Esta semana asistí a una reunión de analistas y periodistas con el equipo que elaboró el programa de gobierno de Rodrigo Ávila. Fui con todo el escepticismo del caso, preparado a aguantar un discurso ideológico, a sufrir la defensa cerrada de esquemas ideológicos agotados, a desayunarme más de lo mismo.
Para mi sorpresa, me encontré con un equipo de mentes abiertas, muy dispuesto a deshacerse de varias vacas sagradas de los gobiernos anteriores. Rodrigo Ávila, para diseñar las futuras políticas públicas de su gobierno, no se apoyó en los ideólogos de su partido, sino en profesionales críticos con una visión marcadamente reformista. El hecho que Rodrigo Ávila haya puesto como núcleo de su futuro gobierno a personas que no son soldados de partido, pero tampoco son tecnócratas, sino gente convencida de la necesidad de la reforma profunda en lo económico, político e institucional, es muy significativo para un candidato bajo la sospecha de ser garante del continuismo.
Si las personas claves de este equipo –René León, economista y embajador en Washington; Luís Mario Rodríguez, quien fue secretario jurídico de Tony Saca, renunció para competir por la candidatura residencial y ahora diseña para Rodrigo Ávila la reforma política; Rodrigo Simán, el médico que fundó el programa gubernamental contra el SIDA y se hizo cargo de desarrollar el concepto de las políticas sociales- son los hombres con los cuales Rodrigo Ávila se propone construir su gobierno, Mauricio Funes ya no es el dueño del cambio. Mucho menos el FMLN...
Si este equipo dice en voz alta que este gobierno de ARENA, en vez de seguir siendo obstáculo para la reforma electoral, para la ley de partidos políticos y para el fortalecimiento de las instituciones del Estado, será motor de estas reformas; si además este equipo dice que el problema del alto costo de las medicinas no se ataca, como propone el FMLN, quitando el IVA, sino rompiendo los monopolios en el mercado farmacéutico, ¿para qué arriesgarse con un cambio que podría ser un paso al vacío?
‘País Justo’ parece más programa de un partido de oposición que de un partido de gobierno. Plantea la urgente e impostergable necesidad de reformas. Reformas profundas. En lo electoral, en el Estado, en Salud, en Transporte, en Vivienda, en política energética.
El programa tiene otra característica sorprendente: No es un programa de partido, es realmente un programa de gobierno, o de país. No dibuja una visión ideológica del país, sino una visión pragmática de cómo conciliar lo necesario con lo factible. Además demuestra un alto grado de profesionalidad y realismo. Se nota que el equipo está compuesto por profesionales competentes, experimentados y capaces de escuchar opiniones y crear consensos.
El programa del FMLN tiene un lenguaje diametralmente diferente, profundamente impregnado de su ideología, de sus metas de transformación a largo plazo, pero sin definirlas claramente.
Un programa como el ahora presentado por el equipo del embajador René León puede convertirse en la plataforma práctica de muchos sectores y las más diversas personalidades que no están dispuestos de supeditarse al esquema ideológico de ARENA, pero sí de colaborar en las políticas públicas y las reformas ahí diseñadas.
Bueno, el papel todo lo aguanta. Había que esperar si realmente el equipo de campaña de Rodrigo Ávila y la dirección de su partido –instancias que hasta ahora no han mostrado con el mismo grado de claridad su vocación reformista y su disposición de romper con el continuismo- convierten el espíritu reformista de este programa en la imagen visible y distintiva de su proyecto político.
Si esto pasa en las próximas semanas, Mauricio Funes estará en problemas. Tal vez tenga razón con su eslogan ‘Viene el cambio’, pero de repente viene con otra cara y otras banderas, en forma de reformas concretas y reales.
En cambio, si las reformas planteadas sólo quedan en papel sin convertirse en el corazón del proyecto de Ávila, pueden tener un efecto contraproducente y reforzar la tendencia al cambio que plantea el contrincante. Plantear reformas sin mostrar las gallas de ponerlas en práctica deja espacio para los predicadores del cambio.
Ya era tiempo que alguien en este país abrace, sin vacilaciones, el reformismo. El FMLN no ha roto por nada con la larga tradición de partidos comunistas y movimientos revolucionarios que detestan al reformismo. ‘Reformista’, dentro del Frente, sigue siendo mala palabra e insulto.
ARENA hasta ahora se ha concebido como fuerza conservadora. Y los protagonistas del reformismo, desde trincheras partidarias muy estrechas, nunca lograron levantar cabeza.
