Publicado en EL DIARIO DE HOY, 19 agosto 2019
Según la información que hizo pública la Fiscalía General de la República la semana pasada con respecto del caso que han llamado “Saqueo Público”, el ex-presidente Mauricio Funes se reventó $149,000 dólares provenientes de las arcas del Estado en sacar a pasear a sus mascotas, con el fin de “desestresarlas”. Si la magnitud de lo mucho que se apropió Funes a través de la partida secreta ya de por sí clamaba al cielo, por ser el nuestro un país donde el 30% de la población vive debajo de la línea de pobreza y donde en los hospitales no alcanza para comprar medicinas, la más reciente información confirma que el descaro y la falta de vergüenza del recién estrenado nicaragüense son casi tan enormes como el robo que perpetró a su paso por el poder.
Pero en medio del escándalo no pude dejar de pensar en las pobres mascotas presidenciales y, con ello, imaginar cómo habría sido el diario de uno de los perros presidencial estresado si tuviéramos acceso a semejante cosa. Seguramente diría algo así:
“Querido diario: Otra noche entera sin dormir, preso de la ansiedad que me causa la certeza de que mi amo se está clavando la plata del Estado y que aparte, es malísimo escondiéndolo. Según él, tendrá perfecto sentido que antes tenía deudas y ahora tiene relojes y zapatos que cuestan bastante más que lo que devenga como presidente de la República. Si seguimos así, lo que nos espera es una visita de la Corte de Cuentas, contándonos las costillas, o peor, del Ministerio Público. A él y a sus secuaces, posiblemente Mariona, y a mí, pobre de mí, las calles. De chucho presidencial a chucho aguacatero cualquiera, comiendo de basureros. Tiemblo del estrés y el amo insiste en mandarme a pasear con extraños a los que paga, como si mi existencia estresada fuera una molestia.
“Supongo que por el momento la mejor opción es aprovechar lo que tengo, puesto que seguramente es cuestión de tiempo hasta que cachen a mi amo. Sobre todo porque carece totalmente de discreción y cautela: según oí, la piñata para el tercer cumpleaños del amito costó 10,000 dólares, porque había inflables, ruedas, y por supuesto, el helicóptero presidencial, ese que hace una bulla ensordecedora y en nada contribuye a mis niveles de estrés. 10,000 dólares, que serían el equivalente a 20 de las paseadas de nosotros, los chuchos presidenciales. Tengo memoria de chucho, pero todavía me acuerdo de las palabras del amo cuando era periodista y prometía una revolución ética. De seguro volar en avión privado tiene como efectos secundarios la debilitación de la conciencia y la pérdida súbita de la vergüenza. O quizás son los efectos de eso que se toma y que viene en las botellas de la cinta azul. Al fin y al cabo, quién sabe si fue ese mismo líquido lo que lo hizo terminar en el hospital después de que se cayera amarrándose las cintas de los zapatos, aquella caída tan grave que hasta deshizo un Ferrari.
“Por el momento no queda más que esperar, con toda mi canina paciencia, que no vayan a cachar al amo. Porque desde la cárcel no va a poder mantenernos, ni a los chuchos presidenciales, ni a los hijos que continúa trayendo al mundo. Adiós, querido diario: vienen por mí para sacarme a pasear”.
@crislopezg