quiero aprovechar la primera carta del año nuevo para abrir espacio al optimismo. El nuestro no es un “país de victimarios y víctimas”, como lo describió Carlos Dada en un editorial de El Faro. Tampoco es la República donde “solo se olfatea la fétida pestilencia de una podredumbre de desagüe”, como la describió el economista Carlos Glower en su última columna (“Peligran la Impunidad y la República”) en ContraPunto, escrita en el fondo de una depresión que tres días después lo llevó a quitarse la vida.
El Salvador tiene futuro. No está en
quiebra. El que está en quiebra es el gobierno, no nuestro país, no nuestra
economía. Tenemos una economía tan fuerte que ha sobrevivido, maltrecha pero
sin rendirse o colapsar, a dos gobiernos malos, populistas, sin disciplina
fiscal, sin incentivos para la inversión, sin seguridad jurídica. Nadie sabe si
la economía salvadoreña (este quehacer diario y complejamente entrelazado de
miles de empresarios, trabajadores, vendedores, clientes, consumidores) podrá
aguantar otros 5 años sin certidumbre e inversión. Pero estoy seguro que al
sólo asumir un gobierno que emita las señales correctas, la economía movilizará
sus reservas financieras y humanas y se levantará.
El país tampoco está en quiebra moral.
Hay una crisis en el actuar de la clase política, en el ejercicio del poder, es
innegable. El engaño de empaque que resultó ser Mauricio Funes; el surgimiento
de GANA; el cinismo con que partes del FMLN hacen Realpolitik y negocios millonarios; la manera como quedó a medias la autodepuración
en ARENA – son síntomas de esta crisis.
Pero no se trata de la quiebra moral de
la nación. Hay problemas de corrupción, pero no es cierto que sean reflejo de
una inclinación generalizada de los salvadoreños hacia el amaño, la movida, el
fraude. Como tampoco es cierto que el alto grado de violencia que vive el esté
en el ADN de los salvadoreños. La gran mayoría de salvadoreños son
trabajadores, honestos, pacíficos y generosos.
Así como encontramos corrupción y
violencia, de repente, en medio de la crisis moral, nos encontramos con
importantes reservas éticas: en la juventud, que se levanta para defender a la
Sala de lo Constitucional; en los profesionales de la nueva clase media que
aspira a una verdadera meritocracia; en ciudadanos que toman protagonismo en la
creación de mecanismos pacíficos de solución de conflictos.
De repente nos damos cuenta que detrás de
los 4 magníficos de la Sala, que parecen tan extraordinarios, existe una
generación de constitucionalistas, muy combativos a pesar de su edad avanzada;
y una generación de nuevos profesionales de derecho dispuestos a poner la cara
por la Constitución...
Y aunque a muchos les caiga mal, repito
lo que ya me criticaron muchos: En medio de la crisis de credibilidad de la
clase política, encontré liderazgo positivo y constructivo donde menos lo había
esperado: en las cárceles y en los barrios conflictivos de nuestras ciudades.
El Salvador tiene futuro. Nadie me va a
quitar este optimismo. Y lo quiero compartir con ustedes antes de que dejen de
votar por frustración.
¡Feliz año nuevo! Paolo Lüers
(Más!/EDH)