jueves, 11 de enero de 2018

Carta sobre migración y globalización

La globalización es un proceso irreversible. Los gobiernos del mundo la abrazaron para facilitar el libre movimiento de capitales, mercancías, servicios y tecnologías y así asegurar el crecimiento económico. Pero siguen restringiendo el libre movimiento del otro factor decisivo: la mano de obra.

Los gobiernos facilitan la migración, cuando la necesitan. Estados Unidos trajo esclavos africanos y millones de inmigrantes alemanes, irlandeses, italianos a sus vastas tierras, porque sin ellos no las hubiera podido desarrollar. Tampoco la agricultura de EE.UU. funcionaría sin traer, año con año, millones de trabajadores agrícolas de México.

En los años de reconstrucción luego de la Segunda Guerra Mundial, Alemania abrió oficinas en los países del Sur de Europa para reclutar a millones de Gastarbeiter (trabajadores invitados). Sin ellos, el Wirtschaftswunder, el milagro económico alemán, hubiera sido imposible. Los sistemas de salud de Alemania, Gran Bretaña y Escandinavia colapsarían sin los médicos y enfermeras migrantes que los mantienen a flote.

Pero estos países no reconocen la migración –o sea, la libertad de movimiento de la mano de obra- como factor constitutivo del mundo globalizado, mucho menos como derecho. A lo contrario, Europa se redefine cerrando sus fronteras externas, con consecuencias fatales: miles de migrantes ahogados en el mar mediterráneo, y los países vecinos al Sur de Europa hundidos en caos, teniendo que albergar millones de migrantes vetados por Europa. Y en Estados Unidos, un presidente electo por una ola de miedos y resentimientos contra la globalización, sabiendo que no puede restringir la libre movilización de capitales y bienes, actuando contra los más débiles: los inmigrantes.

¿Qué tiene que ver todo esto con El Salvador? Pues, somos un país que necesita de la migración para sobrevivir, igual que en décadas anteriores países ahora desarrollados como Irlanda, España, e Italia. Los millones de salvadoreños que han emigrado no se fueron por la guerra, ni por las pandillas, aunque estos son factores coyunturales que pueden haber catalizado sus decisiones. Se fueron (y sieguen yendo), haciendo lo mismo que los capitales: fluir adonde hay más oportunidades. Lo mismo pasó en épocas anteriores con la migración del campo a las ciudades, en todo el mundo. En El Salvador, esta migración interna, aunque catalizada por la guerra y pandillas, también se hubiera dado sin estos fenómenos.

La migración es una tendencia estructural e irreversible. Las decisiones de los gobiernos anti inmigrantes, como en Estados Unidos, Gran Bretaña y muchos países del Oriente de Europa, no la pueden evitar, pero sí complicarla, provocando crisis humanitarias de grandes alcances. Como la que se dará si los 200 mil salvadoreños de hecho tendrán que salir de EE.UU. al vencerse el plazo de 18 meses.

La migración no es un privilegio que se puede conceder y suspender. Es una consecuencia de la globalización, igual que el movimiento de capitales y mercancías, con una diferencia: no tiene protección de tratados y legislaciones internacionales.

No perdamos tiempo con propuestas ilusorias y “planes B” engañosos que plantean generar aquí las condiciones para que los emigrantes regresen al país y ayuden a desarrollarlo. Ellos no quieren ni deben regresar, y ayudan al país desde sus nuevos destinos. Así que nuestras políticas tienen que defender su derecho de trabajar donde eligieron estar. Todo lo demás es paja.

Saludos,

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