Yo no voté en las elecciones presidenciales. No pude votar. Tengo 25 años y no vivo en El Salvador, aunque me hubiera gustado participar y haber ejercido este derecho como salvadoreña y como otros miles más que se encuentran en igual situación.
La elección del Mauricio Funes como nuevo Presidente de EL Salvador ha generado una ola de euforia, optimismo y esperanza entre muchos jóvenes.
Estos son los jóvenes que votaron por él, de su mismo partido así como los jóvenes de otros partidos que creen en él, como figura de cambio más que en el partido al que representa. Las ilusiones son grandes, sin duda.
Los medios de comunicación internacionales mostraban al candidato con una leve ventaja y desde lejos sabíamos que Funes iba a ganar, aunque internamente pareciera lo contrario. Al final fue una elección bastante pareja.
Pero la ola de euforia y de sorpresa que esto ha generado súbitamente es reforzada por la poca credibilidad que teníamos en el sistema electoral y la debilidad de nuestras instituciones responsables de llevar a cabo el evento hasta el final. Ni se diga, además, de la manipulación de los medios de comunicación en los días de campaña.
Pero dejando a un lado todos los miedos y dudas, y de los miles de observadores internacionales que estuvieron presente en el día del evento, esto a mi juicio, es un gran paso para El Salvador. Sin embargo, la democracia, en su totalidad no se termina en la simple elección de un candidato y en la claridad del proceso electoral, sino también involucra la concertación y el dialogo político que el nuevo Presidente tiene que cumplir en los próximos 5 años.
Hay una ola de optimismo increíble, un ambiente de fiesta y alegría hasta los que no votaron por el candidato. El temor que generaba su victoria en los jóvenes opositores se ha quedado favorablemente disipada con el discurso conciliador y con el apoyo de presidentes internacionales como Barack Obama.
Pero ahora surge una gran duda y miedo que se ve desde aquí a lo lejos. Y es la crisis económica mundial que golpea gravemente a nuestros países centroamericanos y que, ganara quien ganara en El Salvador en estas elecciones presidenciales, le tocara lidiar con este fenómeno en los próximos años.
La crisis internacional no es para tomárselo a la ligera, y no es consecuencia de cambio de régimen de gobierno. No hagamos evaluaciones erróneas. Si bien es cierto, esta crisis a diferencia de otras anteriores nace en los países en desarrollo, nuestros países latinoamericanos no estarán exentos y el nuevo presidente con más razón tendrá que pactar y generar buen gobierno para poder sacar al país adelante.
Un ejemplo de ello es España. Este país ha sido el más golpeado por la crisis mundial en Europa. Zapatero, del Partido Socialista, ganó las elecciones a Mariano Rajoy en 2008. Muchos culpan de la crisis económica actual a la gestión del gobierno Zapatero, sin embargo ha sido debido a las malas gestiones de gobiernos anteriores ya que desde hace mucho tiempo el estallido de la bomba inmobiliaria se veía venir.
En un reciente documento del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo sobre la Crisis Financiera y su impacto en los países en desarrollo, se estima que la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) en el 2007 fue de $104 billones. Sin embargo, con la crisis económica, la AOD deberá aumentar ya que de otra manera no se verá ningún impacto de valor agregado si se mantiene como hasta ahora. La AOD deberá ser altamente concesional con baja condicionalidad para evitar políticas contradictorias a los países en desarrollo con la baja de precios en materias primas y las externalidad económicas.
Pero lo más importante como siempre no es depender de la AOD, que tiene tendencia a disminuir en los próximos años debido a las subsidios que los países desarrollados han desembolsado hasta ahora para salvar sus economías, sino de medidas a nivel nacional y regional.
El documento resalta a El Salvador y Colombia como países individuales con grandes déficits de gobierno central, mezclado con altos niveles de deuda del sector publico en América Latina; Egipto y Jordania en el Medio Oriente.
