En la noche del 15 de marzo -ya se sabe que el próximo presidente de la República se llamará Mauricio Funes- un vehículo cruza la ciudad capital. Es de los pocos que esta noche no llevan banderas rojas. La Colonia Escalón es escenario de la fiesta de triunfo del Frente. Viajan en silencio tres ex-guerrilleros del FMLN histórico. No están de fiesta, por nada. Son de los dirigentes que hace años se separaron del FMLN, excomulgados por defender posiciones heréticas no tan diferentes como ahora las usó Mauricio Funes para ganar las elecciones.
No han apoyado a Funes. No por simpatía a ARENA, sino por antipatía al partido FMLN, partido que sus ex-compañeros han privado de su pluralidad, su democracia interna, su creatividad basada en diversidad...
Viajan en silencio, viendo el mar de banderas rojas en la Escalón, precisamente donde ellos, hace 20 años, hicieron llegar la ofensiva guerrillera.
De repente uno de ellos, viendo las caras largas de sus compañeros, rompe el silencio: “¿Y no para eso nos dimos riata en la guerra?”
El otro: “¿Para que estos babosos vengan 20 años después a izar banderas rojas en la Escalón? ¡No jodas, yo no me di verga para esto!”
“Nombre, para que cualquiera, aunque te caiga mal, puede ser presidente, si la mayoría así decida. Para esto luchamos, ¿o no?”
Yo también pasé por esta misma zona, en esta misma noche del 15, regresando del canal 12. Y tuve exactamente esa misma sensación de que la historia nos estaba jugando una broma.
Qué ironía: Hace 20 años estábamos dispuestos de perder la vida para ver la bandera roja ondear en Casa Presidencial – y hoy no siento alegría ninguna al ver este mar de banderas rojas en la Escalón. Ya no veo en el rojo de la bandera el símbolo de la esperanza y de la lucha por la libertad, sino el símbolo de ortodoxia, autoritarismo, retórica nostálgica...
Qué ironía: Cuando ya nadie en el mundo marcha bajo banderas rojas, vienen estos y van a elecciones con banderas rojas... ¡y ganan! La última bandera roja del mundo, izada en El Salvador, entre todos los lugares del planeta...
Que ironía: Al fin gana la izquierda, uniformada de rojo, cantando las canciones de anteayer, gritando las consignas de ayer, rezando al Che y a Farabundo como si fueran santos. Y en vez de sentir alegría y satisfacción, a muchos ex-guerrilleros nos entra preocupación: No vaya ser que los que hoy marchan con banderas rojas piensen que al fin han ganado la guerra... y actúen así.
Porque la guerra nadie la ganó y nadie la perdió. La terminamos negociando entre todos, sin excluir a nadie de la nueva república. Esta concepción de la paz y de la democracia hay que defenderla contra las actitudes revanchistas de donde provengan, derecha o izquierda. Contra los que siguen cantando “El Salvador será la tumba de los rojos’ - y contra los que siguen gritando “¡Revolución o muerte, Venceremos!”
¿Quiénes están dispuestos a defender lo que logramos como sociedad con los Acuerdos de Paz? Gente de izquierda y de derecha que se cansaron de gritar tonterías y rendir homenaje a protagonistas de la guerra fría convertidos en estatuas de bronce. De esa gente cansada de imperativos ideológicos, una buena parte marcó la bandera roja del FMLN, porque cree que el cambio prometido por Mauricio Funes también incluye la renovación de su partido; otra parte marcó la bandera de ARENA, porque cree en la apertura y las reformas que prometió Rodrigo Ávila. No importa, a la hora de tener que defender la democracia, se unirán.
Aquí ya no hay mayoría para regimenes autoritarias. El FMLN no pudo ganar sin la camisa blanca y el discurso reformista de Funes. Y ARENA ya no se atreve ir a las elecciones sin un programa reformista como el de Ávila.
Eso ya es ganancia.
(El Diario de Hoy)
No han apoyado a Funes. No por simpatía a ARENA, sino por antipatía al partido FMLN, partido que sus ex-compañeros han privado de su pluralidad, su democracia interna, su creatividad basada en diversidad...
Viajan en silencio, viendo el mar de banderas rojas en la Escalón, precisamente donde ellos, hace 20 años, hicieron llegar la ofensiva guerrillera.
De repente uno de ellos, viendo las caras largas de sus compañeros, rompe el silencio: “¿Y no para eso nos dimos riata en la guerra?”
El otro: “¿Para que estos babosos vengan 20 años después a izar banderas rojas en la Escalón? ¡No jodas, yo no me di verga para esto!”
“Nombre, para que cualquiera, aunque te caiga mal, puede ser presidente, si la mayoría así decida. Para esto luchamos, ¿o no?”
Yo también pasé por esta misma zona, en esta misma noche del 15, regresando del canal 12. Y tuve exactamente esa misma sensación de que la historia nos estaba jugando una broma.
Qué ironía: Hace 20 años estábamos dispuestos de perder la vida para ver la bandera roja ondear en Casa Presidencial – y hoy no siento alegría ninguna al ver este mar de banderas rojas en la Escalón. Ya no veo en el rojo de la bandera el símbolo de la esperanza y de la lucha por la libertad, sino el símbolo de ortodoxia, autoritarismo, retórica nostálgica...
Qué ironía: Cuando ya nadie en el mundo marcha bajo banderas rojas, vienen estos y van a elecciones con banderas rojas... ¡y ganan! La última bandera roja del mundo, izada en El Salvador, entre todos los lugares del planeta...
Que ironía: Al fin gana la izquierda, uniformada de rojo, cantando las canciones de anteayer, gritando las consignas de ayer, rezando al Che y a Farabundo como si fueran santos. Y en vez de sentir alegría y satisfacción, a muchos ex-guerrilleros nos entra preocupación: No vaya ser que los que hoy marchan con banderas rojas piensen que al fin han ganado la guerra... y actúen así.
Porque la guerra nadie la ganó y nadie la perdió. La terminamos negociando entre todos, sin excluir a nadie de la nueva república. Esta concepción de la paz y de la democracia hay que defenderla contra las actitudes revanchistas de donde provengan, derecha o izquierda. Contra los que siguen cantando “El Salvador será la tumba de los rojos’ - y contra los que siguen gritando “¡Revolución o muerte, Venceremos!”
¿Quiénes están dispuestos a defender lo que logramos como sociedad con los Acuerdos de Paz? Gente de izquierda y de derecha que se cansaron de gritar tonterías y rendir homenaje a protagonistas de la guerra fría convertidos en estatuas de bronce. De esa gente cansada de imperativos ideológicos, una buena parte marcó la bandera roja del FMLN, porque cree que el cambio prometido por Mauricio Funes también incluye la renovación de su partido; otra parte marcó la bandera de ARENA, porque cree en la apertura y las reformas que prometió Rodrigo Ávila. No importa, a la hora de tener que defender la democracia, se unirán.
Aquí ya no hay mayoría para regimenes autoritarias. El FMLN no pudo ganar sin la camisa blanca y el discurso reformista de Funes. Y ARENA ya no se atreve ir a las elecciones sin un programa reformista como el de Ávila.
Eso ya es ganancia.
(El Diario de Hoy)