martes, 9 de noviembre de 2010

El país de las maravillas: Premios

La entrega del premio María Moors Cabot a Carlos Fernando Chamorro hace algunos días, me detonó recuerdos de mi infancia asociados a Pedro Joaquín Chamorro, entre ellos el ritual cotidiano en el que acompañaba a mi padre a escuchar sus editoriales 5 en punto, de Radio Mundial y que creo fueron semillas en mi primordial conciencia política de que algo tremendo y amenazante sucedía en Nicaragua. Igual me vinieron como en ráfagas las imágenes de Pedro refugiado en el Gran Hotel rodeado de tanques y de tropas tras la represión sufrida por una manifestación popular que repudiaba el continuismo de Somoza y terminó en masacre aquel 22 de enero de 1967. Imágenes de Pedro preso y demacrado; recibiendo el Premio Cabot en 1977 y a los pocos meses, las de un Pedro acribillado. Estuve también como joven veinteañera, entre la multitud indignada y doliente que se lanzó a las calles a protestar y acompañar su funeral, tragando lágrimas y los humos de aquellos incendios del pueblo enardecido. Ese PJCH que luchó toda su vida contra la dictadura que lo asesinó cuando apenas contaba con 53 años y era una gran promesa para un pueblo que nunca tuvo la oportunidad de elegirlo, está grabado en el corazón de todos. Que sea Carlos Fernando quien haya alcanzado la alta distinción otorgada por la Universidad de Columbia por segunda vez a un periodista de Nicaragua, es el reconocimiento internacional al coraje y calidad de un periodista, pero también de la continuidad del vibrante legado periodístico y político de Pedro en este país. Una doble honra para CFCH.

  • La apuesta por la innovación y la autonomía

Recuerdo haber leído en tiempos pre-insurreccionales un libro titulado “Reforma o Revolución”, entre cuyos autores se encontraba Carlos Fernando. Desde entonces para acá, su vida y su trabajo periodístico han sido inseparables de la historia nacional y las tensiones que han significado los términos revolución y democracia. Como director de Barricada, acometió la insólita tarea de construir un híbrido entre un órgano partidario para la movilización y un periódico de interés general y de buen periodismo. La contradicción entre agenda noticiosa vs agenda política oficial fue permanente. Sin embargo, remontando toda suerte de obstáculos y disuasivos, logró formar –y formarse- de aquellos militantes, buenos periodistas hasta que en 1991 el periódico conquistó su autonomía y se ejerció el periodismo bajo estándares de rigor profesional. Los lectores apreciaron el cambio y la diversificación de la agenda incrementó la circulación al constatar que estaban recibiendo una bocanada de aire fresco: el ladrillo revolucionario se había convertido en un foro público, que daba espacio a todas las dimensiones de la vida nacional y a la crítica. El experimento no le hizo ninguna gracia a Daniel Ortega, que a contrapelo de la anuencia de sus pares, se empeñó en mantener el medio como su aparato partidario, persiguiendo a Carlos, hasta que destruyó el periódico.

  • Un intelectual ante el poder

Donde CFCH ha sido constructor de democracia y del ejercicio de la libertad, Ortega ha sido un destructor de las mismas. Así, destruyó la inversión de 15 años hechos en Barricada y ahora, con su retorno al poder ha pretendido destruir esos otros 15 años invertidos en la construcción de medios independientes como quedó demostrado con el abusivo allanamiento de CINCO. Ortega, el destructor, no sólo acabó con el FSLN como institución política, sino que ha acabado con los cimientos de la democracia en Nicaragua y hasta consigo mismo, tal es su propia bancarrota moral. Decía Jean Paul Sartre que “un hombre no es nada sino es un ser que duda. Pero también debe ser fiel a una cosa. Un intelectual…es esto: alguien que es fiel a una realidad política y social, pero que no deja de ponerla en duda.” CFCH siempre ha tenido esa capacidad de ser fiel a la realidad de Nicaragua y de dudar de las verdades absolutas (por mucho que Ortega crea que la suya es palabra divina). Siendo “hereje por vocación” como diría Bobbio, asumió que su responsabilidad era denunciar la mentira y aportar una visión crítica, cuyo poder radica en su propia autonomía y en una cultura basada en la universalidad de la razón, que presupone que todos los temas admiten la comunicación, el debate y el diálogo. Es por eso que CFCH emerge de estas tres décadas como conciencia crítica de la sociedad y defensor de las libertades y derechos de sus conciudadanos contra los abusos del poder. Algo que no soporta la mediocridad y el autoritarismo gobernante de ayer y de hoy.

  • Contra la censura y la autocensura

Con todo el bagaje político y la experiencia profesional acumulada, se fundó CINCO como un centro de pensamiento crítico y los espacios mediáticos desarrollados por CFCH en televisión, prensa, radio e Internet. Todos ellos comprometidos con la construcción de un estado democrático y una sociedad civil autónoma e informada, para garantizar la rendición de cuentas del poder. El periodismo investigativo y la reflexión, han marcado el quehacer de Carlos Fernando así como de todos los equipos de trabajo que hemos resistido juntos todas las formas de intimidación y hostigamiento, denunciando la corrupción de los sucesivos gobiernos y del sector privado, tanto como el desmantelamiento de las instituciones, las usurpaciones, los fraudes electorales y las violaciones a las leyes, pero también trabajando por mejorar la oferta informativa y la rendición de cuentas de los medios a los ciudadanos. La impronta de Carlos es actuar contra la censura y la autocensura, investigar la información que otros esconden y niegan al público, contar buenas historias, sentir indignación ante los abusos y amar este riesgoso pero a la vez gratificante trabajo de buscar la verdad y tener el coraje para decirla. Esa es la escuela de periodismo de CFCH y el aporte que le reconoce el Premio Cabot y que nos honra a todos.

(Confidencial/Nicaragua)