No sé si Mauricio Funes realmente está tratando de producir una apertura en el FMLN. Si lo está tratando –y ¿por qué no darle el beneficio de la duda?-, es sin éxito. Por lo contrario, el partido lo está poniendo en su lugar. En este caso, en el lugar de alguien que han contratado para prestarle una cara electoral nueva al partido, pero sin capacidad de decisión.
Se supone que el candidato por lo menos quiere ganar. Suficiente razón para insistir en una estrategia diferente para San Salvador. El candidato presidencial necesita que el FMLN gane San Salvador en la primera fecha electoral del 2009, para no perder en la segunda la presidencia. La primera elección –la de alcaldes y diputados- marca la tendencia. Además necesita que la oferta de la izquierda para San Salvador sea muestra clara de apertura, de concertación, de vocación pluralista, de capacidad de construir alianzas. Un concejo capitalino no partidario, sino compuesto por personalidades reconocidas y en el cual el FMLN no es dominante, sería esencial para mostrar que un gobierno de Mauricio Funes no necesariamente sería un gabinete partidario y de ortodoxos. Cosa que hasta ahora a todo el mundo, incluso a gente de izquierda, cuesta imaginarse.
Sin embargo, en medio de estas discusiones el FMLN ya decide la candidatura de Violeta Menjívar. Opta por el continuismo. No viene el cambio, sin más de los mismo. Además se premia a una gestión fracasada. Gran bofetada, no sólo para los potenciales aliados -sobre todo para el CD y muy en particular para Héctor Dada-, sino directamente para el candidato presidencial. Además, un mensaje claro que en el Frente mandan los mismos de antes, y que sigue siendo una fuerza conservadora, miedosa, acomplejada...
Hay algunas decisiones pendientes (o tal vez ya tomadas, pero pendientes de ratificar y asumir públicamente) que permitirán medir cuánto espacio el FMLN está cediendo a Mauricio Funes para ganar credibilidad como alguien que tiene autoridad, capacidad de decisión y de marcar rumbo, arrastrando al partido a mayores aperturas, imponiéndose como futuro gobernante sobre las resistencias partidarias y clientelistas. Sólo hay que observar el proceso de toma de estas decisiones, para saber si Mauricio Funes tiene madera de candidato ganador.
Primero, la decisión sobre la alcaldía capitalina. O es más de lo mismo o es apertura y capacidad de rectificación.
Segundo, las decisiones sobre alianzas. En San Salvador se va mostrar si el Frente tiene disposición a construir una alianza o si espera adhesiones. Si no pueden negociar con el CD sin imposiciones y humillaciones, mucho menos lo lograrán en política nacional. De la manera cómo logren o no logren formar un concejo plural para San Salvador, se puede deducir cómo formarían gabinete de gobierno.
Parece que estas dos primeras batallas ya las perdió el candidato. Puede tratar a esconder la derrota diciendo que está de acuerdo con la nominación de Violeta Menjívar, pero esto hace aun más grave la derrota porque muestra, aparte de falta de autoridad, falta de carácter del candidato.
La tercera decisión clave es la composición del comando de campaña. Funes ya perdió todo –internamente y las elecciones- si permite que la campaña sea dirigida por los cuadros principales de la ortodoxia como José Luís Merino, Sigfrido Reyes, Roberto Lorenzana, Sánchez Cerén y Medardo González. Se corta en seco la expectativa de cambio, apertura, creatividad, que muchos centran en la figura del candidato.
Por más que Funes, como lo hizo en el acto conmemorativo de los Acuerdos de Paz, explique que los hombres cercanos a él son precisamente los capos del partido, no significa que sean de su confianza y que sirvan para proyectar que el cambio viene. Estos hombres no se le despegan, pero por desconfianza, por miedo al cambio.
Por más que Funes trate de esconder este conflicto, él sabe que su discurso sólo puede tener credibilidad si logra poner otro tipo de gente a la cabeza de su campaña, otros voceros, otros interlocutores. El problema es, que los interlocutores que sí tendrían credibilidad en la sociedad, no gozan de la confianza de la Comisión Política.
La cuarta decisión clave será la selección de los candidatos principales para la Asamblea. Si son los mismos, elegidos con los mismos criterios de lealtad al partido, pureza ideológica y sumisión a la Comisión Política, no habrá fuerza parlamentaria disponible para articular y sustentar una política nueva que busque acuerdos de nación. En caso que el FMLN gane, no habrá masa crítica en la Asamblea para la concertación. En caso que no gane, no habrá quien rompa con la polarización y obstrucción. Sería más de lo mismo, con o sin gobierno.
Y por último, el programa. Ya se vislumbra que el programa será más moderado que el discurso tradicional del FMLN. Pero para darle credibilidad a los virajes programáticos –abandonar la consigna devolverle al país el colón; asumir el TLC; dar seguridad jurídica y política a la empresa privada- no es suficiente modificar el lenguaje. Es indispensable una discusión pública –no en mesas con organizaciones simpatizantes- sobre estos virajes. Hace falta un congreso del partido que debata y asuma los cambios programáticos. Si el billete del colón era símbolo de la campaña de Schafick, no es suficiente –ni mucho menos transparente- simplemente ya no hablar del colón.
De estas decisiones que partido y candidato tienen que tomar depende si al fin Mauricio resulta siendo un líder del cambio o sólo un señor que juega este papel.
(Publicado en El Diarío de Hoy, San Salvador, el 24 de enero 2008)