Apareció aquí un colega, corresponsal de uno de los grandes diarios de Estados Unidos. Entrevistó a candidatos y dirigentes. Cuando se dio cuenta que todos, sin distinción de partidos, hablaron de ‘cambio’, empezó a interrogar a toda persona que se le pusiera en frente --taxistas, periodistas, economistas, meseras, etcétera-- sobre sus expectativas. Todos le dijeron que esperaban ‘cambio’ -- pero muy pocos le sabían decir qué cambios. Les interrogó: ¿Quieren un cambio del sistema político? Nadie habló de eso, ni siquiera entendieron la pregunta. ¿Cuál sistema? Nadie le hablaba de un régimen de represión que había que sustituir por uno de libertades. Nadie le habló de un viraje al socialismo. Algunos, los más identificados con el partido opositor, hablaron de alternancia. Es tiempo para cambiar, nos toca a nosotros...
Al fin me tocó a mi el turno de ser interrogado. Mire, en este país todos expresan grandes frustraciones, todos esperan ‘el cambio’, pero ¿qué es lo que tiene tan frustrada a la gente? ¿Y qué diablos esperan que cambie?
No supe contestar. Es obvio que las observaciones del colega son correctas. Todos observamos lo mismo. Sólo que nosotros ya estamos acostumbrados a escuchar todos los días que la cosa no puede seguir así, que ya no aguantamos otro gobierno igual... y que el país necesita un cambio.
Analizando las encuestas, observamos lo mismo. La gente quiere ‘cambio’. ¿Que quiere? Más puestos de trabajo. Precios más bajos para artículos del consumo básico. Más seguridad en las calles y barios. Recuperación del agro. Un gobierno sin corrupción.
Okay, pero esto sólo significa que la gente quiere que todo mejore: la economía, el gobierno, la seguridad. Esto no define ‘cambio’. No define qué tipo de ruptura, qué clase de viraje se quiere. Cambio es otra cosa que mejorar.
¿Que esperan los millones de estadounidenses que apoyan a Barack Obama, candidato presidencial que hace campaña con frases como “Change we can believe in – cambio en el cual podemos creer” y “Unite for change – unirse para el cambio”? Obviamente quieren que vaya de la Casa Blanca George W. Bush, el tipo que ha metido a Estados Unidos en la peor crisis financiera de la reciente historia. Además en una guerra que no pueden ganar. Le pregunté al colega de Estados Unidos. ¿Además de deshacerse de Bush, que quieren los estadounidenses que cambie? No importa qué esperan, dice: The man is the message – el hombre es el mensaje. Es suficiente...
¿El hombre es el mensaje? Estaremos nuevamente frente a un período de hombres visionarios, de hombres-mensaje, de hombres con una misión? El colega del Norte me ve la cara de susto y me pregunta: ¿Será esto lo que está pasando aquí en El Salvador ? ¿El efecto Obama? – No. Lo de Obama es la respuesta casi religiosa a una desesperación, una crisis de credibilidad casi total, producto de 8 años de George Walker Bush y Dick Cheyeney en la Casa Blanca. El fenómeno Obama es la sed de un país entero, sobre todo de su juventud y sus sectores creativos e intelectuales, a un nuevo liderazgo. Aquí nada de esto está pasando. No veo ninguna movilización de la juventud, de los intelectuales, de los artistas a la par del Frente... Aquí la sed no es espiritual o de liderazgo, aquí hay hambre, angustia social, y lo que la gente pide es que el país mejore.
Lo siento mucho: No es lo mismo cambio y mejorar. Puede haber cambio para peor, así como puede haber mejora sin mayor cambio. Tampoco es lo mismo cambio y alternancia. Puede haber cambio en el país sin alternancia en el gobierno. Y puede haber cambio en el gobierno sin que nada cambie en el país.
A partir de hoy haré lo del colega gringo: A todo el mundo que habla de cambio, le preguntaré que lo defina. ¿Qué cambió, en qué área, hacía dónde? ¿Y con qué mediremos el grado de cambio? ¿En dólares para cubrir las necesidades, en alcaldes y diputados enjuiciados, en policías en la calle, en profesores en las aulas -- o simplemente en el color en que se pintan las instalaciones municipales?
Al fin me tocó a mi el turno de ser interrogado. Mire, en este país todos expresan grandes frustraciones, todos esperan ‘el cambio’, pero ¿qué es lo que tiene tan frustrada a la gente? ¿Y qué diablos esperan que cambie?
No supe contestar. Es obvio que las observaciones del colega son correctas. Todos observamos lo mismo. Sólo que nosotros ya estamos acostumbrados a escuchar todos los días que la cosa no puede seguir así, que ya no aguantamos otro gobierno igual... y que el país necesita un cambio.
Analizando las encuestas, observamos lo mismo. La gente quiere ‘cambio’. ¿Que quiere? Más puestos de trabajo. Precios más bajos para artículos del consumo básico. Más seguridad en las calles y barios. Recuperación del agro. Un gobierno sin corrupción.
Okay, pero esto sólo significa que la gente quiere que todo mejore: la economía, el gobierno, la seguridad. Esto no define ‘cambio’. No define qué tipo de ruptura, qué clase de viraje se quiere. Cambio es otra cosa que mejorar.
¿Que esperan los millones de estadounidenses que apoyan a Barack Obama, candidato presidencial que hace campaña con frases como “Change we can believe in – cambio en el cual podemos creer” y “Unite for change – unirse para el cambio”? Obviamente quieren que vaya de la Casa Blanca George W. Bush, el tipo que ha metido a Estados Unidos en la peor crisis financiera de la reciente historia. Además en una guerra que no pueden ganar. Le pregunté al colega de Estados Unidos. ¿Además de deshacerse de Bush, que quieren los estadounidenses que cambie? No importa qué esperan, dice: The man is the message – el hombre es el mensaje. Es suficiente...
¿El hombre es el mensaje? Estaremos nuevamente frente a un período de hombres visionarios, de hombres-mensaje, de hombres con una misión? El colega del Norte me ve la cara de susto y me pregunta: ¿Será esto lo que está pasando aquí en El Salvador ? ¿El efecto Obama? – No. Lo de Obama es la respuesta casi religiosa a una desesperación, una crisis de credibilidad casi total, producto de 8 años de George Walker Bush y Dick Cheyeney en la Casa Blanca. El fenómeno Obama es la sed de un país entero, sobre todo de su juventud y sus sectores creativos e intelectuales, a un nuevo liderazgo. Aquí nada de esto está pasando. No veo ninguna movilización de la juventud, de los intelectuales, de los artistas a la par del Frente... Aquí la sed no es espiritual o de liderazgo, aquí hay hambre, angustia social, y lo que la gente pide es que el país mejore.
Lo siento mucho: No es lo mismo cambio y mejorar. Puede haber cambio para peor, así como puede haber mejora sin mayor cambio. Tampoco es lo mismo cambio y alternancia. Puede haber cambio en el país sin alternancia en el gobierno. Y puede haber cambio en el gobierno sin que nada cambie en el país.
A partir de hoy haré lo del colega gringo: A todo el mundo que habla de cambio, le preguntaré que lo defina. ¿Qué cambió, en qué área, hacía dónde? ¿Y con qué mediremos el grado de cambio? ¿En dólares para cubrir las necesidades, en alcaldes y diputados enjuiciados, en policías en la calle, en profesores en las aulas -- o simplemente en el color en que se pintan las instalaciones municipales?
(Publcada el 19 de junio en El Diaro de Hoy)