanza firme de reestablecerse. Al emprender la recta final de la elección presidencial y legislativa, la cual, según encuestas de opinión pública y el voto de veintitrés millones de ciudadanos que de manera tempranera han ejercido su derecho ciudadano, nos damos cuenta que el partido demócrata se encamina a conquistar la presidencia de la república y a la vez, aumentará considerablemente su representación legislativa en el senado y la cámara de representantes.
Este hecho es motivo de celebración y euforia histórica para la comunidad de origen latinoamericano en todo el país, ya que durante los pasados dos periodos presidenciales, hemos venido viviendo el atropello a nuestros derechos civiles, la reducción en nuestro potencial de crecimiento económico y el señalamiento como responsables de los males de este país. Está en nuestras manos cambiar nuestro destino.
Aún cuando estos resultados preliminares motiven nuestra esperanza y euforia, es nuestra responsabilidad asegurar esta victoria histórica que anhelamos vivir y para ello es necesario que los latinos aptos para votar no dejen de acudir a las urnas y manifiesten su voluntad y además, que los voluntarios cívicos nos mantengamos tocando esas puertas y haciendo esas llamadas telefónicas, para motivar el voto latino, y que el día de la elección, colaboremos en trasportar a quienes así lo necesitan y en cada centro de votación designado, facilitemos con convencimiento las respuestas que los indecisos tengan, para asegurar el cambio político histórico que la democracia que hace unos años conocí se merece.