miércoles, 3 de diciembre de 2025

EXILIO INTERNO. Columna Transversal de Paolo Luers

 

"Muchos se sienten defraudados por sus dirigencias históricas, con toda razón. Se sienten confundidos porque -por ahora- no existe un movimiento opositor que ofrezca una visión de cambio, de pluralidad y unidad. Claro, con tanta gente encerrada en su propio exilio, es difícil que nazca este tipo de liderazgo opositor. Pero pongo énfasis en la expresión “¡Por ahora!”. No es una expresión de resignación, tampoco solamente de esperanza – es una expresión de desafío: llegará nuestra hora, la hora de salir del exilio y levantar las voces, la hora de actuar."

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Todos hablan de los muchos que en los últimos meses se vieron obligados a abandonar El Salvador e ir al exilio, debido al incremento de la persecución a quienes hablan en contra de la dictadura. Pero los exiliados hablamos, algunos con voces resonantes. Sin embargo, existe otro exilio que no habla: el exilio interno. No hablar es su definición. Son ciudadanos que, antes de consolidarse el régimen autoritario en 2021, estaban políticamente activos, participaron en movimientos ciudadanos - pero abandonaron el debate público para exiliarse en el silencio. Esto es el exilio interno - y es mucho más grande que el externo. Qué tan grande es resulta imposible medir, porque estos exiliados ya no se expresan. Muchos de ellos incluso se cierran al debate privado, entre amigos, entre compañeros de luchas del pasado. Simplemente dejan de hablar de política.


Varios amigos, tanto salvadoreños como estadounidenses y europeos, quienes recientemente viajaron a El Salvador para explorar la situación y el ánimo de la gente ante la nueva dictadura, regresaron desilusionados. Siendo ellos personas que durante décadas han dado seguimiento solidario al país y cultivado amistades con protagonistas de las luchas democráticas en El Salvador, ahora encontraron que muchos de ellos prefieren no hablar, ni siquiera en privado, sobre el gobierno, sobre la perspectiva de una oposición, sobre política en general. Se toparon con el muro de silencio, detrás del cual se refugia el exilio interno. A mi me ha pasado lo mismo: viejos amigos, algunos de ellos exmiembros y exdirigentes del movimiento insurreccional de los 80, cuando les hablo, son muy escuetos. Tengo años sin saber qué piensan ellos, qué planes tienen o si ya no tienen ningún plan en el campo político. Claro, existe la sospecha, por cierto justificada, de que sus teléfonos estén intervenidos, incluso las conversaciones en WhatsApp y Signal. Pero detrás del silencio hay algo más que la sospecha de estar bajo vigilancia. Algunos que sí hablan todavía conmigo me confirman que lo mismo pasa a ellos cuando quieren discutir con sus excompañeros. No es solo el miedo de estar bajo vigilancia, también es una creciente desconfianza generalizada, y una sensación de que no tiene sentido hablar y discutir si de todos modos no se puede cambiar nada. Por lo menos no por ahora... 

Hay quienes confunden este exilio interno con la ausencia de oposición, incluso concluyen que ahora todos están de acuerdo con el estado de las cosas en El Salvador. Grave error. La gente se refugia en el exilio interno porque no considera que en este momento vale la pena exponerse, por falta de condiciones para enfrentarse a la dictadura. Ante el riesgo de ser silenciados por el régimen, prefieren autossilenciarse. Ante el peligro de que el gobierno los obligue a exiliarse en tierras ajenas o los encierre, prefieren encerrarse en el exilio interior.

 

Pero ojo: esto no significa que los miles de personas que estaban activas en oposición al gobierno de Bukele en sus primeros años, cuando todavía no había logrado el control total sobre la Asamblea y el sistema de justicia, hayan desaparecido o se hayan acomodado con el régimen. Los que protestaron en 2020, cuando Bukele y sus militares se tomaron por asalto la Asamblea; los que se auto convocaron en las marchas del 1 de mayo y del 15 de septiembre para protestar contra el Bitcoin – y luego contra el estado permanente de excepción; las madres que exigían información sobre sus hijos desaparecidos o secuestrados en las cárceles sin debido proceso; los veteranos de guerra, de ambos bandos, que exigieron la libertad de sus dirigentes Atilio Montalvo y Pepe Santos; los vendedores informales y comunidades agrícolas que se enfrentaron contra los desalojos; los ecologistas que marcharon contra la destrucción del Espino, de la Corriera del Bálsamo y del Rio Lempa – todos ellos siguen existiendo, siguen encachimbados, siguen esperando el momento en el cual valga la pena salir del exilio interno y retomar sus luchas. Es mentira que no exista oposición; lo que casi no existe es oposición activa.

 

Muchos se sienten defraudados de sus dirigencias históricas, con toda la razón. Se sienten confundidos porque -por ahora...- no existe un movimiento opositor que ofrezca una visión de cambio, de pluralidad y unidad. Claro, con tanta gente encerrada en su propio exilio, es difícil que nazca este tipo de liderazgo opositor. Pero pongo el énfasis en la expresión “¡Por ahora!”. No es una expresión de resignación, tampoco solamente de esperanza – es una expresión de desafío: llegará nuestra hora, la hora de salir del exilio y levantar las voces, la hora de actuar.

 

¿Cómo llegará esta hora? No llega por si sola. Tampoco es suficiente esperar que se profundicen las grietas del régimen o que el liderazgo de Bukele se debilite por los miles de promesas no cumplidas. Requiere trabajo por parte de quienes se proponen levantar una  oposición. Requiere la capacidad de detectar cuando se abre un espacio y estar preparado para aprovecharlo. El primer espacio que se abrirá es el electoral de 2027. Este espacio se abre mucho antes, casi mañana. Y es preocupante que no existe -o por lo menos no lo percibo- ningún debate para definir una estrategia y una forma adecuada de unidad de acción para llenar este espacio. La gran oportunidad es que en la coyuntura electoral, haciéndolo bien, se logre romper el silencio. Se abrirá un canal, tal vez el único, en el que la gente se pueda expresar sin miedo a represalias: votando. Bajo la protección que da el proceso electoral, los activistas pueden activarse, organizar y convocar. La gente, ahora pasiva, podrá usar su voto para expresar su desacuerdo. No para ganar, esto es imposible ante toda la gama de fraude que tiene a la mano el gobierno – y ante una mayoría todavía engañada. Es para romper el silencio y poner la oposición en el mapa. Quien piensa que esto es poco está equivocado. Es la condición indispensable para seguir resistiendo.






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