1- Hace cinco años la ciudadanía salvadoreña dio la
campanada al elegir, por primera vez, un gobierno de signo diferente, que
accedió al poder político mediante elecciones libres y democráticas, y lo ha
ejercido por más de cuatro años hasta la fecha.
En diferentes momentos de nuestra historia política
del siglo pasado hubo intentos por cambiar el curso de nuestra realidad, pero
el grupo social predominante y sus acompañantes se encargaron de impedirlo,
bien fuere mandando a asesinar un presidente, o deponiendo mediante golpes de
estado a un presidente legítimamente electo o a juntas de gobierno democráticas
surgidas de otros golpes de estado, las que permanecieron únicamente tres meses
al frente del gobierno, o bien mediante el fraude y la imposición como ocurrió
durante los años sesenta y setenta.
Excluimos de esta consideración a la junta de
gobierno militar demócrata cristiana y los gobiernos llamados de “transición”
pronorteamericanos de los años ochenta, incluido el de la democracia cristiana
cuando ésta se encontraba en plena decadencia y era presa del virus de la
corrupción galopante, dado que simplemente se encargaron de lavarle la cara a
la injerencia norteamericana y al terrorismo de Estado ejecutado por la fuerza
armada y los cuerpos de seguridad de la época.
2- En estas elecciones presidenciales, de conformidad
con la mayoría de encuestas conocidas, se disputan el poder formal dos fuerzas
políticas bien consolidadas; una de ellas con una enorme acumulación histórica
de poder económico, político y social, y la otra de reciente acumulación de
poder económico, una buena dosis de poder político y social, y una ascendente
influencia ideológica que no obstante, contrasta con la mentalidad
predominantemente conservadora de nuestros conciudadanos.
En mi caso, desde los años sesenta hasta la última
elección, con el intervalo de los años ochenta en que no ejercí mi derecho al
voto, siempre voté a favor de la oposición democrática representada por
diferentes partidos o coaliciones de éstos, de mi simpatía o preferencia política.
En la actualidad, a una semana de los comicios, la
disputa es aparentemente muy cerrada, y será hasta por la noche del 2 de
febrero próximo que se sabrá a favor de quienes se definió la votación, o si se
tendrá que ir a una segunda vuelta.
3- Sin embargo, a lo que me quiero referir es que
cualquiera sea el partido que resulte ganador en primera o segunda vuelta,
tendrá que hacerle frente a una situación económica, política y social muy difícil,
con problemas agravados a lo largo de los años, los cuales se han complicado
históricamente, produciendo un gran deterioro y un desorden en diferentes ámbitos
de la vida nacional, ya sea en la estructura de las finanzas públicas, la
educación en todos sus niveles y esferas, la utilización de los recursos
naturales y el territorio nacional, los procesos de la administración del
Estado, la seguridad ciudadana, la legislación de la República, el ejercicio de
las profesiones universitarias, el transporte colectivo y el tránsito
vehicular, el desarrollo urbanístico, etc. etc.
Para que se mantenga y desarrolle en nuestro país el
sistema capitalista y por tanto una economía social de mercado como debe ser,
complementada por una forma de gobierno democrática, constitucional y
representativa, es importante reconocer la necesidad de implementar
determinadas políticas públicas y reformas económico sociales, principalmente
en las áreas de: población, tributación, inversión, trabajo, seguridad pública,
educación, salud, vivienda, producción agrícola e industrial, comercio y
servicios, conservación del medio ambiente, previsión (pensiones) y
administración pública, por lo menos, para tratar de reducir significativamente
la brecha de la inequidad social que existe en El Salvador.
4- Está visto que cualquiera que sea el sistema económico
social imperante, capitalista o socialista, mientras mayor sea la diferencia
entre quienes detentan el poder y aquellos que se encuentran en los escalones más
bajos de la sociedad, se abona el camino de la confrontación, con consecuencias
muy dolorosas y costosas.
En la historia reciente de El Salvador encontramos
abundantes argumentos a favor de este planteamiento, lo que condujo a una
guerra civil que duró más de una década. Ya lo decía Carl von Clausewitz, que
la guerra es la continuación de la política por otros medios, como cuando se
nos cierran todas la vías políticas democráticas y no nos queda opción; sin
embargo, en esta campaña electoral pareciera que la política en El Salvador es
la continuación de la guerra por otros medios, en nuestro caso, por diferentes
medios de comunicación tales como la prensa, radio, televisión, mobiliario
urbano e internet.
5- Volviendo al principio de esta nota, ya sea que
gane el FMLN o que gane ARENA, las cartas están sobre la mesa y deberían
pensarlo bien antes de desatender la agenda de interés nacional que he tratado
de resumir más arriba. En estas dos fuerzas políticas encontramos algunos
patrocinadores y dirigentes que podrían tener más interés particular que
preocupación por los intereses nacionales, y que intentarán hacer valer aquel
interés aprovechándose de los negocios que permite la ejecución presupuestaria
estatal o de las prebendas y favores asociados a la posición política que
ocupen.
Por ello es que pesan tanto en esta contienda
electoral los errores cometidos durante los veinte años anteriores a este
ejercicio gubernamental, así como los propios de estos últimos cuatro años y
medio, en los que personeros de ambos partidos no han podido evitar caer en las
tentaciones antes mencionadas.
Así las cosas, esperemos los resultados del domingo 2
de febrero para adentrarnos en estas y otras consideraciones, y especialmente
para tratar de advertir qué tan capaces son estas dos fuerzas políticas de
hacer suyas las reformas necesarias al interior del sistema económico, político
y social de El Salvador, unos para reconvertirse y permanecer, y otros para
modernizarse y reconstruirse, y en todo caso para hacer avanzar al país.
Veremos qué nos depara la Historia.
San Salvador, 26 de enero de 2014