jueves, 10 de enero de 2013

Columna transversal: La farsa de Caracas

Lo que está pasando en Venezuela es absurdo. Pero como tiene al aval del Tribunal Superior de Justicia y de la Asamblea Nacional, no hay manera de pararlo. Hugo Chávez se presentó a las elecciones presidenciales de octubre 2012 para su reelección, a pesar de que sabía que el cáncer ya no le iba a permitir cumplir un nuevo mandato. Logró terminar la campaña escondiendo la gravedad de su enfermedad y sabiendo que con este esfuerzo iba a sacrificar aún más su salud. Logró ganar la reelección. Pero hasta ahí llegó.

El día de hoy, 10 de enero del 2013, tenía que juramentarse ante el Congreso para poder asumir su nuevo mandato. Sin embargo, ya no está en condiciones de hacerlo. Se encuentra en Cuba, conectado con máquinas que lo mantienen respirando. No está en condiciones ni siquiera de firmar una carta para pedir que posterguen la juramentación. Lo piden otros por él.

Antes de ir a Cuba a su última operación, Hugo Chávez al fin decidió hacer al fin lo que tendría que haber hecho antes de las elecciones de octubre: arreglar su casa, poner orden entre sus herederos. Nombró vicepresidente a Nicolás Maduro, su fiel canciller. Y decretó que, en caso que él no podía ejercer la presidencia, que postulen a Maduro como candidato en las elecciones presidenciales que en este caso habría que convocar. El problema: Ya no le quedó suficiente tiempo y vida para entronizar bien a Maduro, primero dentro de las filas chavistas y luego como presidente...

Ni siquiera pudo juramentarse este 10 de enero, asumir la presidencia para el período 2013-2019, formar su gabinete, nombrar a Nicolás Maduro vicepresidente, y entregarle el poder para volver a retirarse a Cuba.

La Constitución manda para este caso (que el presidente electo no puede juramentarse y asumir) que lo haga interinamente el presidente de la Asamblea Nacional, mientras el presidente electo se recupere. Y cuando su ausencia sea permanente, el presidente interino tiene que convocar nuevas elecciones presidenciales. En estas elecciones, Nicolás Maduro tendría que enfrentarse al líder opositor Henrique Capriles.

Los chavistas decidieron no hacer nada de esto. Usaron su control de todos los órganos del Estado al decretar una solución que a todas luces es inconstitucional: Chávez queda automáticamente en el poder. No tiene que asumir su cargo el 10 de enero, porque hay "continuidad del poder". Las funciones del gobierno, de los ministros y del vicepresidente no cesan el 10 de enero 2013 con el fin del mandato 2007-2013, sino se prolongan automáticamente. Tiene que ser así porque el presidente, por su parte, no ha asumido, no ha sido juramentado y ni siquiera está en condiciones físicas de nombrar o juramentar ministros.

Y así lo están haciendo. Una gran farsa. Hugo Chávez obviamente no está ejerciendo la presidencia desde que lo volvieron a operar en diciembre 2012 en Cuba. Mucho menos ahora que está con respiración artificial y además no está juramentado. Nicolás Maduro sigue ejerciendo el poder presidencial, a pesar de que constitucionalmente lo hubiera tenido que entregar a su compañero de partido Diosdado Cabello, el líder del sector militar del chavismo y recién reelecto presidente del órgano legislativo.

¿Por qué están haciendo esta tragicomedia? A esta altura es muy poco probable que los líderes chavistas y sus mentores cubanos crean que Hugo Chávez se va a recuperar para luego asumir el poder. Si esto fuera la idea, simplemente hubieran declarado la incapacidad temporal de Chávez, el presidente de la Asamblea hubiera asumido temporalmente la presidencia, Chávez regresa, asume. Y punto, sin complicaciones.

No, ellos saben que Chávez no va a regresar. Saben que en algún momento, lo más tarde cuando se muera, tienen que convocar a elecciones. Pero consideran esencial que cuando esto pase, su candidato Maduro tenga el mayor tiempo posible de estar ejerciendo la presidencia. No sólo porque los chavistas más cercanos a los cubanos no confían en Diosdado Cabello, sino simplemente porque es más seguro presentarse a elecciones presidenciales cuando uno es presidente y tiene el control absoluto del Estado y de los fondos petroleros. No quieren correr ningún riesgo, ni con los poderosos militares dentro de sus filas, ni con las elecciones.

Todo esto lo hubiera podido evitar Hugo Chávez si, en vez de buscar su reelección a pesar de su enfermedad mortal, hubiera arreglado su casa a tiempo. El problema de Chávez: conoce bien a sus lugartenientes, y sabe que ni Maduro ni Cabello tendrán la capacidad de mantener viva su revolución bolivariana.
(El Diario de Hoy)