Ustedes me invitaron, el sábado pasado, a una fiesta que jamás voy a olvidar. Yo ni sabía que existía en Apopa una comunidad llamada Valle del Sol, con más de 18 mil habitantes. Mucho menos sabía que este vecindario ha sido, durante años, una de zona de guerra, con a veces hasta 200 homicidios al año. Y ni idea tenía que ustedes son una de las comunidades que se tomaron en serio lo de la tal tregua de pandillas cuando surgió hace unos 15 meses. Más bien, la hicieron suya. La implementaron al pie de la letra, entre todos: los pandilleros del Barrio 18 que viven en la comunidad, las otras pandillas de la zona, la inmensa población juvenil de este sector de Apopa, la junta directiva de Valle del Sol, las iglesias de la comunidad, las escuelas... todos.
Esta celebración a la cual me invitaron
tendría que reflejarse como noticia en todos los noticieros y periódicos: Hay
paz en Valle del Sol. Entre los 18 mil habitantes de esta comunidad de Apopa
han logrado reducir los homicidios a cero. Donde antes había tiroteos y
amanecieron muertos cada rato, tienen 15 meses sin lamentar una vida perdida a
la delincuencia. Claro, esta noticia no aparece, porque es demasiado buena para
ser verdad...
En los sets de televisión donde los
“analistas” diariamente declaran la muerte de la tregua, una mañana deberían
estar sentados Don Víctor Barahona, el presidente de la comunidad Valle del
Sol; y el doctor David Ramos, el pastor de Misiones Betania que ha puesto su
iglesia evangélica en función de construir la paz en este rincón de Apopa; y
uno de los líderes del Barrio 18 en Valle del Sol, que hace 15 meses decidieron
que querían hacer la paz con su comunidad – y han cumplido. Tal vez, si
lográramos de esta manera hacer visible lo que está pasando en los montes
refundidos de Apopa, fuera diferente la discusión pública sobre la tregua...
Tal vez, si ustedes desde su experiencia
en Valle del Sol lograran explicar al país cómo se hace para construir la paz
social, cómo se logra que no sólo desaparezcan de la vida de una comunidad
entera los homicidios, sino también los robos, las violaciones e incluso las
extorsiones, este país tendría más esperanza...
Fui a la celebración en Valle del Sol
para conocer, para escuchar, para preguntar. Luego de haber hablado con docenas
de ustedes: con las pupuseras, con los directivos, con los profesores, con las
pandilleros, con los feligreses, con los alumnos... no me queda duda ninguna:
Ustedes lograron la paz. Ustedes están perdiendo el miedo. Ustedes caminan en
la oscuridad de estas calles y veredas sin problemas. Los niños juegan
libremente. Y los pandilleros se están convirtiendo en lo que siempre han
pretendido ser y no lograron por su actuación delictiva: parte del barrio.
Y todo esto, sin ninguna intervención del
gobierno. En Valle del Sol, la tregua se hizo sostenible, porque la comunidad
se apropió de ella. No la comunidad internacional con millones de dólares, no
el gobierno con sus anuncios engañosos de reorientar su gasto social hacía las
comunidades. No, la comunidad de los habitantes.
Y ustedes no están solos. En la fiesta de
Valle del Sol hablé con directivos y activistas de otras comunidades vecinas
que quieren seguir su ejemplo. En Ilopango hay comunidades enteras que van por el
mismo camino. Es cierto: Todavía son casos aislados, son islas de paz en un mar
de delincuencia y miedos. Pero, ¿qué nos impide tomarlos como punto de partida
de un proceso integral de paz en todo el país? ¿Y qué pasaría si el gobierno de
verdad invirtiera en estos procesos comunales, con proyectos educativos, de
salud y productivos?
Gracias, amigos de Valle del Sol, por
esta lección; gracias a don Víctor y sus directivos; gracias al pastor Ramos y
sus jóvenes activistas de Misiones Betania; gracias a “Donkey” y sus homeboys
del Barrio 18... Paolo Lüers
(Más!/EDH)