Con respecto a medidas globales y regionales, si bien la crisis financiara actualmente ha mostrado lo disfuncional de la actual arquitectura financiera, esto no es cosa nueva ya que las crisis anteriores (como las de finales de los 90 de los países asiáticos habían hecho hincapié en la vulnerabilidad financiera). La diferencia es que hubo poco progreso en hacer una reforma significativa de la arquitectura internacional (Griffith-Jones 2003). Existe en esta nueva crisis una oportunidad o esperanza que se tome acción verdadera proveniente de países desarrollados, no sin establecer una reforma fuertemente regulada y supervisada.
Una de las recomendaciones necesarias del PNUD en este informe para los países en desarrollo, es la creación de instituciones regionales y sub regionales financieras propiedad de estos países. Estas instituciones deberán tener un rol complementario ya que dan voz y sentido de propiedad a los países en desarrollo, mejorarían la capacidad de crédito e incrementarían la red de bancos regionales que ya esta en pie aunque de modo disparejo en diferentes regiones de los países en desarrollo.
En suma, el nuevo presidente deberá pactar con el sector privado, las instituciones financieras, los pequeños y medianos empresarios que lo apoyan ampliamente y los sectores más informales para sacar al país adelante. Así mismo, a nivel internacional, deberá establecer buenas relaciones multilaterales con los demás países centroamericanos y latinoamericanos, aquí resalta su oportunidad de apoyar iniciativas de los grandes países como Brasil y México en lo que a instituciones financieras se refiere. Lo cierto es que los jóvenes queremos un país con oportunidades por igual, mas equitativo, del cual sentirse orgullosos tanto en instituciones políticas y calidad de vida, derechos civiles, cultura e identidad. Nadie quiere una guerra, ni despotismo ni de la mucha terminología que tanto se habla y que poco se entiende. Como escribió José Saramago en un reciente articulo:
“No le pido tanto al presidente electo de El Salvador, salvo que no olvide ninguna de las palabras que pronunció la noche de su triunfo ante los miles de hombres y mujeres que habían visto nacer finalmente la esperanza. No los desilusione, señor presidente, la historia política de América del Sur transpira decepciones y frustraciones, de pueblos enteros cansados de mentiras y engaños, es hora, es urgente cambiar todo esto. Para Daniel Ortega, ya basta con uno.”
La elección del Mauricio Funes como nuevo Presidente de EL Salvador ha generado una ola de euforia, optimismo y esperanza entre muchos jóvenes.
Estos son los jóvenes que votaron por él, de su mismo partido así como los jóvenes de otros partidos que creen en él, como figura de cambio más que en el partido al que representa. Las ilusiones son grandes, sin duda.
Los medios de comunicación internacionales mostraban al candidato con una leve ventaja y desde lejos sabíamos que Funes iba a ganar, aunque internamente pareciera lo contrario. Al final fue una elección bastante pareja.
Pero la ola de euforia y de sorpresa que esto ha generado súbitamente es reforzada por la poca credibilidad que teníamos en el sistema electoral y la debilidad de nuestras instituciones responsables de llevar a cabo el evento hasta el final. Ni se diga, además, de la manipulación de los medios de comunicación en los días de campaña.
Pero dejando a un lado todos los miedos y dudas, y de los miles de observadores internacionales que estuvieron presente en el día del evento, esto a mi juicio, es un gran paso para El Salvador. Sin embargo, la democracia, en su totalidad no se termina en la simple elección de un candidato y en la claridad del proceso electoral, sino también involucra la concertación y el dialogo político que el nuevo Presidente tiene que cumplir en los próximos 5 años.
Hay una ola de optimismo increíble, un ambiente de fiesta y alegría hasta los que no votaron por el candidato. El temor que generaba su victoria en los jóvenes opositores se ha quedado favorablemente disipada con el discurso conciliador y con el apoyo de presidentes internacionales como Barack Obama.
Pero ahora surge una gran duda y miedo que se ve desde aquí a lo lejos. Y es la crisis económica mundial que golpea gravemente a nuestros países centroamericanos y que, ganara quien ganara en El Salvador en estas elecciones presidenciales, le tocara lidiar con este fenómeno en los próximos años.
