miércoles, 19 de marzo de 2014

Tiempo de conflicto y apertura

"Dejen de repetir pendejadas como 'El país necesita reconciliación'. Necesitamos transparencia, que Funes se quede callado, ¡y unas cervezas!", puse en Twitter el martes 11 de marzo, luego de tres días de Ley Seca.

Bueno, Funes se quedó callado hasta el sábado siguiente, cuando resumió la campaña proselitista como si estuviéramos preparándonos para una tercera vuelta. No hay mucha transparencia, porque el Tribunal Supremo Electoral se negó a abrir las urnas, y ARENA hizo denuncias poco fundamentadas. Y ya nos tomamos todas las cervezas necesarias para lidiar con nuestra alegría o decepción, respectivamente.
Pero sigue vigente y actual la primera parte de mi tuit irreverente: Dejen de repetir pendejadas como "El país necesita reconciliación". Bueno, tal vez no hubiera tenido que decir "pendejada" a tan profundo anhelo de armonía expresado por tanta gente. Digamos: lugar común. O con un poco más de malicia: Cursilería política.

¿Quién dice que el mensaje el votante es que demanda que dejen de pelearse, que se pongan de acuerdo, que concierten un plan de país, y que se reconcilien? Es más: Yo digo que no existe un solo mensaje, y no existe EL votante. La mitad de los votantes mandó un mensaje, y la otra mitad otro. Los que votaron por Norman Quijano no mandaron un mensaje a ARENA de que busque el entendimiento con el FMLN, sino que lo sustituya en el poder. Y en caso que para esto no alcancen los votos, que le haga oposición y no permita que se profundicen los cambios al sistema político y económico propuestos por la izquierda. Y al revés igual: Los que votaron por Sánchez Cerén no mandaron un mensaje al FMLN de que, en vez de profundizar el proceso de cambio, busque acuerdos con la derecha.

Para poder hablar en serio de concertación, primero hay que establecer un balance de poder. Solo hay concertación viable entre iguales, no entre uno que tiene el poder y el otro que no tiene nada para equilibrarlo. Conclusión: Si el país necesita que los dos polos lleguen a acuerdos por el bien de la Nación, primero hay que crear el equilibrio en 2015, en las elecciones legislativas y municipales.
Si ARENA hubiera ganado el 9 de marzo, el 2014 se hubiera podido convertir en el año de la concertación, porque hubiéramos tenido un equilibro de poder entre gobierno y oposición: Uno controlando el Ejecutivo; el otro, la Asamblea. Con el FMLN quedando en el Ejecutivo, y con ARENA en posición muy débil en la Asamblea, el 2014, por lógica, será un año de confrontación, de medición de fuerzas y no de reconciliación. La oposición tiene que ser beligerante para defender la independencia de la Corte Suprema, de la Fiscalía; para combatir la parcialidad de la Corte de Cuentas y del Tribunal Supremo Electoral; para resistir a la tendencia de partidización de la Policía Nacional Civil; para salvaguardar el sistema de pensiones y la libertad de prensa; para defender el clima de inversiones...

Todas estas batallas la oposición las va a hacer desde su desventaja en la Asamblea, o sea principalmente mediante la movilización de la opinión pública y, si necesario, en la calle. Sólo así la oposición puede aspirar que las elecciones del 1 de marzo del 2015 cambien la correlación de fuerzas, establezcan un nuevo equilibrio de poder y así abran la posibilidad realista de una concertación que llegue a acuerdos de nación entre gobierno y oposición, Estado y empresariado, política y sociedad civil.

Llamar a la concertación cuando el problema a resolver es la falta de equilibrios y el peligro de que el gobierno gane control de todas las instituciones, es un grave error y resta fuerza. Hay tiempos de lucha y tiempos de reconciliación, tiempos de conflicto político y tiempo de concertación.
La oposición no puede darse el lujo de perder tiempo, ni con intentos vanos de llegar a acuerdos de país ni con luchas quijotescas para retrospectivamente revertir el resultado del 9 de marzo. Todo lo que a partir de ahora la oposición haga tiene que estar en función de construir una mayoría para el 2015.

Esto incluye especialmente la manera como tiene que llevarse a cabo el debate sobre la renovación de ARENA: En la situación crítica en que se encuentra la oposición a partir de las elecciones de febrero/marzo 2014, no puede ser un debate abstracto, solo de principios, sino tiene que tener una clara finalidad: poner a ARENA en condición de consolidarse como representante y alternativa para toda la oposición al proceso de transformaciones constitucionales, institucionales y económicas que quiere avanzar el FMLN. O sea, poner a ARENA en condición de poder ganar las elecciones parlamentarias y municipales del 2015.

Analizando lo que pasó en las dos rondas electorales del 2014 (o más bien entre las dos rondas), queda claro que el proceso de renovación de ARENA (de su liderazgo, su funcionamiento y su ideario) no es simplemente un asunto interno que se resuelve convocando un Congreso representativo para sus estructuras. La renovación que ARENA necesita para ganar en el 2015 tiene que cambiar esencialmente la relación entre partido y sociedad civil. Por esto, el debate de renovación tiene que involucrar a los sectores sociales y las corrientes de pensamiento que el partido necesita representar para convertirse en mayoría. Por tanto, estamos hablando de un proceso que esencialmente es apertura, construcción de pluralismo y de debate interno y con la sociedad.

Es muy simple: si con la consolidación del FMLN en el poder existe el peligro de autoritarismo y erosión de la democracia, la respuesta por parte de la oposición (y del partido que la quiere representar) tiene que ser: más democracia, apertura hacía la sociedad, la crítica y la renovación de ideas. La magia de la remontada del 9 de marzo es la muestra de esta tesis. Y lo errático de su actuación partidaria en la manera de defender el voto y de cuestionar al resultado oficial, demuestra la urgencia de abrir el proceso de renovación. El capital ganado con la apertura luego del desastre del 2 de febrero puede ser el inicio de una acumulación histórica, pero igual se puede perder con unas cuantas malas apuestas.
(El Diario de Hoy)