Ya empezaron a aburrir las campañas. Giras y caravanas, caravanas y giras... Necesarias, tal vez excitantes para los pueblitos visitados, tal vez aprendizaje importante para los candidatos. Pero para el gran público, sin ningún sex appeal...
Al fin, movimiento. Se abre el telón a un nuevo acto: Salen los posibles candidatos a la vicepresidencia de ARENA. Normalmente, el acto más aburrido de la obra, por la poca importancia de la vicepresidencia. Esta vez, en ARENA, el acto decisivo. Esta vez, con la selección del candidato a la vicepresidencia, ARENA define su proyecto político y Rodrigo Ávila define el carácter de su candidatura. Nada menos.
Entre los nombres de los candidatos publicados en los diferentes medios hay varios muy honorables, pero no todos tienen el potencial de dar impulso y rumbo a la candidatura de Rodrigo Ávila. Luís Mario Rodríguez y René León, serían formidables vicepresidentes, pero no suman nada a la candidatura de Ávila. No aportan a trascender el potencial electoral de ARENA, que ya sabemos que no es suficiente para ganar. Elizabeth de Calderón aporta algo sustancial: la reunificación del partido. Pero esto no es suficiente para remontar. Cualquiera de estos tres personajes tiene la capacidad de definir el carácter de la candidatura. Sólo que lo define de manera equivocada. Define que ARENA va a ir sólo, va a tratar de ganar como ARENA. Proyecta la incapacidad (o falta de voluntad) de ARENA de transformarse, de incorporarse constructivamente en la construcción de un proyecto nuevo mucho más amplio, mucho más plural que un partido, incluso que la suma de los partidos que se podrían coaligar. Las tres personas en cuestión son excelentes, pero no son lo que ARENA necesita.
Pero parecen otros nombres: Arturo Zablah y Elena de Alfaro. No sirven para limpiar la casa arenera. Las condiciones internas de su partido las tiene que crear el presidente del COENA. No necesita para esto gastar la ficha de la vicepresidencia. Un partido que sólo ya no puede ganar, tiene que usar la fórmula presidencial para proyectar su capacidad de innovación y de alianza, su audacia. Ambos, Arturo Zablah como Elena de Alfaro, serían candidatos con este potencial, con esta voluntad, con esta capacidad de mandar señales. Ambos representan sectores empresariales comprometidos con el concepto de la justicia social y de las reformas necesarias para reforzar y democratizar las instituciones del Estado. Más allá, representan los sectores al centro de la sociedad --en el sentido socioeconómico y en el sentido ideológico-- que no se sienten representados por ARENA, pero que se sienten más cómodos construyendo un proyecto político compartido y consensuado con ARENA que con el FMLN. Ojo, dije con ARENA, no en ARENA. Son los sectores que van a definir estas elecciones.
Ojala que Rodrigo Ávila y su equipo tengan claro que nada ganan tratando de incorporar a estos posibles candidatos a su partido. De cualquier manera, no se dejarían. No entrarían en la jugada para salvar a ARENA. Jamás. Si entran sería para salvar al modelo político y económico, reformándolo.
Incluso en el caso hipotético que se dejarían convencer, al momento de ponerse la camiseta de ARENA y cantar su himno, perderían su capital: credibilidad, independencia, distancia crítica, impulso reformador. Y la capacidad de aglutinar, alrededor de ellos, los sectores más interesados en un proyecto reformador y responsable.
Se abrió el telón al acto decisivo de este drama salvadoreño.
Al fin, movimiento. Se abre el telón a un nuevo acto: Salen los posibles candidatos a la vicepresidencia de ARENA. Normalmente, el acto más aburrido de la obra, por la poca importancia de la vicepresidencia. Esta vez, en ARENA, el acto decisivo. Esta vez, con la selección del candidato a la vicepresidencia, ARENA define su proyecto político y Rodrigo Ávila define el carácter de su candidatura. Nada menos.
Entre los nombres de los candidatos publicados en los diferentes medios hay varios muy honorables, pero no todos tienen el potencial de dar impulso y rumbo a la candidatura de Rodrigo Ávila. Luís Mario Rodríguez y René León, serían formidables vicepresidentes, pero no suman nada a la candidatura de Ávila. No aportan a trascender el potencial electoral de ARENA, que ya sabemos que no es suficiente para ganar. Elizabeth de Calderón aporta algo sustancial: la reunificación del partido. Pero esto no es suficiente para remontar. Cualquiera de estos tres personajes tiene la capacidad de definir el carácter de la candidatura. Sólo que lo define de manera equivocada. Define que ARENA va a ir sólo, va a tratar de ganar como ARENA. Proyecta la incapacidad (o falta de voluntad) de ARENA de transformarse, de incorporarse constructivamente en la construcción de un proyecto nuevo mucho más amplio, mucho más plural que un partido, incluso que la suma de los partidos que se podrían coaligar. Las tres personas en cuestión son excelentes, pero no son lo que ARENA necesita.
Pero parecen otros nombres: Arturo Zablah y Elena de Alfaro. No sirven para limpiar la casa arenera. Las condiciones internas de su partido las tiene que crear el presidente del COENA. No necesita para esto gastar la ficha de la vicepresidencia. Un partido que sólo ya no puede ganar, tiene que usar la fórmula presidencial para proyectar su capacidad de innovación y de alianza, su audacia. Ambos, Arturo Zablah como Elena de Alfaro, serían candidatos con este potencial, con esta voluntad, con esta capacidad de mandar señales. Ambos representan sectores empresariales comprometidos con el concepto de la justicia social y de las reformas necesarias para reforzar y democratizar las instituciones del Estado. Más allá, representan los sectores al centro de la sociedad --en el sentido socioeconómico y en el sentido ideológico-- que no se sienten representados por ARENA, pero que se sienten más cómodos construyendo un proyecto político compartido y consensuado con ARENA que con el FMLN. Ojo, dije con ARENA, no en ARENA. Son los sectores que van a definir estas elecciones.
Ojala que Rodrigo Ávila y su equipo tengan claro que nada ganan tratando de incorporar a estos posibles candidatos a su partido. De cualquier manera, no se dejarían. No entrarían en la jugada para salvar a ARENA. Jamás. Si entran sería para salvar al modelo político y económico, reformándolo.
Incluso en el caso hipotético que se dejarían convencer, al momento de ponerse la camiseta de ARENA y cantar su himno, perderían su capital: credibilidad, independencia, distancia crítica, impulso reformador. Y la capacidad de aglutinar, alrededor de ellos, los sectores más interesados en un proyecto reformador y responsable.
Se abrió el telón al acto decisivo de este drama salvadoreño.
(Publicado en El Diario de Hoy, 26 junio)