El comercio ilegal de animales es uno de los negocios más lucrativos del mundo. Varía desde el comercio de especies protegidas para mascotas, a la comercialización de sus partes para recetas de cocina o para mejorar la virilidad. Los circos han sido durante muchos años uno de los vehículos más utilizados para llevar acabo el comercio de especies protegidas. Son ya muchas las historias de leones marinos, tigres u osos, que se quedan en colecciones privadas después de la visita de algún circo. Digo esto porque recientemente me comentaban de un circo en Santa Ana que anda paseando jaguares por esa ciudad. Me gustaría pensar que no están exhibiendo abiertamente su delito y que estos jaguares (apéndice I de CITES) tienen sus papeles en regla. Espero que no sea una de esas historias que han ocurrido de animales traídos al país y que se quedan en mayor ilegalidad todavía.
La Coalición para la libertad animal (Coalition for Animal Freedom), una agrupación de ONG y otros entidades, ha denunciado que los circos comercian con más del 70% de las especies con las que trabajan. También National Network of Battle for Traffic of Animals calcula que la captura de jaguares en la selva misionera para su comercialización es la principal responsable de su desaparición de eso lugares, más que la destrucción de su hábitat. Así que no es un problema aislado como para no tener sospechas y exigir la mayor seriedad al respecto.
En los circos no deberían de exhibirse animales, rara vez tienen las condiciones mínimas para manejar estos animales, los hacen actuar y comportarse en formas antinaturales. Es distinta la labor de un zoológico, donde los animales puede exhibirse y servir de herramientas de educación ambiental, donde tratan de reproducir sus hábitat y hay un mínimo de condiciones para mantenerlos. En cambio, los circos no reúnen estas condiciones y nos presentan ridiculizaciones de leones saltando por aros de fuego, elefantes levantando personas o monos con ridículos vestidos.
Los espectáculos circenses son atractivos y pueden representar un espectáculo para muchas personas; los mejores circos del mundo no utilizan animales, sino que son ejemplos de habilidades extraordinarias y una muestra de que la magia puede convivir con nosotros. Pero la aberración y la crueldad con los animales es un ejemplo de las peores actitudes humanas. Si a esto le agregamos que son el vehículo perfecto para el comercio de especies amenazadas y en peligro de extinción, en franca ilegalidad e incumplimiento de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) de la cual El Salvador es firmante, hacen que se tenga que tomar decisiones firmes sobre sus actividades.
El Salvador no debería de permitir, como Costa Rica no lo permite, el ingreso de este tipo de circos al país. Yo estoy de acuerdo que tenemos derecho a la diversión y el entretenimiento, pero no a costa de la crueldad y el sufrimiento de animales. Y es que en un país con tanta debilidad para la verificación y aplicación de la ley en materia ambiental, no debería de abrirse la puerta a un posible medio para fomentar el tráfico ilegal de animales.
Y es que todos somos testigos de la facilidad con que se comercia con especies amenazadas y en peligro de extinción. Hace poco estuvieron vendiendo pericos y loras en la esquina de la avenida Bernal con la calle San Antonio Abad, a plena luz del día y sin ninguna preocupación. Falta ir a cualquiera de los mercados del centro de la capital para ver la gran cantidad de sitios dedicados al comercio de especies. Se necesita poro al manejar por las carreteras de nuestro país, si sabemos preguntar; para ver venta de iguanas, osos hormigueros, cusucos, catalnicas y hasta tigrillos. Seguro en estas vacaciones de Semana Santa las carreteras estarán otra vez inundadas de especies. Si esto es lo vemos a diario en nuestro país, cómo podemos tener la tranquilidad de ver jaguares por las calles y no preocuparnos por el destino que estos animales van a tener o la legalidad de su tenencia. Es mi opinión que deberíamos, de una vez por todas, cortar con una posible fuente de comercio ilegal de especies en peligro de extinción y atacar una de las puertas que tenemos abiertas, ¿o preferimos tener osos en patineta, tigres sin colmillos y monos en tutú?