Publicado en EL DIARIO DE HOY, 23 agosto 2019
El crecimiento exponencial del Internet, las redes sociales y la Inteligencia Artificial en las últimas décadas generó una ola enorme de optimismo por todos los efectos positivos que se vislumbraba que iban a crear-que incluían desde la conexión de científicos y creativos entre sí para realizar tareas complejas a distancia hasta la creación de amistades e intercambios culturales a través del mundo entero, hasta la facilitación de la educación y el cuidado de la salud, y muchas cosas más.
Todos estos efectos positivos, y muchos más, se volvieron una realidad. Pero al mismo tiempo otros efectos, muy negativos, se han vuelto también una siniestra realidad, desde el uso de Internet para postear pornografía (una de las actividades más populares, si no la más popular en Internet), hasta el enviciamiento de muchas personas con las redes sociales, y hasta el uso de la Inteligencia Artificial para generar conflictos y violencia en las sociedades con el fin de influir políticamente en ellas.
De esta manera, se han generado escándalos en Gran Bretaña porque se acusa a una empresa inglesa ya fallecida, Cambridge Analytica, y al gobierno ruso de haber influido en los resultados de la votación sobre el Brexit en 2016 haciendo llegar propaganda apropiada (frecuentemente basada en hechos inexistentes) a las preferencias de los recipientes, que ellos mismos habían vuelto pública en las redes sociales y el Internet. Lo mismo se dice de las elecciones presidenciales del 2016 en Estados Unidos y de otras elecciones en Europa. Esta semana salió en varios medios internacionales la noticia de que se han descubierto en las redes sociales artículos y memes fomentando la disensión y el odio en Hong Kong, en donde ha habido desde hace varias semanas una serie de manifestaciones contra el gobierno chino.
Estos hechos-la existencia de las noticias falsas, y su uso para lograr propósitos políticos-son innegables, aún en nuestro país. Pero el Internet, las redes sociales y la Inteligencia Artificial no han iniciado estos hechos. Ellos han existido desde que el ser humano creó las primeras agrupaciones y con ellas la política.
Ciertamente que la Inteligencia Artificial y la conectividad de hoy han creado instrumentos mucho más fuertes que los existentes en el pasado para engañar a las masas no sólo con noticias falsas aisladas sino con la creación de imágenes de la sociedad completa totalmente opuestas a la realidad prevaleciente en ella. Los grandes artistas de estas manipulaciones fueron los comunistas en la Unión Soviética, que pintaban hacia fuera un paraíso para los obreros cuando se estaban realizando asesinatos en la escala de al menos 20 millones, y los nazis en la Alemania de los treintas y la mitad de los cuarentas, que escondían el Holocausto que estaban perpetrando.
Día a día se proponen nuevos métodos para evitar que esas mentiras y esos mensajes de odio se propaguen por las redes sociales y otros medios en el Internet. Se espera que las grandes empresas de la conectividad frenen estas actividades bajando de sus redes todos los mensajes que se puedan considerar negativos.
No hay duda de que hay muchas cosas que no deben de permitirse en las redes, como no se permiten en periódicos y otros medios. Hay que luchar continuamente contra la pornografía y especialmente la infantil, contra las escenas de violencia descarnada y otras imágenes terriblemente negativas-tan negativas que los controladores que revisan los contenidos en Facebook, YouTube, Twitter y similares llegan a tener problemas de depresión seria por estarlas viendo el día entero.
Pero la verdadera solución al problema es fortalecer el análisis critico y los principios éticos de la población. Los contenidos negativos desaparecerían si la gente no los buscara y no los quisiera creer, como siempre los creen cuando son sensacionalistas y cuando van a favor de sus propios prejuicios, odios y envidias.
Las mentiras que se han identificado dentro de los contenidos que se dice que influyeron las elecciones tienden a ser burdas y vulgares, que no hubieran resistido el más mínimo análisis.
En el fondo, la gente ha sido engañada porque ella misma quería ser engañada. En vez de quejarse de lo que las redes sociales hacen, sus usuarios deberían de ser más prudentes con lo que muestran en ellas y con lo que creen de lo que ven y leen en ellas.