Le roy est mort, vive le roi... Murió el rey, ¡que viva el rey! Sólo que en nuestro caso el rey no ha muerto. Sigue vivo y pateando. Lejos de muerto, Tony Saca acaba de ganar otra batalla, como las ha ganado todas. Puso candidato, contra viento y marea.
Sus detractores dicen que todo estaba cocinado desde el principio, que las primarias de ARENA son pura pantomima. No es cierto. No eran democráticas, pero hubo competencia, y más fuerte que nunca. Los precandidatos pelearon con todo. Y no sólo ellos. Se metieron a pelear empresarios y ex-presidentes. Al final, ganó el más fuerte, el que controla al partido, y este señor se llama Tony Saca.
Los que hoy se quejan que el presidente ejerce control del aparato partidario, no hicieron nada para evitarlo. Por lo contrario, estaban felices con un presidente que asumió la tarea de renovar, reorientar y reorganizar al partido, llenándolo nuevamente con ánimo, disciplina, rumbo. Desde que Tony Saca tomó el liderazgo del partido, nunca he escuchado ni a Murray Meza, ni a Francisco Laínez, ni a Hugo Barrera, ni a Ana Vilma de Escobar, ni a Armando Calderón Sol criticar la concentración del poder en el presidente. Nunca propusieron una reforma del COENA para convertirlo en una dirigencia plural.
Las quejas comenzaron a escucharse cuando este aparato del partido, así como estaba constituido, abrió el proceso de sucesión. Pero de democracia hay que hablar antes, no sólo al momento final de la elección. La democracia hay que pelearla y vivirla en lo cotidiano. En el proceso de “primaria”, ARENA funcionó así como estaba constituido, de manera centralizada. Un partido que durante cinco años no sólo deja que su presidente tome todas las decisiones, sino más bien se lo exige, no puede esperar que a la hora de definir al candidato de repente opere, por arte de magia, un partido democrático, participativo, horizontal.
En otras palabras: La innovación del partido ARENA es tarea pendiente. Y urgente. Tony Saca ha sido el gran reformador que logró darle rumbo a ARENA con el enfoque central en lo social. Rodrigo Ávila, como heredero de un partido ya enrumbado, tiene la oportunidad histórica de dar el paso siguiente: la democratización, la transformación de ARENA en un partido plural, con una dirigencia deliberante, pluralista, representativa de los diferentes intereses y enfoques ideológicos existentes en la derecha salvadoreña.
Rodrigo Ávila ya mostró en sus discursos durante la competencia por la candidatura que ha entendido que es irreversible la reorientación de ARENA que condujo Tony Saca: de una expresión política del gran capital hacía un partido popular con responsabilidad social. Ávila sabe que tiene que profundizar e institucionalizar los programas sociales.
Lo que tal vez aun no tiene tan claro Ávila es la otra gran responsabilidad que acaba de adquirir este sábado 15 de marzo: la democratización del partido. Y esto incluye la erradicación del autoritarismo, del caudillismo y de la corrupción. Este es el paso lógico e indispensable. Esto es, en esencia, la formulación positiva de querer dar continuidad al proceso iniciado por Tony Saca. Dar este paso requiere decisión, valor y lucha. Pero vale la pena, porque es la única manera para Ávila de unir y motivar al partido –y más allá del partido- luego de las frustraciones y resentimientos de las “primarias”.
No importa que tal vez algunos de los que han empujado a Rodrigo Ávila hasta este punto lo hayan hecho con intenciones muy diferentes. La historia, por suerte, no está condenada de depender de las intenciones subjetivas y muchas veces mezquinas, sino de las oportunidades y necesidades.
Sus detractores dicen que todo estaba cocinado desde el principio, que las primarias de ARENA son pura pantomima. No es cierto. No eran democráticas, pero hubo competencia, y más fuerte que nunca. Los precandidatos pelearon con todo. Y no sólo ellos. Se metieron a pelear empresarios y ex-presidentes. Al final, ganó el más fuerte, el que controla al partido, y este señor se llama Tony Saca.
Los que hoy se quejan que el presidente ejerce control del aparato partidario, no hicieron nada para evitarlo. Por lo contrario, estaban felices con un presidente que asumió la tarea de renovar, reorientar y reorganizar al partido, llenándolo nuevamente con ánimo, disciplina, rumbo. Desde que Tony Saca tomó el liderazgo del partido, nunca he escuchado ni a Murray Meza, ni a Francisco Laínez, ni a Hugo Barrera, ni a Ana Vilma de Escobar, ni a Armando Calderón Sol criticar la concentración del poder en el presidente. Nunca propusieron una reforma del COENA para convertirlo en una dirigencia plural.
Las quejas comenzaron a escucharse cuando este aparato del partido, así como estaba constituido, abrió el proceso de sucesión. Pero de democracia hay que hablar antes, no sólo al momento final de la elección. La democracia hay que pelearla y vivirla en lo cotidiano. En el proceso de “primaria”, ARENA funcionó así como estaba constituido, de manera centralizada. Un partido que durante cinco años no sólo deja que su presidente tome todas las decisiones, sino más bien se lo exige, no puede esperar que a la hora de definir al candidato de repente opere, por arte de magia, un partido democrático, participativo, horizontal.
En otras palabras: La innovación del partido ARENA es tarea pendiente. Y urgente. Tony Saca ha sido el gran reformador que logró darle rumbo a ARENA con el enfoque central en lo social. Rodrigo Ávila, como heredero de un partido ya enrumbado, tiene la oportunidad histórica de dar el paso siguiente: la democratización, la transformación de ARENA en un partido plural, con una dirigencia deliberante, pluralista, representativa de los diferentes intereses y enfoques ideológicos existentes en la derecha salvadoreña.
Rodrigo Ávila ya mostró en sus discursos durante la competencia por la candidatura que ha entendido que es irreversible la reorientación de ARENA que condujo Tony Saca: de una expresión política del gran capital hacía un partido popular con responsabilidad social. Ávila sabe que tiene que profundizar e institucionalizar los programas sociales.
Lo que tal vez aun no tiene tan claro Ávila es la otra gran responsabilidad que acaba de adquirir este sábado 15 de marzo: la democratización del partido. Y esto incluye la erradicación del autoritarismo, del caudillismo y de la corrupción. Este es el paso lógico e indispensable. Esto es, en esencia, la formulación positiva de querer dar continuidad al proceso iniciado por Tony Saca. Dar este paso requiere decisión, valor y lucha. Pero vale la pena, porque es la única manera para Ávila de unir y motivar al partido –y más allá del partido- luego de las frustraciones y resentimientos de las “primarias”.
No importa que tal vez algunos de los que han empujado a Rodrigo Ávila hasta este punto lo hayan hecho con intenciones muy diferentes. La historia, por suerte, no está condenada de depender de las intenciones subjetivas y muchas veces mezquinas, sino de las oportunidades y necesidades.