lunes, 17 de septiembre de 2007

Columna transversal: ¿CANDIDATOS A SANTA O A PRESIDENTE?

Si un candidato, para saber cuáles son los problemas del país y para entender qué necesita la gente, tiene que hacer una gira por los 262 municipios del país, mejor que ni se postule. La decisión de querer ser presidente es demasiado seria para que la tome alguien que todavía no conoce el país y sus problemas. No sé si este procedimiento de la gira por los municipios, al cual ARENA somete a sus precandidatos a la presidencia, es porque son personas que en su vida no han llegado al norte de Cabañas, Morazán o Chalatenango ni a los barrios marginados de Ilopango, Tonacatepeque o Soyapango, o si la gira más bien es una prueba de resistencia parecida a la que hacen a los nuevos modelos de carros...

Igual el “Dialogo social abierto” que plantea el FMLN. En vez de presentar un programa que diga claramente qué es lo que quieren hacer, están convocando a todo el mundo a aportar y crear consensos. Me temo que es, igual que la gira de ARENA, una gran pérdida de tiempo – y un truco populista.

Partidos grandes e históricos como ARENA o el FMLN no deberían tener necesidad de hacer acrobacias como las giras o diálogos abiertos para aterrizar en un programa de gobierno. Un programa de gobierno serio no es resultado de encuestas, consultas y giras. Un programa de gobierno serio no necesariamente es el reflejo de los deseos de la gente o de las mayorías. Más bien, un programa de gobierno no sirve si no incluye medidas altamente impopulares. No sirve, si no se atreve a priorizar las necesidades de unos –no siempre de las mayorías- por sobre las necesidades de otros. Un gobierno no puede satisfacer las necesidades y aspiraciones de todos.

Las giras, consultas, diálogos y cabildeos no son otra cosa que campañas adelantadas. Son esfuerzos populistas de quedar bien con todos, en vez de decirles la verdad, aunque sea amarga y exija sacrificios. Un gobierno no es una oficina recibiendo y procesando cartas a Santa Claus.

Es tiempo que los partidos y sus candidatos nos digan, con cristalina claridad y cruel franqueza, lo que piensan necesario hacer. Y cómo, respondiendo a qué sistema de prioridades. Punto por punto, en seguridad, en economía, en política fiscal, en salud, en educación, en medio ambiente, para generar empleo e inversiones, para combatir corrupción...

Los ciudadanos decidirán, el día de las elecciones, qué paquete de medidas apoyan y a quién le creen capaz y suficiente honesto para definir prioridades. La consulta participativa es la misma votación, no todos estos mecanismos seudo-participativos, seudo-democráticos que no producen otra cosa que programas populistas, demagógicos y mentirosos.

Una población que ha perdido la credibilidad en su clase política no necesita más consultas, sino más transparencia y honestidad a la hora de presentar candidatos y programas de gobierno.

Estoy claro que los partidos, en las campañas electorales modernas, no pueden prescindir de los instrumentarios de mercadeo, sondeos, encuestas, etc. No soy tan ingenuo para no saber esto. Y está bien que usen estos instrumentos para poder comunicar sus programas. Para poder explicarlas mejor. Para ganar apoyo para medidas necesarias. Pero antes tienen que saber qué quieren hacer con el país. Antes de diseñar el empaque, tienen que tener un producto que vale la pena y que no es fraude.