jueves, 2 de abril de 2009

Camaron que se duerme, se despierta en el coctel

Está muy bien que ARENA se haya metido a una evaluación profunda de su dirección, su estrategia y su funcionamiento interno. Seguramente el futuro partido opositor saldrá renovado y fortalecido de este proceso.

El problema es: ¿Quién dirige al partido mientras tanto? ¿Quién, con qué autoridad y con qué criterio se hace cargo de las negociaciones políticas con el FMLN, con el presidente electo, con los demás partidos?

Es obvio que el presidente saliente tiene que estar al cargo del traspaso del ejecutivo a la nueva administración. Y todo parece que lo está haciendo muy bien.

Pero sería fatal que simplemente por el vacío de liderazgo y de definición estratégica de ARENA, también quedaran al cargo del presidente Saca y su equipo las negociaciones para definir el futuro de las instituciones. Están pendientes decisiones de carácter estratégico como la elección de cinco magistrados de la Corte Suprema, la conformación de la Sala Constitucional y el nombramiento del presidente de la Corte. Está pendiente la elección del fiscal general, del procurador general y de los magistrados del Tribunal Electoral. Está pendiente la decisión si en qué forma impulsar en esta legislatura de la enmienda constitucional para reformar el Tribunal Electoral. Y está pendiente la dirección del Órgano Legislativo...

Todas estas son decisiones que van a definir el rumbo del desarrollo institucional, del balance de poderes constitucionales y la correlación entre las fuerzas partidarias. Son demasiado importantes para considerarlas problemas colaterales del traspaso de mando pactado entre dos equipos presidenciales.

En esta situación, ARENA no se puede dar el lujo de paralizarse y dejar todas estas decisiones y negociaciones al presidente saliente. El presidente saliente y su equipo tienen que concentrarse en el traspaso del ejecutivo, tienen que hacer todo lo posible para salir bien de este traspaso, con transparencia, con responsabilidad.

Pero las decisiones sobre el futuro del sistema electoral y del sistema de justicia tienen que tomarse desde otra perspectiva. Allí no puede prevalecer el criterio de salir bien de la gestión anterior, sino el criterio de construir lo mejor para el futuro. Para esto, hace falta un fuerte liderazgo de ARENA, independiente de los intereses inmediatos del equipo de gobierno saliente.

Si los partidos que van a conformar la oposición no tienen mucho cuidado y excelente capacidad de negociar, en estos meses de transición pueden darse cambios en el balance de los poderes del Estado y en la correlación de fuerzas partidarias dentro de esos poderes que van a definir el rumbo de las instituciones por años. Si ARENA no asume su responsabilidad, el FMLN sin ninguna duda llenaría el vacío, aprovechando la el impulso del ‘cambio’, para aumentar su influencia y control en las instituciones. Camarón que se duerme, se despierta en el coctel.

Tampoco conviene a ARENA interrumpir su proceso de evaluación y construcción de nuevas estrategias y liderazgos, sólo para responder a las exigencias de este momento. Es importante que el proceso interno tenga tiempo suficiente para llevar a resultados positivos y una verdadera renovación.

Entonces, mientras siga el proceso de evaluación y renovación, ARENA tiene que instalar una dirección transitoria que de manera inmediata, decidida e independiente del gobierno saliente tome el control de la bancada parlamentaria (la actual y la entrante) y de todas las negociaciones con los demás partidos, sobre todo con el FMLN, sobre el futuro de Fiscalía, Corte, Procuraduría, Tribunal Electoral, Directiva de la Asamblea.

Ya es suficiente preocupante que todas estas cosas tienden a convertirse en combos o paquetazos, donde hay algo para cada partido. Lo que sí sería totalmente inaceptable es que todas estas decisiones se metan en un sólo paquetazo de traspaso de mando pactado entre los dos equipos presidenciales.


(El Diario de Hoy, Observador)