“La orden que emite el pueblo (....) es clara y terminante. Una persona física, y no una idea abstracta o un «partido» genérico, fue «delegada» — por ese pueblo — para ejercer un poder. La orden popular que definió ese poder físico y personal incluyó, por supuesto, la necesidad de transformar integralmente el país.”
¿De quién es este lenguaje enredado y pretensioso?
• ¿Dagoberto Gutiérrez, líder de la Tendencia Revolucionaria?
• ¿Mauricio Funes, presidente electo?
• ¿Alexander Segovia, de Amigos de Mauricio Funes?
• ¿William Huezo, sindicalista?
Cualquier respuesta que escoja es equivocada. La frase es de Norberto Ceresole, en su libro “Caudillo, ejército, pueblo. La Venezuela del presidente Chávez”. No está hablando de Funes, sino de Hugo Chávez, y de elecciones del 1998 que lo llevaron al poder...
Ceresole, un oscuro teorético antisemita y fascista de Argentina, asesor de los golpistas “carapintadas”, fue uno de los más influyentes mentores del teniente coronel Hugo Chávez en su camino de golpista a presidente.
Ceresole es donde los extremos de derecha e izquierda se fusionan. Teórico del caudillismo. Discurso anti-partido, desprecio a la democracia representativa. Idolatría al ‘pueblo’. Antisemitismo. Por eso no es nada extraño que este hombre haya sido militante de los Montoneros, vocero de Juan Domingo Perón, consejero de los oficiales carapintadas del golpe contra Raúl Alfonsín - y mentor de Hugo Chávez.
El hombre ya murió. Pero algunas de sus ideas vuelven a surgir donde menos se espera. Por ejemplo en El Salvador, donde mucha gente con trayectoria progresista y democrática de repente abraza la idea de un presidente que gobierne ‘con el pueblo’ contra ‘la partidocracia’. Si fuera necesario, incluso contra el partido que lo llevó al poder. De repente mucha gente sostiene que ‘el pueblo’ le dio el mandato de gobernar al señor Funes, no al FMLN, cuya bandera marcaron los votantes.
Me parece absolutamente normal que este partido, que luego de décadas de ejercer la oposición ganó las elecciones del 15 de marzo del 2009, ahora quiere gobernar. El hecho que el partido haya tomado la decisión acertada de lanzar a un candidato ‘externo’ no significa, por nada, que el partido no va a gobernar. Significa, tal vez, que el gobierno del FMLN será abierto, inclusivo, reflejando sus alianzas.
Del hecho un candidato ‘externo’ no se puede deducir que el mandato que resulta de esas elecciones es del señor Funes, a título personal, y que gobierno ‘con el pueblo’ y no con el partido, es absurdo. O mentiroso.
El gobierno que va a asumir el 1 de junio –independiente de la cuota de ministros que provienen del círculo interno del FMLN- será el gobierno del FMLN, presidido por el señor Funes. Incluso en el caso hipotético que ninguno de los ministros fuera orgánicamente del FMLN, sigue siendo el gobierno del FMLN. Y este partido tendrá que asumir plena responsabilidad política por la actuación de este gobierno. Los gobiernos y los gabinetes no son expresión de la voluntad de un señor presidente, sino resultado de la correlación de fuerzas y de un acuerdo político entre partido, presidente y aliados.
Además, el hecho que los ministros no sean ‘de establo’, no es nada nuevo. La mayoría de los ministros en los gabinetes de Cristiani, Calderón Sol, Flores y Saca no provinieron de las filas partidarias – y nadie ha puesto en duda que esos cuatro gobiernos hayan sido de ARENA.
No estoy diciendo que la relación presidente-partido es exenta a contradicciones, pleitos, mediciones de fuerza. Claro que sí. En estos días somos testigos de un pleito sobre la repartición del poder. Que por cierto, lo está ganando el FMLN, que está consiguiendo exactamente lo que quería (el control de las carteras que tienen que ver con el control sobre la ciudadanía y con las posibilidades de organización territorial) – y por otra parte está cediendo a los amigos de Funes precisamente lo que como partido nunca pretendían asumir (el manejo de la economía y de la construcción de gobernabilidad frente a la empresa privada).
De esta manera, la conformación del gobierno cumplirá dos objetivos importantes: calmarle los nervios a la empresa privada y al mismo tiempo a la militancia del Frente y del movimiento popular. Esta complicada tarea de sostener la viabilidad del ‘gobierno del cambio’ no estará al cargo un presidente-caudillo que ‘gobierna con el pueblo’, como muchos lo quieren proyectar demagógicamente. Será más bien sujeto de una permanente negociación entre presidente y cúpula partidaria. Posiblemente con una lógica de confrontación y concertación interna. Posiblemente correspondiendo a conflictos internos dentro del FMLN sobre el rumbo. Posiblemente manejable, posiblemente tendiente a ruptura.
(El Diario de Hoy)