Con entusiasmo hemos todos recibido la noticia de la inminente beatificación de monseñor Oscar Arnulfo Romero. Felicito a la Iglesia Católica por esta decisión. Felicito al arzobispo Vincenzo Paglia, quien durante años ha defendido en Roma la causa de la canonización de Romero. Si ustedes, la Iglesia, y todos nosotros sabemos aprovechar bien este evento, a celebrarse el 23 de mayo en San Salvador, el país entero ganaría un símbolo que nos puede unificar.
Dicho esto, les suplico, monseñor Paglia
y obispos salvadoreños, que asuman la celebración oficial de la beatificación
como un acto de la Iglesia. Yo estoy claro que este evento trasciende los
límites confesionales de la Iglesia Católica. Bueno, la personalidad de Oscar
Arnulfo Romero y su importancia histórica trascienden su Iglesia y desde hace
años son patrimonio del pueblo salvadoreño en general.
Entonces, cuando digo que ustedes tienen
que asumir este evento como Iglesia, por supuesto será la Iglesia en su diálogo
con el pueblo, con toda la sociedad civil.
Lo que no pueden ustedes permitir es que
el evento de la beatificación se convierta en un acto del Estado. Ustedes mejor
que yo saben cuánto daño a la causa de la canonización de Romero ha hecho la
extrema politización de su figura por parte de la izquierda salvadoreña y,
desde que ascendió al poder, el gobierno de nuestro país.
El proceso de la canonización, así como usted
monseñor lo ha descrito recientemente, es un proceso religioso-teológico. No
tiene nada que ver con las relaciones de Estado entre el Vaticano y El
Salvador. Es un proceso interno de la Iglesia Católica, donde el Vaticano como
entidad religiosa se relaciona con la Iglesia Salvadoreña.
Yo sé que el gobierno tendrá que
intervenir, como ya lo anunció, en la logística y la seguridad del evento, así
como en la creación de condiciones migratorias para los feligreses de otros
países y continentes que quieren participar. Pero esto es el límite aceptable
de la participación del Estado. Espero que la foto, donde todos ustedes
aparecen con el canciller Hugo Martínez se debe a esto – y nada más.
El Salvador es una república laica. El
Estado no debe intervenir en asuntos internos de las iglesias, ni mucho menos
apropiarse de ellos. El gobierno no debe tratar de capitalizar y hacer suyo un
evento de carácter eminentemente religioso. Conociendo el oportunismo de
nuestros gobernantes, y la manera sistemática como su partido ha querido
reclamar a Oscar Arnulfo Romero como uno de los suyos, no le faltarán ganas de
convertir el evento del 23 de mayo en un acto de Estado y, peor aun, de
partido.
Ustedes, si realmente quieren que
monseñor Romero se convierta en autoridad moral y espiritual de toda la
sociedad salvadoreña, los jerarcas de la Iglesia, no pueden permitir esto.
Estoy seguro que usted, monseñor Paglia,
y varios de los obispos salvadoreños tienen claro lo delicado de este asunto.
Otros miembros de la Conferencia Episcopal, me temo, estarían felices de
aprovechar este magno evento para volver a consolidar la alianza Iglesia-Estado,
que durante décadas fue el eje central del poder en El Salvador. Irónicamente
fue Oscar Arnulfo Romero quien marcó la ruptura de esta alianza, que por nada
fue santa.
No me tomen mal este comentario,
monseñores. De ninguna manera pretendo interferir en sus asuntos internos, pero
sí en la relación política Iglesia-Gobierno, sobre todo cuando es inadecuada.
Con
mucho respeto los saludo. Paolo Lüers
(Mas!/El Diario de Hoy)