¿Adónde está la rebeldía? Con el permiso
de todos los autores de “El país que viene” (muchos de los cuales son mis
amigos): Me parece muy aburrido el país que según ustedes viene…
En este libro que unos 40 jóvenes
presentaron todo es muy correcto, pero tengo que confesar: Me costó leerlo. Se
expresan respetando el código del “political correctness”, incluso los que
están totalmente equivocados. El libro no pasó el test: Yo solamente leo de
noche, y cuando los libros son aburridos, me duermo. Cuando me fascinan, me
desvelo…
Leyendo el libro me invadió la misma sensación que tuve cuando vi las fotos y los
videos del acto de su presentación: demasiado ceremonioso; demasiado bien
adaptado a los códigos del poder. ¿Por qué un libro que pretende anunciar el
país que viene se presenta en un hotel, en vez de nacer en una universidad o en
centro deportivo en Soyapango? ¿Por qué los jóvenes del país que viene, para
entrar en sociedad, necesitan de padrinos del país que tenemos? Los padrinos:
Hugo Martínez, el canciller; David Escobar Galindo, el firmante de paz;
Margarita Escobar, la ex canciller y diputada; Erlinda Handal, la viceministra
de Educación; Lorena Peña, la presidenta de la Asamblea. Ahí están en el libro,
llenándolo con 5 (!) prólogos y con ideas del país que ya tenemos - y ahí
estuvieron en la presentación. ¿Quién tiene ganas de leer un libro con 5
ceremoniosos prólogos, y quién tiene ganas de ir a un evento con tanto
discurso?
Y precisamente así es el libro. Hay muy
pocos entre los 40 autores que se atreven a provocar, a marcar rupturas, a
expresar rebeldía y hartazgo, a formular ideas fuera del mainstream. Los de
izquierda, casi todos, hablan como si fueran miembros de la Comisión Política
del Frente. Cera distancia, cero atrevimiento. Y los de derecha, hablan como si
no fueran de derecha. No tienen amarre partidario, pero si amarra e los códigos
de lo “políticamente correcto”, aunque con un toque liberal. Todos nice; por
Dios, evitemos la confrontación y la polémica. Y hay otros (de derecha, de
izquierda y asépticos) que no manejan este discurso, pero que simplemente no
saben escribir o no tienen nade que decir más que contar sus vidas. Es una
lamentable actitud de condescendencia intelectual incluirlos en el libro.
El libro nos muestra nuevamente que sin
la clara confrontación de ideas nunca surgen acuerdos o visiones comunes
sostenibles que valen la pena. Es el privilegio de los jóvenes provocar,
confrontar, defender sus ideales con pasión. No encontré ni una onza de pasión
en este libro, solo mesura, racionalidad, madurez. Me niego a creer que en esta
generación no existan sueños ni utopías.
Los jóvenes que se expresan en el libro parecen
tener una gran prisa de convertirse en adultos y entrar en los pasillos del
poder. Para hacer esto, dejan afuera del salón sus pasiones, su rebeldía, y con
esto su fuerza y creatividad…
Esto no significa que no hay ideas buenas
en el libro. Muchos de estos jóvenes, al asumir el liderazgo social y político,
serán bien preparados para su rol. Se puede esperar buen rendimiento de ellos.
Lo que no se puede esperar, por lo menos no si este libro es representativo para
la generación que viene, es espíritu combativo y la irreverencia necesaria para
renovar la política.
“El país que viene” parece una iniciativa
de profesionales que aplican a posiciones de junior en las respectivas firmas
de sus papas (sea ALBA o Banco Agrícola, FMLN o ARENA) - no un movimiento para
desplazar a la generación que manejó el país en la guerra y la postguerra y que
ahora no sabe adónde llevarlo. No son aventureros que se arriesgan para
construir su propio futuro.
Casi todo lo que digo en esta recensión
del libro suena terriblemente injusto, porque sé bien que en muchos de los 40 jóvenes
hay bastante rebeldía, pasión y ganas de retar al país que tenemos y su
establishment. Solo que no las expresaron en el marco de esta iniciativa y bajo
este manto de lenguaje correcto que caracteriza el proyecto “El país que
viene”. El hecho que la confrontación de la generación que ahora lidera el país
es demasiado estéril, no puede llevar a los jóvenes a pensar que la
confrontación de ideas (e ideológica) sea mala y que haya que sustituirla por
la permanente búsqueda de consensos. Lastimosamente la mayoría de los autores
cayeron en esta trampa del proyecto “El país que viene”.
Es cierto, esto lo que vemos en el libro es
el país que viene, simplemente por el relevo generacional biológico. Todos
ellos van a ser parte del poder de mañana. Merecidamente, porque se portaron
bien.
Pero estoy convencido que habrá otro país
que vendrá de otra manera, no tan suave y elegante y bien educado, sino
molestando, haciendo desorden, tomándose los espacios que necesita para
transformar el país. Dentro de esta generación, y dentro de muchos de los 40
autores, hay una generación no tan adaptada, no tan ansiosa de convertirse en
establishment, más dispuesta al disenso. Esto será el país que no simplemente vendrá,
sino que irrumpirá.
(El Diario de Hoy)