jueves, 13 de junio de 2013

Carta a don Enrique Altamirano

Hoy leí una frase suya que me impactó: "Pese a la ilusión de muchos sobre la posibilidad de corregir conductas y lograr que criminales tomen el correcto camino y se conviertan en personas de bien, la realidad humana es otra, siendo una cuestión de genética, de formación, de complejos, de fanatismos, de 'mala sangre'."

Esta frase me hace realizar en qué problema extremadamente grave estamos como sociedad. De repente nos vemos obligados a enfrentar un problema que durante años hemos obviado. Cada uno y toda la sociedad nos hemos sistemáticamente negado a enfrentarnos a una realidad, así como a veces hacemos los humanos cuando es demasiado triste reconocer la realidad, y cuando cuesta demasiado valor enfrentarla. Represión llaman los sicólogos este mecanismo de defensa.

Pero de repente pasa algo que nos rompe las defensas y nos obliga abrir los ojos y ver la cruda realidad. En este caso, lo que nos obligó a enfrentar la realidad fue la maldita tregua entra las pandillas. Qué susto que en una sociedad tan llena de violencia como la nuestra, los que ponen en la agenda del país la idea de desmontar el monstruo de la violencia, sean los pandilleros. Qué ofensa que en un país que cobardemente ha delegado su problema de violencia epidémica a la policía y los carceleros, las voces que nos obligan a asumir nuestra responsabilidad y enfrentar el problema de la marginación de buena parte de nuestra juventud no salgan de la iglesia, ni de las universidades, sino ¡de las cárceles!
¿Y no hemos durante años, décadas enteras, exigido que nos quitaran de la vista esta escoria humana, a estos animales que se llaman mareros? Así pudimos ser tranquilos: que los encierran en cárceles lo más apartados de nuestra vista, y boten la llave. Y por más infrahumanas las condiciones de vida en estas cárceles, mejor.

Y de repente desde adentro de estas cárceles salen voces que hablan de paz. Y para colmo, nos quieren obligar a ver que detrás del hecho que tengamos 50 mil jóvenes fuera de la ley existe un problema de marginación social en los barrios; que detrás de l a escalada de la violencia hay una deuda social no pagada. Y para colmo de los colmos, se hacen escuchar. Encuentran cómo comunicarse con la sociedad. Tienen voceros. ¡Hasta aparecen en televisión!

Claro que la sociedad, que durante décadas se ha negado la existencia de este problema y de esta deuda, reacciona violentamente cuando los pandilleros, en vez de silenciosamente podrirse en sus cárceles, irrumpen a la escena nacional y hablan de diálogo y paz. Claro que recibe aplausos el nuevo ministro que despide a quien autorizó la aparición en televisión de dos pandilleros y prohíbe su contacto con la prensa.

La frase que cité al principio, tomada de un editorial suyo en El Diario de Hoy, simboliza la resistencia de la sociedad de enfrentarse al problema. Esta resistencia, en otros ámbitos, se vuelve hasta violenta: vea los miles de insultos y amenazas que diariamente están recibiendo quienes tratan de promover este diálogo y quienes plantean que la tregua es una oportunidad para empezar a enfrentar, entre todos, la violencia como un problema integral que requiere de soluciones integrales, no exclusivamente penales.

La última línea de defensa para los que se niegan a aceptar este reto es la teoría de la "mala sangre": los malos son malos, porque tienen malos genes. Los heredaron de sus padres y abuelos, y igual de malos serán sus hijos y nietos. Por tanto, no necesitamos preguntarnos qué hemos hecho mal como sociedad. Y no tiene sentido hablar con ellos o tratar de reinsertarlos. Vuelvan a cerrar herméticamente las cárceles y boten las llaves. Y déjennos tranquilos, sin ver a pandilleros en televisión. No quiero poner esto en la boca suya, don Enrique, pero así lo entenderán muchos.
Que bueno que usted tenga el valor de exponer esta teoría, porque es parte del problema y hay que enfrentarla. Por suerte, el debate ya no se puede apagar. La caja de Pandora está abierta, y están saliendo cosas muy buenas y cosas muy feas. Qué bueno: Por más que algunos quieran apagarlo, el debate continuará, y la sociedad comenzará enfrentar su cruda realidad. Primer paso para cambiarla. Y qué bueno que este periódico se atreve a albergar este debate.

Saludos, Paolo Lüers
(Más!/EDH)

Aqui el link para leer el editorial de El Diario de Hoy arriba citado:
http://www.elsalvador.com/mwedh/nota/nota_opinion.asp?idCat=50838&idArt=7958452