Estimada amiga:
Dicen que Estados Unidos no tiene amigos, solo intereses. Y es cierto, no solo para Estados Unidos, sino para países en general. Y así se comportan, por lógica, la mayoría de embajadores, cancilleres y otros funcionarios.
Dicen que Estados Unidos no tiene amigos, solo intereses. Y es cierto, no solo para Estados Unidos, sino para países en general. Y así se comportan, por lógica, la mayoría de embajadores, cancilleres y otros funcionarios.
Pero los que repiten esta frase como
verdad absoluta, no la conocen a usted, Mari Carmen. Usted ha sido la
excepción, la sorpresa, la mujer que ha roto los moldes de la
diplomacia. Usted ha sabido combinar los intereses de su país poderoso,
no solo con los intereses de nuestro país insignificante, sino además -y
esto es lo realmente excepcional- con amistad, con confianza, con calor
humano, y con genuino afecto.
No sé si esto fue la idea del presidente Obama cuando la nombró como embajadora en El Salvador, y cuando luego defendió su
nombramiento contra toda una campaña de la oposición republicana. Más
bien lo dudo. Me parece que todo este conflicto sobre su nombramiento
nada tuvo que ver con su persona, y que simplemente fue parte del
enfrentamiento entre la Casa Blanca de Obama y el Senado controlado por
el Tea Party…
Sea como sea, usted llegó aquí – y en
tres patadas (más bien tres “abrazos”) se ganó el cariño de todo el
mundo. Pero también el respeto. Usted mostró que hay situaciones donde
la mejor manera de defender los intereses de su país es romper la
distancia que genera su cargo. Usted mostró que la genuina amistad puede
ser la mejor forma de promover el interés de su país.
No solo proyectó con gran calidad humana y
credibilidad la cara amigable de su gobierno (todas las iniciativas de
crecimiento económico, por ejemplo; y la presión al gobierno del FMLN de
no pasarse de la raya en sus ataques contra la empresa privada) – usted
incluso supo compensar con amistad genuina la cara fea de su gobierno. Y
esto es la parte difícil…
Le
voy a poner un ejemplo: Yo mantengo una posición muy crítica a la
manera como su gobierno interfiere en el debate sobre seguridad pública
en nuestro país. Estoy convencido que es un error muy peligroso que
Estados Unidos siga supeditando su política hacía Centroamérica a sus
viejas (y ya fracasadas) estrategias de seguridad nacional y la guerra
contra el narcotráfico – y no a la lógica del desarrollo social y
económico de los países. Esto se refleja en la imposición de conceptos
de seguridad pública derivados de su vieja filosofía de
contrainsurgencia: conceptos que priorizan la represión y las soluciones
militares encima de la búsqueda de inclusión social y prevención.
Hemos tenido discusiones fuertes sobre
esto, usted fielmente defendiendo las políticas, limitaciones y los
amarres de su gobierno, yo cuestionándolos – pero en nada ha afectado la
relación de mutua confianza y amistad. Es una experiencia muy
extraordinaria con una embajadora de Estados Unidos, y estoy convencido
que es resultado de sus cualidades muy personales – mucho más que de la
renovación de las políticas externas de su gobierno.
Precisamente a esto se deben las
incontables expresiones de agradecimiento y cariño que usted está
recibiendo de tanta gente en El Salvador, ahora que pronto se va a
despedir de nuestro país.
Usted ha dado a las políticas de Estados
Unidos una cara humana, incluso cuando estas políticas no han sido del
todo amistosas. Y lo ha hecho de una manera honesta, no para tapar el
lado oscuro de la política del imperio, sino para compensarlo. No con
palabras, pero con hechos y actitudes usted nos transmitió este mensaje:
“Mientras yo sea la embajadora, tal vez no puedo corregir todos los
errores que comete mi país, pero sí puedo evitar que se impongan de
manera cínica … Voy a ser su amiga incluso cuando mi país se equivoca…”
Gracias, Mari Carmen, siga en su
nuevo cargo de embajadora ante la OEA haciendo para América Latina
entera lo que hizo para El Salvador. Un abrazo,
(Mas!/El Diario de Hoy)