A partir del 22 de octubre, cuando comienza a correr en todos los cines la película “Malacrianza” del director salvadoreño Arturo Menéndez, todo el mundo te conocerá – sólo para darse cuenta que todos tenemos años de conocerte. Te conocemos del barrio donde crecimos, de la esquina donde compramos los periódicos y el pan del desayuno. Te conocemos como si fueras parte de la familia: el maje que siempre se mete (o lo meten) en huevos, que se caga del miedo, pero que nunca se rinde y al final… sobrevive.
Con esta su primera película largometraje de ficción, Arturo Menéndez logró captar e inmortalizar a un ícono guanaco, al anti héroe del barrio, con el cual millones de compatriotas se podrán identificar. Lograr esto no es poca cosa para un cineasta tan joven. Sólo con esto, Arturo muestra que es buen observador y escritor. Logró crear un personaje y una trama que conectan con la gente. Algo habrá aprendido de su tata, el pintor César (“Chele Coco”) Menéndez, quien tiene este don de entender, captar y plasmar íconos…
Pero lo más sorprendente es que Arturo no
sólo tuvo una buenísima idea, sino que logró realizarla, ponerla en
pantalla. Esto comienza con la capacidad de conseguir a todo el equipo
que se necesita para rodar y editar un largometraje. Empezando con un
actor como vos, Salvador Solís, que puede dar vida a don Cleo; los
camarógrafos, los técnicos de luces y sonido, la mara de Meridiano89,
los editores en México que agarraron el rough-cut y lo convirtieron en
película.
Hay
dos maneras de conseguir todo esto: o con pisto, o con la capacidad de
contagiar a los amigos al punto que todos quieren ser parte del
proyecto. Este es el segundo gran don de Arturo Menéndez: saber cómo
entusiasmar a los amigos y los amigos de los amigos. Sin esto no se hace
películas, porque el cine no es obra de un genio, sino de todo un
equipo, pero que necesita detrás o un productor cagado en pisto – o un
loco que sepa entusiasmar a los demás hasta que trabajen lo doble y de
choto…
El resultado: Una película que cuenta una
historia humana, trágica y cómica a la vez, bien realizada, con escenas
brillantes, diálogos con chispa, también con improvisaciones. Hasta las
fallas son simpáticas: dejen ver que esta película fue hecha con las
uñas.
“Malacrianza”
es la historia de don Cleo, a quien quieren poner renta. Acompañamos a
Cleo deambulando por la ciudad y sus barrios para salir vivo de este
huevo. Con un desenlace sorprendente: los pandilleros, donde en sus
desesperación Cleo busca compasión, se encachimban – pero no con él,
sino con el extorsionista h.d.p. que se atrevió a invadir el negocio de
ellos. Una película muy guanaca, muy de barrio, pero al mismo tiempo
universal: cualquiera en Estados Unidos o incluso en Europa o Japón
puede entender esta historia de angustia y amor…
“Malacrianza” muestra el gran potencial
de Arturo Menéndez – y el potencial literario del drama que
cotidianamente vive la gente en nuestros barrios. Si estos dos
potenciales se juntan, nace arte. Puede ser literatura, o pintura, o
teatro, o cine profesional, bien hecho, que puede competir en el mercado
internacional. Cine que nos entretiene y nos provoca, pero sin
sermonearnos…
Hay una gran expectativa por el estreno
de esta película. Claro, no es cualquier día que se lanza una película
de ficción y acción hecha en El Salvador. Veo en los redes sociales
muchos que dicen que “¡hay que apoyar al arte nacional!” Gran paja: Hay
que apoyar lo bueno. Y si lo bueno resulta hecho en El Salvador, mucho
que mejor…
Cuidado con la consigna “Hay que apoyar
los nuestro”. Con esta actitud nos quieren convencer que hasta Álvaro
Torres es un gran artista. Hubo películas salvadoreñas feas como
“Sobreviviendo Guazapa” o “Voces Inocentes”, unos melodramas
panfletarios y mal hechos. Y por más que nos dijeran “No están tan
malas, por ser salvadoreñas”, resultaron siendo espantosas.
No se trata de ir al cine para apoyar a
un artista sólo por guanaco y aunque sea mediocre. Vayan al cine para
ver a don Cleo, personificado por un actor genial, en una gran película
llamada “Malacrianza”. Déjense divertir y provocar.
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Mas!/El Diario de Hoy