Si el Washington Post decide deshacerse del 20% de su personal, incluyendo el 20% de su staff editorial, esto sería noticia y sujeto de comentario en todos los medios. Incluyendo en el mismo Washington Post.
¿Por qué La Prensa Gráfica puede despedir 170 empleados, incluyendo más de 40 integrantes de la redacción, sin que esto se convierta en noticia? El Colatino lo reportó, yo lo comenté en una entrevista radial. Por lo demás, silencio. ¿Silencio de complicidad, por parte de los medios? ¿Silencio de terror, por parte de los periodistas? ¿O es simplemente, como me lo comentó un columnista de La Prensa Gráfica, un asunto interno de una empresa privada que no compete a nadie comentar, cuestionar, ni siquiera hacer pública?
No way, José (R.). Cualquier empresa grande e importante del país que se ve obligada a despedir a un 20% de su personal, hace noticia. Esta noticia debería reportarse, analizarse, contextualizarse, comentarse en los medios. Sin ganas de joder, pero también sin ganas de ocultar. Más cuando es una empresa emblemática, y mucho más aún cuando se trata de uno de los medios de comunicación más influyentes del país.
En esta caso, el despido masivo no sólo tiene que reflejarse como problema económico, laboral y social, como en el caso de una fábrica, un banco, una casa comercial importante. En el caso de un medio de comunicación el despido masivo --y la forma cómo las direcciones editoriales y empresariales lo manejan y ejecuten-- tiene implicaciones para la ética profesional del medio.
Los jefes de redacción (o directores editoriales, o como sea el título que lleven) tienen otras funciones que los gerentes, directores financieros, o dueños de los medios. Tienen responsabilidades frente a su empresa, pero no son empresarios. Tienen responsabilidades frente al público lector, y tienen responsabilidades frente a sus reporteros, fotógrafos, diseñadores, editores, redactores.
Por esto, es casi mandato de ética profesional del periodismo separar las funciones del jefe de redacción y del gerente. El redactor jefe es el garante de la línea editorial y de la libertad de expresión de su personal periodístico, el gerente es el garante de la estabilidad financiera y de los intereses de los dueños accionistas. Todo mundo que ha laborado en medios sabe que estas dos funciones suelen entrar en contradicciones – mucho más y de otra manera que entre jefe de producción y jefe financiero en una empresa que produce zapatos o jabones.
Un jefe de redacción no tiene porque aceptar a la gerencia --at face value y sin haber evaluado otras soluciones-- la necesidad de despedir a 20% de su redacción, mucho menos aceptar hacerse cargo de la ejecución de esta medida. Puede ser que sea incuestionable la crisis financiera y la necesidad de bajar costos. Pero el director editorial no tiene porque aceptar y ejecutar la solución planteada (reducir 20% del personal) sin previa consulta con sus colaboradores. El director editorial es como un capitán de barco: Muere para salvar a su tripulación.
El director editorial y los demás jefes tienen que hacerse varias preguntas, que por definición no se va a hacer el gerente: ¿Hay otras formas, a lo mejor consensuadas con el personal editorial, de rebajar el valor de la planilla (retiro voluntario; medios tiempos; recorte voluntario de salarios...)?
¿Cómo hacer para que las medidas no afectan a la credibilidad de los jefes editoriales frente al personal? El trabajo dentro de una redacción requiere de mística, confianza, comunicación. Disciplina y jerarquía son necesarias, pero no sustituyen la confianza en las jefaturas. Confianza incluso que mi editor me va a proteger, incluso contra los intereses empresariales.
Y la otra pregunta que hay que hacerse: ¿Cómo asegurar que el medio siga jugando su papel en la sociedad y que no pierda credibilidad frente al lector y las fuentes? Con las elecciones el país está en una situación delicada que no permite un debilitamiento de la opinión pública. La Prensa Gráfica tiene un rol que requiere que internamente esté estable, cosa que a lo mejor no tiene porque entender un gerente financiero, pero sí un director editorial.
Ningún responsable editorial tiene que asumir la ejecución de un plan de despidos masivos sin transparencia, sin plan social, sin dar al cuerpo de la redacción la posibilidad de colaborar en la búsqueda de la solución que menos afecte al clima de paz y confianza dentro del periódico. Si actúan de otra manera, como simples ejecutores de las decisiones inconsultas de la parte patronal, pierden su capacidad de dirigir una redacción. Deberían mejor renunciar, porque de todos modos ya no van a poder hacer nada que valga la pena en periodismo.
Estoy seguro que La Prensa Gráfica no hubiera podido ejecutar su plan de despidos masivos de esta forma --sin plan social y sin consideraciones de ética periodística--si los cuatro integrantes el alto mando editorial se hubieran negado hacerlo sin antes agotar todas las posibilidades de buscar soluciones menos dañinas al periódico. Nuevamente se confirma lo que muchos en el ámbito medial hemos observado con preocupación: la falta de liderazgo en La Prensa Gráfica.
¿Cómo ha llegado La Prensa Gráfica a una crisis económica que la obliga a recortes masivos de personal? ¿Quienes han sido los responsables de un crecimiento tan desordenado de la empresa que ahora pone en riesgo el cumplimiento de su función social y política? ¿Hasta qué punto los jefes del área editorial han estado involucrado en las decisiones que han llevado a esta situación crítica? ¿Cómo es posible que incluso durante este año La Prensa Gráfica ha continuado contratando personal editorial, sin que nadie haya sabido que se acerca una crisis?
No tengo respuestas. Pero por lo menos puedo formular las preguntas. Si en La Prensa no buscan respuestas --y de una manera incluyente que repare los daños ya hechos y vuelva a establecer la mística y la confianza y el espíritu de cuerpo, sin los cuales no vale la pena hacer periodismo-- veo oscuro el futuro de este medio.