La crisis internacional no es para tomárselo a la ligera, y no es consecuencia de cambio de régimen de gobierno. No hagamos evaluaciones erróneas. Si bien es cierto, esta crisis a diferencia de otras anteriores nace en los países en desarrollo, nuestros países latinoamericanos no estarán exentos y el nuevo presidente con más razón tendrá que pactar y generar buen gobierno para poder sacar al país adelante.
Un ejemplo de ello es España. Este país ha sido el más golpeado por la crisis mundial en Europa. Zapatero, del Partido Socialista, ganó las elecciones a Mariano Rajoy en 2008. Muchos culpan de la crisis económica actual a la gestión del gobierno Zapatero, sin embargo ha sido debido a las malas gestiones de gobiernos anteriores ya que desde hace mucho tiempo el estallido de la bomba inmobiliaria se veía venir.
En un reciente documento del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo sobre la Crisis Financiera y su impacto en los países en desarrollo, se estima que la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) en el 2007 fue de $104 billones. Sin embargo, con la crisis económica, la AOD deberá aumentar ya que de otra manera no se verá ningún impacto de valor agregado si se mantiene como hasta ahora. La AOD deberá ser altamente concesional con baja condicionalidad para evitar políticas contradictorias a los países en desarrollo con la baja de precios en materias primas y las externalidad económicas.
Pero lo más importante como siempre no es depender de la AOD, que tiene tendencia a disminuir en los próximos años debido a las subsidios que los países desarrollados han desembolsado hasta ahora para salvar sus economías, sino de medidas a nivel nacional y regional.
El documento resalta a El Salvador y Colombia como países individuales con grandes déficits de gobierno central, mezclado con altos niveles de deuda del sector publico en América Latina; Egipto y Jordania en el Medio Oriente.
Con respecto a medidas globales y regionales, si bien la crisis financiara actualmente ha mostrado lo disfuncional de la actual arquitectura financiera, esto no es cosa nueva ya que las crisis anteriores (como las de finales de los 90 de los países asiáticos habían hecho hincapié en la vulnerabilidad financiera). La diferencia es que hubo poco progreso en hacer una reforma significativa de la arquitectura internacional (Griffith-Jones 2003). Existe en esta nueva crisis una oportunidad o esperanza que se tome acción verdadera proveniente de países desarrollados, no sin establecer una reforma fuertemente regulada y supervisada.
Una de las recomendaciones necesarias del PNUD en este informe para los países en desarrollo, es la creación de instituciones regionales y sub regionales financieras propiedad de estos países. Estas instituciones deberán tener un rol complementario ya que dan voz y sentido de propiedad a los países en desarrollo, mejorarían la capacidad de crédito e incrementarían la red de bancos regionales que ya esta en pie aunque de modo disparejo en diferentes regiones de los países en desarrollo.
En suma, el nuevo presidente deberá pactar con el sector privado, las instituciones financieras, los pequeños y medianos empresarios que lo apoyan ampliamente y los sectores más informales para sacar al país adelante. Así mismo, a nivel internacional, deberá establecer buenas relaciones multilaterales con los demás países centroamericanos y latinoamericanos, aquí resalta su oportunidad de apoyar iniciativas de los grandes países como Brasil y México en lo que a instituciones financieras se refiere. Lo cierto es que los jóvenes queremos un país con oportunidades por igual, mas equitativo, del cual sentirse orgullosos tanto en instituciones políticas y calidad de vida, derechos civiles, cultura e identidad. Nadie quiere una guerra, ni despotismo ni de la mucha terminología que tanto se habla y que poco se entiende. Como escribió José Saramago en un reciente articulo:
“No le pido tanto al presidente electo de El Salvador, salvo que no olvide ninguna de las palabras que pronunció la noche de su triunfo ante los miles de hombres y mujeres que habían visto nacer finalmente la esperanza. No los desilusione, señor presidente, la historia política de América del Sur transpira decepciones y frustraciones, de pueblos enteros cansados de mentiras y engaños, es hora, es urgente cambiar todo esto. Para Daniel Ortega, ya basta con uno.”