Así le advirtió, con la sabia experiencia de su vida, el revolucionariamente admirado escritor portugués, premio Nobel de Literatura, José Saramago, a nuestro sordo Presidente de la República cuando, desde su lujoso retiro en las Islas Canarias, se enteró del triunfo del Sí en Venezuela.
Según la agencia EFE, Saramago expresó "su congratulación con la victoria del presidente venezolano Hugo Chávez en el referéndum del pasado domingo, pero le dijo: ¡ojo! con el poder.
(...) El poder tiene sus riesgos y la posibilidad de una gobernación larga puede hacer que se constituya una casta del poder que pierde comunicación con el pueblo". Poco menos, pero con más visión histórica del futuro, dijo el Libertador Simón Bolívar en Angostura.
Pero estas advertencias tan sabias de un Premio Nobel son aspirinas para un cerebro recalentado que sólo piensa en su permanencia inevitable en el poder y nada más. "Soy indispensable" y 70% de los venezolanos no sabemos para qué: si para destrozar el país o para entregarlo al dominio decadente de un anciano dictador, como Fidel Castro, cuya única finalidad en la vida ha sido amargar e interrumpir cualquier gesto de cordialidad entre los países latinoamericanos, a los cuales califica cínicamente en función de que apoyen el levantamiento del embargo estadounidense, como única excusa para mantener sojuzgadas a las comunidades democráticas que quieren una Cuba moderna y no una cueva de dinosaurios.
De allí que hasta José Saramago haya tenido que decirle a Chávez, con razón y corazón (y que nosotros nos permitimos traducir al portugués brasileño) algo que nos recuerda una canción inmensamente popular: "Vocé abusou, tirou partido de mim abusou". Y es verdad. Al escritor lusitano le preocupa que un mandatario latinoamericano se dedique a levantar una estatua institucional y presidencial de sí mismo, como alguien perpetuo y adorable por los siglos de los siglos.
Saramago admitió, lo cual es lógico, que carece de "la información suficiente sobre Venezuela", pero que "le diría al presidente Chávez que ¡ojo! con el poder, porque hay que usarlo para la mejoría de las condiciones sociales del pueblo venezolano". Y agregó con énfasis y tono categórico: "Ahí es donde digo, ojo, ojo, que el poder no necesita ser absoluto para corromper".
Si supiera Saramago cómo se han enriquecido los supuestos revolucionarios en estos diez años, cómo han obtenido sueldos y bonos super-millonarios, y de qué manera se han aprovechado de Pdvsa para hacer negocios que pervierten la esencia social y política de un cambio honesto y real.
Venezuela sigue en manos de una banda de militares aprovechadores que, de ninguna forma ni manera, puede equiparársele a las vanguardias revolucionarias que lucharon y entregaron sus vidas por un mundo mejor en la década de los sesenta. Usan a la revolución como si fuera Wall Street, apostando a los líderes en alza y bajando las acciones de quienes Chávez les quita su cariño.