El anti-reformismo revolucionario resulta igualmente obsoleto que el anti-reformismo conservador. Tal vez 2009 sea el año del reformismo. ¡Enhorabuena!
Para mi sorpresa, me encontré con un equipo de mentes abiertas, muy dispuesto a deshacerse de varias vacas sagradas de los gobiernos anteriores. Rodrigo Ávila, para diseñar las futuras políticas públicas de su gobierno, no se apoyó en los ideólogos de su partido, sino en profesionales críticos con una visión marcadamente reformista. El hecho que Rodrigo Ávila haya puesto como núcleo de su futuro gobierno a personas que no son soldados de partido, pero tampoco son tecnócratas, sino gente convencida de la necesidad de la reforma profunda en lo económico, político e institucional, es muy significativo para un candidato bajo la sospecha de ser garante del continuismo.
Si las personas claves de este equipo –René León, economista y embajador en Washington; Luís Mario Rodríguez, quien fue secretario jurídico de Tony Saca, renunció para competir por la candidatura residencial y ahora diseña para Rodrigo Ávila la reforma política; Rodrigo Simán, el médico que fundó el programa gubernamental contra el SIDA y se hizo cargo de desarrollar el concepto de las políticas sociales- son los hombres con los cuales Rodrigo Ávila se propone construir su gobierno, Mauricio Funes ya no es el dueño del cambio. Mucho menos el FMLN...
Si este equipo dice en voz alta que este gobierno de ARENA, en vez de seguir siendo obstáculo para la reforma electoral, para la ley de partidos políticos y para el fortalecimiento de las instituciones del Estado, será motor de estas reformas; si además este equipo dice que el problema del alto costo de las medicinas no se ataca, como propone el FMLN, quitando el IVA, sino rompiendo los monopolios en el mercado farmacéutico, ¿para qué arriesgarse con un cambio que podría ser un paso al vacío?
‘País Justo’ parece más programa de un partido de oposición que de un partido de gobierno. Plantea la urgente e impostergable necesidad de reformas. Reformas profundas. En lo electoral, en el Estado, en Salud, en Transporte, en Vivienda, en política energética.
El programa tiene otra característica sorprendente: No es un programa de partido, es realmente un programa de gobierno, o de país. No dibuja una visión ideológica del país, sino una visión pragmática de cómo conciliar lo necesario con lo factible. Además demuestra un alto grado de profesionalidad y realismo. Se nota que el equipo está compuesto por profesionales competentes, experimentados y capaces de escuchar opiniones y crear consensos.
El programa del FMLN tiene un lenguaje diametralmente diferente, profundamente impregnado de su ideología, de sus metas de transformación a largo plazo, pero sin definirlas claramente.
Un programa como el ahora presentado por el equipo del embajador René León puede convertirse en la plataforma práctica de muchos sectores y las más diversas personalidades que no están dispuestos de supeditarse al esquema ideológico de ARENA, pero sí de colaborar en las políticas públicas y las reformas ahí diseñadas.
Bueno, el papel todo lo aguanta. Había que esperar si realmente el equipo de campaña de Rodrigo Ávila y la dirección de su partido –instancias que hasta ahora no han mostrado con el mismo grado de claridad su vocación reformista y su disposición de romper con el continuismo- convierten el espíritu reformista de este programa en la imagen visible y distintiva de su proyecto político.
Si esto pasa en las próximas semanas, Mauricio Funes estará en problemas. Tal vez tenga razón con su eslogan ‘Viene el cambio’, pero de repente viene con otra cara y otras banderas, en forma de reformas concretas y reales.
En cambio, si las reformas planteadas sólo quedan en papel sin convertirse en el corazón del proyecto de Ávila, pueden tener un efecto contraproducente y reforzar la tendencia al cambio que plantea el contrincante. Plantear reformas sin mostrar las gallas de ponerlas en práctica deja espacio para los predicadores del cambio.
Ya era tiempo que alguien en este país abrace, sin vacilaciones, el reformismo. El FMLN no ha roto por nada con la larga tradición de partidos comunistas y movimientos revolucionarios que detestan al reformismo. ‘Reformista’, dentro del Frente, sigue siendo mala palabra e insulto.
ARENA hasta ahora se ha concebido como fuerza conservadora. Y los protagonistas del reformismo, desde trincheras partidarias muy estrechas, nunca lograron levantar cabeza.
El anti-reformismo revolucionario resulta igualmente obsoleto que el anti-reformismo conservador. Tal vez 2009 sea el año del reformismo. ¡Enhorabuena!
(El Diario de Hoy, Observador Electoral)