viernes, 12 de enero de 2018

La maldita dependencia de energía eléctrica importada. Columna Transversal

Tener que generar 25% de nuestra energía con plantas térmicas, que son caras y dañinas para el medio ambiente, es igual de indeseable que tener que importar otro 25%. Significa que solo logramos generar la mitad de la energía que consumen nuestros hogares y nuestras empresas con tecnologías amigables, rentables y económicas. 


A partir del año 2004, El Salvador logró liberarse de su dependencia de la importación de energía eléctrica. A partir de 2009, con el primer gobierno del FMLN, las importaciones comenzaron nuevamente a subir; y a partir de 2014, con el actual gobierno, aumentaron dramáticamente, a un 25% de nuestro consumo.

Aquí los números de la importación anual en GWh:
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Actualmente, tenemos que importar 25% de nuestra energía eléctrica, en comparación con un 22.42% proveniente de generación geotérmica, un 25.5% de generación hidroeléctrica, y otro 25.71% de generación térmica.

Es de hecho un doble fracaso: Tener que generar 25% de nuestra energía con plantas térmicas, que son caras y dañinas para el medio ambiente, es igual de indeseable que tener que importar otro 25%. Significa que solo logramos generar la mitad de la energía que consumen nuestros hogares y nuestras empresas con tecnologías amigables, rentables y económicas.

¿A qué se debe este fracaso? A malas decisiones e inversiones. En vez de invertir en la ampliación de la generación geotérmica, se decidió sacar del país y de su asocio con la Geo a la italiana ENEL. Pagamos 300 millones de dólares para la compra de acciones, más otros 100 millones despilfarrados en gastos legales para llevar litigios internacionales contra ENEL – y perderlas todas. Efecto: La generación geotérmica se quedó estancada.

Igualmente de errónea fue la inversión en la generación hidroeléctrica. La CEL invirtió más de 200 millones de dólares en la ampliación de la 5 de noviembre, consiguiendo un 80% adicional de capacidad instalada. Pero esta es un aumento teórico. En la práctica pasó los que muchos advertimos: esta ampliación, que trabaja con el mismo caudal limitado de agua que la presa original, solo agrega un 8.63% a la generación dela 5 de noviembre: unos 5GWh. Esto se refleja en ingresos adicionales solamente de 1.5 millones al año, lo que ni siquiera es suficiente para cubrir los gastos de mantenimiento y operación. En otras palabras, la recuperación de la inversión de 200 millones es nula y el préstamo tendría que pagarse con la generación de otras plantas existentes. Es obviar que no había que invertir en la ampliación, sino una parte de la suma gastada en mejorar el mantenimiento de las turbinas, y por tanto en su eficiencia de generación.

Es previsible que algo parecido pasará con el proyecto Chaparral, cuyos costos se han disparado a más de 300 millones, mucho más encima de su posible rentabilidad.

Así que por malas decisiones de las últimas administraciones en Casa Presidencial y CEL El Salvador dependerá, por buen rato más, de energía térmica y de electricidad importada. Ambas son caras y no permiten llegar a precios de energía que fomenten el desarrollo.

Lamentablemente, bajo los presidentes Saca, Funes y Sánchez Cerén se observa un retroceso en el sector energético, y las consecuencias son serias. Importar el 25% de nuestra electricidad implica favorecer la economía de otro país en detrimento de la nuestra. Estamos generando empleos e impuestos en Guatemala y no en El Salvador. Revertir esta situación, invirtiendo en generación de energía barata y sostenible, tiene que estar entre las prioridades de la siguiente administración que gobernará a El Salvador a partir de 2019.
(El Diario de Hoy)